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30 septiembre 2020

2020: ¿el año de las energías renovables?

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La crisis sanitaria del Coronavirus ha marcado un punto de inflexión en la historia al transformar las dinámicas de relación, producción y crecimiento de nuestras sociedades. La lucha contra la enfermedad, además de ser un reto enorme en términos de gestión sanitaria e investigación científica, supone una oportunidad (o un aviso) para replantear nuestra relación con el medioambiente. También con la energía, una cuestión clave para frenar el calentamiento global y que este año, en parte por el impulso de la COVID-19, toma impulso a una década de la fecha límite para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ONU).

UNA TRANSICIÓN OBLIGATORIA PARA LA RECUPERACIÓN POST-COVID

La Agencia Internacional para las Energías Renovables (IRENA) publicaba en junio un informe sobre la agenda de recuperación post-COVID en términos energéticos en el que defiende que, en materia de energías renovables, la crisis de salud nos ha dado una información muy valiosa sobre las consecuencias de la crisis climática. “Los impactos de la COVID-19 y el cambio climático no conocen fronteras; ambos ponen a los pobres y vulnerables en mayor riesgo que a los ricos; y ambos demandan la acción de gobierno en una escala sin precedentes”, señala el texto de presentación del informe

En la misma línea apuntaba en mayo un editorial de la revista científica ACS Energy Letters, en la que Song Jing, editor jefe de la misma, explicaba un paralelismo fundamental entre las dos crisis: ignorar la creciente evidencia científica y pretender que los problemas desaparezcan no nos ayuda y no puede salvarnos de las consecuencias. En ambos casos, los hechos nos alcanzarán a todos sin importar lo que uno crea”. Para Jing, profesor del Departmento de Química de la Universidad de Wisconsin, esta lección es fundamental porque, en ambas crisis hay un factor clave: el tiempo. “Unas pocas semanas en el caso de la COVID-19, y quizás algunas décadas en el caso del cambio climático”. 

El Acuerdo de París establece el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media mundial a 1,5 ° C para 2030, lo que requiere una transición hacia un sector energético bajo en emisiones de carbono. / Imagen: Unsplash

Por su parte, Naciones Unidas considera al sector energético una pieza clave para comprender completamente el impacto de la transición y garantizar que, además, esta sea justa y oportuna. En cuanto al contexto de la pandemia, la ONU admite que la crisis sanitaria “parece haber agudizado el interés de los inversores en activos sostenibles”. Además, la transición hacia las energías renovables serviría de aliciente para la recuperación del empleo tras la crisis sanitaria pues, según las estimaciones de IRENA, ”cada millón de dólares invertido en energías renovables o flexibilidad energética crearía al menos 25 puestos de trabajo, mientras que cada millón invertido en eficiencia crearía unos 10 puestos de trabajo”. Según estas previsiones, una transición energética acelerada podría agregar 5.5 millones de empleos más para 2023. Además de los beneficios medioambientales y para el mercado laboral, las inversiones en el sistema energético tras la pandemia de COVID-19 pueden allanar el camino para economías más equitativas, inclusivas y resilientes, según defiende la Agencia Internacional para las Energías Renovables.

Las emisiones globales de CO2 caerán un 8% en 2020, alcanzando así su nivel más bajo desde 2010, según datos de la IEA.

En el  informe anual de seguimiento de la IEA (Agencia Internacional de la Energía, por sus siglas en inglés), se confirma que el progreso de las renovables había sido prometedor, aunque desigual, antes de la pandemia (2019). En cuanto a la demanda de CO2 durante los confinamientos en varios países, la Agencia reitera un mensaje fundamental: el impacto a corto plazo no garantiza una disminución sostenida. Sin embargo, es cierto que se espera que la demanda mundial de energía se contraiga un 6% en 2020, la mayor caída en más de 70 años.  

RENOVABLES: UNA PARÓN PARA COGER IMPULSO

A pesar de las alentadoras previsiones sobre el crecimiento del sector tras la pandemia, las circunstancias excepcionales que se han vivido en muchos países han tenido un efecto negativo a corto plazo en el sector de las renovables, una industria que ha visto interrumpida la cadena de producción y una desaceleración en las actividades de instalación, según el análisis de la IEA. Además, la demanda de combustibles fósiles y biocombustibles ha disminuido por parte del transporte por carretera, deprimiendo así los precios de los biocombustibles y comprometiendo la rentabilidad de la producción. 

“LA IEA estima que para 2020, la demanda de energía renovable aumentará aproximadamente un 1% respecto a los niveles de 2019, al contrario que todas las demás fuentes de energía”. 

A pesar de las circunstancias del confinamiento y los retrasos que ha producido, la IEA sostiene que la generación de electricidad renovable creció casi un 5%, situando así a las energías renovables en casi un 30% del suministro total de electricidad a nivel mundial, lo que reduce a la mitad la brecha con el carbón (de 10 puntos porcentuales en 2019). Aunque la Agencia considera que el crecimiento de las renovables es, en general, más lento que el año pasado, en realidad sigue la tendencia de desaceleración desde 2016. En 2020 es la energía solar fotovoltaica la que se espera que aumente más rápido que todas las demás renovables.

Además de tomar la delantera en producción, las renovables podrían convertirse también en las fuentes más rentables de cara a 2030. Según un análisis de Martin Lee Wilson, experto en energías renovables, a finales de 2019 la electricidad generada a partir de nuevas plantas fotovoltaicas, eólicas y solares era ya más económica que la energía de muchas plantas alimentadas con combustibles fósiles.

NUEVOS HITOS EN EL COMPROMISO CON LA AGENDA 2030

Entre tanto, el plano político de la gestión medioambiental también reacciona tras la pandemia y ante la crisis medioambiental endureciendo los objetivos de reducción de emisiones. La Comisión Europea propone reducir las emisiones un 55% para 2030. Esta es la primera vez que la UE actualiza su objetivo climático desde el Acuerdo de París, en 2015.  Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, ha prometido impulsar una recuperación sostenible de la crisis post-COVID, empezando por aumentar el objetivo de reducción de emisiones de la UE un 15% (del 40 al 55%). 

De cara al verano de 2021, la Comisión Europea revisará toda la legislación de la Unión en materia de clima y energía con el fin de adaptarla al nuevo objetivo. / Imagen: Unsplash

Por su parte, el presidente chino Xi Jinping  anunció a principios del otoño 2020 ante la ONU su intención de alcanzar la neutralidad de carbono en un plazo de 40 años. La promesa china de dejar de aumentar su producción de carbono en la década actual supone además un aliciente para motivar acciones similares en otros países. Este compromiso 2060 de China es el primero a largo plazo que hace el país respecto a la cuota de emisiones de carbono, que además en su caso es especialmente relevante, pues en 2019 representó alrededor del 28,8% de las emisiones mundiales de carbono relacionadas con la energía.

Dory Gascueña para OpenMind

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