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30 noviembre 2018

Lo complejo de la perplejidad: un viaje sin destino ni GPS

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Prolifera el populismo, no así el crecimiento económico, y se consolida la penetración de la tecnología en todas las capas de la actividad social. ¿Es la desigualdad el resultado inevitable de esta ecuación? Las paradojas políticas y económicas son una constante en la era del progreso más acelerado e intenso que ha conocido la humanidad. Una transformación digital feroz e imparable pero, a la vez, irregular y poliédrica.

Así, se explica que el sentimiento general del ciudadano, su reacción frente a esa vorágine del progreso exponencial, sea la perplejidad: un estado de desconcierto o indecisión resultado de una “conmoción”. El vocablo latino perplexĭtas del que deriva el término podría traducirse por algo así como “enredo intenso” (perplexus: per- ,intensidad y “plactere”, enredar). Ese enredo intenso es entonces el origen de la conmoción que experimenta hoy la sociedad en la que vivimos.

Perplejidad, sí; perpetuidad, no.

¿Estamos realmente en una era de la perplejidad como tal? ¿Es esto algo negativo en sí mismo? “El momento de perplejidad puede ser una buena idea, siempre que sea un punto de partida”. Así explica el profesor, filósofo y escritor Luciano Floridi cómo comienza el viaje de la perplejidad. El problema, según Luciano Floridi, es que la perplejidad se convierta en un estado de permanencia, un bucle constante que impediría así avanzar en ninguna dirección. Sería entonces la perplejidad un estado de incapacidad a la hora de tomar decisiones y avanzar hacia el futuro que queremos o podemos construir.

Luciano Floridi, Patricia Fernández de Lis, Nuria Oliver y Jannis Kallinikos en el debate “La era de perplejidad”. En el vídeo puedes disfrutar de la retransmisión completa del evento.

Ese matiz entre querer y poder no es despreciable al analizar la magnitud del complejo recorrido que la perplejidad tiene por delante. Jannis Kallinikos, profesor de economía y ciencias políticas, recordaba el viaje que ya hemos hecho: las últimas décadas en las que Internet, el Big Data, las redes sociales o la Inteligencia Artificial han ido desarrollándose y consolidándose hasta alcanzar sus respectivos niveles de desarrollo, impensables hace tan solo medio siglo. Estos cambios que han ido penetrando en todos los sistemas y procesos de organización de nuestra sociedad han terminado por definir el cambio cultural y socioeconómico que —aquí es donde entra la perplejidad para Kallinikos— “no tenemos ni idea de cómo manejar”. En este momento de nuestra historia somos capaces de recopilar toneladas de datos que conforman el ADN de nuestras acciones y decisiones diarias. Así, el Machine Learning promete convertir esa ingente cantidad de información en conocimiento. Y el conocimiento en progreso. Mientras tanto, ¿quién debate sobre esta transformación? ¿quién se ocupa de su faceta social?¿quién reflexiona hacia dónde vamos en este viaje?

“La verdad está en al algún lugar entre los optimistas y los pesimistas”, Jannis Kallinikos.

Urge darle a la reflexión el lugar principal que merece en este proceso. Si no es así, ¿avanza entonces la ciencia, la posibilidad técnica, más deprisa que nuestra propia capacidad para asimilar las consecuencias del cambio que es capaz de producir? El paradigma de la perplejidad quizás sea la impactante noticia sobre la creación de los primeros bebés modificados genéticamente mediante el sistema CRISPR por un equipo de doctores chinos.  El rumbo es la clave del cambio, el pilar detrás de cualquier decisión. 

