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06 octubre 2021

Veinte años aprendiendo online

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Hace veinte años, numerosas empresas proveedoras de formación continua apostaron fuerte por el denominado e-learning, modalidad discente que, servida y controlada por un PC conectado a Internet, parecía tener como referencia aquella enseñanza programada impresa de décadas atrás. Convertirnos en online learners suponía un decisivo avance en el ya inexcusable aprendizaje permanente; un avance en sintonía con la llegada de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), cuyo potencial multimedia y de interactividad resultaba extraordinariamente idóneo.

Esta modalidad de aprendizaje individual con el ordenador no era nueva. Al final de los años ochenta —todavía la etapa de las Tecnologías de la Información (TI), la etapa offline— habíamos conocido la Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO), grabada en aquellos olvidados floppies de algo más de 5 pulgadas. En efecto, en los años ochenta los docentes disponían ya de software de autor, sencillas herramientas que les permitían diseñar y producir material didáctico con una modesta dosis de interactividad y presencia multimedia.

BBVA-OpenMind-Jose Enebral-Aprendiendo Online-Al final de los años ochenta —todavía la etapa de las Tecnologías de la Información (TI), la etapa offline— habíamos conocido la Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO), grabada en aquellos olvidados floppies de algo más de 5 pulgadas.
Al final de los años ochenta  ya habíamos conocido la Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO), grabada en disquetes. Créditos: Flickr 

Por otra parte, desde que dispusimos de Internet venimos comunicándonos con otros internautas y, desde luego, accediendo a información lineal de interés (artículos, informes, documentos diversos), que lógicamente nutre nuestro acervo de conocimientos. Hoy se diría que todo está en Internet. Pero volvamos veinte años atrás, al despegue de la etapa online de los cursos programados cuando, además del e-commerce o el e-business, sonaba ya el e-learning en el mundo empresarial.

Los proveedores de sistemas de e-learning comenzaron a colaborar entonces con grandes empresas de distintos sectores (telecomunicación, energía, banca, transporte, etc.) en la puesta en marcha de plataformas de formación, una suerte de campus virtuales. Los alumnos podían acceder a los cursos seleccionados, en general de corta duración, y disponían de comunicación asíncrona (incluso síncrona a veces) con los tutores correspondientes; incluso se ofrecían foros de debate en que los usuarios podían intercambiar experiencias de aprendizaje.

La verdad es que en aquel comienzo del siglo, acaso por la cultura de presencia en aula, o porque a menudo los cursos parecían especialmente orientados a exhibir el potencial de las TIC, no pocos alumnos abandonaban antes de llegar al final (se utilizaban términos como start rate y end rate para definir el éxito de un proyecto de e-learning); pero ciertamente el aprendizaje online resultaría irreversible (hoy casi todos somos online learners, incluso de manera informal y hasta haciendo a veces descubrimientos serendípicos).

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Las iniciativas formativas aprovechan la variedad de herramientas disponibles para videoconferencias para satisfacer las expectativas formativas

Hará quizá unos diez años —ya surgían, por cierto y por entonces, las primeras redes sociales—, se empezó a señalar a Internet como la gran plataforma de aprendizaje individual; cada usuario, en su navegación-indagación, podía dar con abundante información valiosa (en forma de artículos, presentaciones, noticias, cursos abiertos, estudios diversos) que traducir a conocimiento aplicable, aunque debía hacer una esmerada lectura sintópica (contrastar en diferentes fuentes) para evitar falsos aprendizajes.

En la actualidad cabe, desde luego, destacar lo muy extendido de las iniciativas formativas que aprovechan las potentes herramientas disponibles para videoconferencias y al respecto se han multiplicado los cursos online orquestados para satisfacción de expectativas comunes. Ya no hemos de relacionar el e-learning sólo con los cursos de aprendizaje programado, sino que pensamos asimismo en otras numerosas posibilidades online, incluidas las telemáticas clases magistrales con comunicación síncrona y apoyos audiovisuales. Son en verdad muchas las opciones (nuevas y tradicionales) disponibles para un continuo crecimiento personal y profesional, aunque sin duda habríamos de pensar mucho más en el qué aprender (conocimientos, habilidades, fortalezas, actitudes, valores, conductas…), y no tanto en el cómo hacerlo.

Cuatro corrientes o movimientos a considerar

En definitiva, el siglo XXI llegó con la explosión de las TIC y, especialmente, con el desarrollo de la economía del saber y la consiguiente necesidad del aprendizaje permanente. Se había consolidado el lifelong learning movement, como también a la vez otras corrientes sinérgicas que nos preparaban para el siglo XXI, todo ello en sintonía con los cambios culturales en marcha. Los individuos debíamos asumir el protagonismo, la iniciativa, el liderazgo del propio continuo crecimiento personal y profesional.

Debíamos manejarnos de manera idónea con la abundante documentación disponible (dentro y fuera de Internet), y numerosas universidades en todo el mundo nos venían preparando para esta naciente necesidad: era el information literacy movement. Tras tomar sólida conciencia de la necesidad de formarse-informarse, había que saber buscar, evaluar lo encontrado, contrastar la información, y traducirla luego acertadamente a conocimiento para su posterior aplicación, incluyendo posibles conexiones, analogías, inferencias y conclusiones: no era nada simple.

En el aprendedor permanente (lifelong learner) se esperaba que fueran de la mano la destreza informacional (information literacy) y la cogitacional, esta última asociada al denominado pensamiento crítico (critical thinking movement), un modo de pensar autónomo, exploratorio, penetrante, riguroso, de mente abierta y flexible; un modo de pensar asimismo esmerado en la búsqueda y el análisis de información valiosa y fiable. El pensamiento crítico nos resulta nuclear, esencial, inexcusable como seres humanos desarrollados que llegan a sus propias conclusiones, y contribuye desde luego a evitar aprendizajes equivocados.

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Las corrientes formativas del siglo pasado nos han preparado un aprendizaje permanente, la la destreza informacional , el pensamiento crítico  y la gestión del conocimiento

Hemos aludido ya a tres corrientes o movimientos relacionados con el protagonismo del individuo en su trayectoria discente, y cabría hablar también del knowledge management movement, igualmente sólido ya en los años noventa. La gestión del conocimiento es un concepto muy amplio —asociado a la idea de organización inteligente— que incluye el máximo aprovechamiento del saber de todo tipo que acumula cada organización, y eso incluye la necesidad de compartir los conocimientos y experiencias que cada individuo va alcanzando. El knowledge worker tenía que compartir su saber debidamente, haciéndose entender con facilidad; en efecto, se precisaba destreza informativa en el sujeto, complementaria a la destreza informacional ya referida. O sea, el push y el pull.

Quizá debamos poner más empeño al sumarnos, entre otras muy oportunas, a estas corrientes nacidas el siglo pasado que nos preparaban para este: el aprendizaje permanente (lifelong learning), la destreza informacional (information literacy), el pensamiento crítico (critical thinking) y la gestión del conocimiento (knowledge management).

 José Enebral Fernández

 

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