La Europa de los 28 (2015) suma ya más de 500 millones de habitantes, no tiene una unión fiscal o una política exterior comunitaria y en ella conviven distintas formas de Estado, 24 lenguas oficiales y más de 60 lenguas regionales o minoritarias. Musulmanes, católicos, ortodoxos, protestantes y ateos, entre otros, comparten bandera en la Unión Europea. Ante la heterogeneidad que demuestran estas cifras, no es de extrañar que el lema oficial de la UE sea: “unida en la diversidad”.
Identidad
Entonces, ¿qué hace de la Unión una verdadera unión?, ¿qué hay más allá de la lengua, la religión o la nacionalidad, lo suficientemente contundente como para definir una identidad? Para Julia Kristeva, escritora, psicoanalista y profesora en la Universidad de París, la respuesta solo puede estar en un sitio: en la cultura. A pesar de la debacle financiera, afirma Kristeva, “ni griegos ni portugueses han puesto en tela de juicio su pertenencia a la cultura europea”.
Sin embargo, según Kristeva la identidad europea se enfrenta siempre a la misma paradoja: ¿qué identidad?,¿la mía?, ¿o la nuestra? ¿Por qué le cuesta tanto definir una identidad a la Unión? Europa, además de cultura tiene historia, y una historia demasiado reciente unida a la barbarie. Por eso, quizás, Europa evita “sentenciar” cuando se trata de su identidad y la construye sobre la base de la duda y la cuestión constante, dando lugar así a un denominador común para la identidad europea: que sea plural y tolerante.
La agenda política de la Unión tiene cada vez más en cuenta “el asunto de la identidad europea”, por ejemplo, a través de iniciativas relacionadas con el patrimonio. En palabras de Kristeva, la cultura europea está en el punto de mira porque puede ser “la avenida central que logre conducir a las naciones del continente hasta una Europa federal”.
Cada Estado miembro de la UE es responsable de su propia política cultural, según la Comisión Europea, mientras su función es ayudar a hacer frente a los retos comunes, “como el impacto de la transición digital, los cambios en los modelos de gobernanza cultural y la necesidad de estimular el potencial innovador de los sectores cultural y creativo”.
Además de los programas de movilidad y la promoción del acceso a la cultura, la Unión lleva a cabo diferentes iniciativas para ayudar a construir y definir esa avenida central. ¿Qué símbolos marcan el camino de la cultura Europea?
Europa: tierra de símbolos
Más allá de la estética o la antigüedad (criterios que sí son fundamentales, por ejemplo, para el patrimonio protegido por la UNESCO), la UE ha definido una etiqueta, que se concede a determinados hitos que han ayudado o ayudan a construir la férrea avenida de la cultura Europea. El programa European Heritage Label permite reconocer aquellos lugares del continente que celebran y simbolizan los ideales, los valores y la historia de Europa y su integración. Desde 2013, 29 lugares de toda Europa (hasta 2015) han sido elegidos por su valor simbólico, o por el papel que han jugado en la historia europea para acercar a los ciudadanos de la Unión. Hemos seleccionado 10, pero puedes consultarlos todos, aquí.
5 ejemplos de las piezas del puzle cultural europeo
1. Carta de Abolición de la Pena de Muerte, Lisboa (Portugal)

2. Cementerio nº 123 (Pustki, Polonia)

3. Hospital partisano de la franja (Eslovenia)

4. Mundaneum (Mons, Belgium)

5. Distrito Europeo de Estrasburgo (Francia)

Creado después de la Segunda Guerra Mundial, el distrito europeo de Estrasburgo es la sede de diferentes instituciones europeas: el Parlamento Europeo, el Consejo de Europa o la Corte Europea de los Derechos Humanos, entre otros. ¿Por qué esta ciudad? Su situación estratégica en medio de los países fundadores de la Unión ha favorecido su consolidación como “capital de la UE”, en cuanto a centro neurálgico de su actividad. La ciudad simboliza como ninguna otra la reconciliación franco-alemana y da testimonio de la integración europea, la defensa de los derechos humanos y la democracia.
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