Humanidades digitales: rediseñar las fronteras del conocimiento

El debate, así, no es tanto sobre el cómo, sino sobre el porqué. Hacia dónde queremos dirigir el cambio que producen los avances tecnológicos y científicos que somos capaces de desarrollar. Una capacidad (la del progreso) que no debería desarrollarse sin la otra (la de la reflexión) en paralelo. Aquí entra en escena el asistente de viaje que requiere toda ruta de/¿hacia? la perplejidad: las humanidades. Nadie apostaría a priori por la sociología, la ética o la historia como herramientas clave en los tiempos del Li-Fi. Pero resulta que, de nuevo en forma de paradoja, la era de la tecnología exponencial va a poner en valor las ciencias sociales y las humanidades pues, al final del camino, la transformación tecnológica a quien le cambia la vida es a la gente, a las personas. ¿Implica entonces esta nueva era también una redefinición de las fronteras del conocimiento?¿de cómo pensamos o estudiamos el funcionamiento de nuestro aprendizaje?¿de cómo creemos que las cosas, las ciencias, las letras, los conceptos, se relacionan entre sí? Claramente, el mapa anterior ha quedado obsoleto en este viaje…

Educación, regulación y política: ¿víctimas o verdugos?

El Doctor Manuel Cebrián, investigador y experto en crowdsourcing en el MIT Media Lab, defiende como fundamental la presencia de los algoritmos en nuestras vidas desde la escuela. En la misma línea, la experta en inteligencia artificial y data scientist Nuria Olivar cree que efectivamente necesitamos “una asignatura propia en los colegios dedicada a potenciar las habilidades que requiere el nuevo paradigma digital” en el que ya viven, y que además van a desarrollar especialmente las nuevas generaciones.

La educación es entonces la mejor herramienta de actualización para acometer este viaje sin destino ni recorrido acotados. Pero,¡cuidado!, porque además de ser muy poderosa, es un arma de doble filo, según Luciano Floridi: “No podemos permitir que la política utilice la educación como un puente para traspasar la responsabilidad al ciudadano”. Es un aspecto clave para el filósofo evitar es que en esta transición la educación se convierta en una excusa para liberar a los políticos de la responsabilidad de sus decisiones.

Las tecnologías de la información transforman la forma en la que descubrimos el mundo, también en los entornos educativos. Imagen: Jelleke Vanooteghem,Unsplash

En ese sentido, ¿estamos dando por hecho que las nuevas generaciones o los llamados “nativos digitales” son, de facto, expertos digitales? Para Floridi, el término nativos digitales debe utilizarse en función de las expectativas de una generación, y no así de sus habilidades. Acotar el término con estos matices alberga esperanzas para gran parte de la población pero al mismo tiempo tira por tierra la ilusión que alberga muchas veces el discurso digital: los nativos digitales nacen exentos de la perplejidad del resto y van a redefinir el mundo que conocemos. ¿Qué podemos esperar de una generación que no ha conocido el mundo sin interaccionar con pantallas táctiles? Probablemente, tendrán que estudiar historia. Quizás los primeros pasos de esta retrospectiva los están dando ya en la cuna de la innovación y se pueda explicar así por qué los grandes CEOs de Silicon Valley crian a sus hijos sin pantallas.

Y como última parada en este viaje, la política, la regulación y las normas que requieren los nuevos universos a los que han dado lugar las tecnologías de la información y la ciencia. No es lo mismo matizar con nuevos límites o conceptos una normativa en un campo de conocimiento que ya existía (como es el caso de la medicina, que amplía sus posibilidades gracias a técnicas como la biotecnología o la genética), que crear de cero el marco jurídico y ético de universos nuevos, escenarios impensables antes de determinados desarrollos tecnológicos: ¿hasta dónde tenemos/podemos regular el desarrollo de la inteligencia artificial?¿dónde están los límites de la libertad de expresión en Internet?¿y las fronteras de la red de redes? Para Jannis Kallinikos, la perplejidad se contrarresta, entre otras cosas, con una buena dosis de regulación, a pesar de que algunas voces se alcen para prevenir el exceso de proteccionismo y el riesgo de incurrir en “cortarle las alas” al futuro antes de que eche a volar. El equilibrio es, sin duda, otro aspecto clave para navegar entre las andanzas de la era de la perplejidad y al mismo tiempo, un reto multidisciplinar que nos obliga a reajustar las brújulas en este viaje.

Dory Gascueña

@dorygascu

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