Cambiar la fregona por los números, la cocina por el estudio de los astros y el cuidado del hogar por la investigación científica. Una decisión no demasiado popular entre las jóvenes de finales del siglo XIX que le brindaría una gran oportunidad a una pionera que revolucionó la astrofísica al descubrir decenas de nebulosas y cientos de estrellas.

Este fue el caso de Williamina Paton Stevens Fleming (1857 – 1911), una mujer escocesa que con 19 años lo dejó todo atrás para comenzar una nueva vida con su marido en Boston, Massachusetts. Williamina Fleming se dedicaba a la enseñanza en Dundee, su pueblo natal en la costa este de Escocia, donde conoció al que se convertiría en su esposo, James Fleming, un contable, viudo y 15 años mayor que ella.
Dos años después de comenzar su aventura en Estados Unidos, el señor Fleming abandonó a Williamina dejándola embarazada y sin ningún tipo de ayuda. Pero dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana, y así fue. Sola y en otro continente, comenzó a buscar trabajo como criada para mantener a su futuro hijo. Nadie hubiera sospechado que ésta fue su gran oportunidad.
El azar fue quien reunió a esta madre desamparada y al profesor Edward Charles Pickering, quien la contrató para desempeñar las labores del hogar. Pickering era un profesor de Física que trabajaba como director del Observatorio de Harvard, al mando de un equipo de varones que le ayudaban con los cálculos rutinarios y las tareas administrativas. Como buen observador que era, supo valorar desde el primer momento las grandes capacidades y la inteligencia de su nueva empleada del hogar, hasta el punto en que una de sus frases más conocidas fue la que le gritó a su equipo de ayudantes: “¡Hasta mi criada haría un trabajo mejor!”.
Un nuevo catálogo de estrellas
Tras volver de Escocia, donde dio a luz a su hijo Edward en 1881, Williamina comenzó a trabajar de “calculadora humana” en el observatorio que dirigía Pickering, sustituyendo a los ayudantes que tantos dolores de cabeza habían generado al profesor. Ya allí, supo demostrar su talento para trabajar en el ámbito científico identificando más de 10.000 estrellas y ampliando la clasificación utilizada hasta el momento. Introdujo un nuevo esquema de organización basado en 16 tipos que asigna a cada estrella una letra (de la A a la Q, saltando la J) según la cantidad de hidrógeno que se puede observar en su espectro.
Este trabajo fue publicado en 1890 en la primera entrega del catálogo de Henry Draper, que adoptó el nombre de la persona de quien provenía la financiación, y se convertiría en una de las muchas contribuciones de Williamina Fleming al campo de la astronomía. Pese a que el nombre de la científica no constaba en la autoría del estudio, Pickering la citó en páginas interiores y reconoció públicamente que ella fue la creadora del nuevo sistema. El trabajo de Fleming es la base de la clasificación espectral que se utiliza a día de hoy.
Las computadoras humanas de Harvard
Tan grata fue la experiencia de Pickering con su compañera, que contrató a un grupo de otras nueve mujeres para ayudarle a realizar cálculos y clasificar los espectros en placas fotográficas. Este grupo de matemáticas pasó a la historia como “las computadoras de Harvard”, entre las que se encuentran otras astrónomas relevantes como Antonia C. Maury y Annie J. Cannon, que reordenaron los grupos espectrales y clasificaron un gran número de estrellas.

A lo largo de su carrera, Williamina descubrió 59 nebulosas gaseosas, más de 310 estrellas variables y 10 novas. Uno de sus mayores hitos fue el hallazgo de la nebulosa Cabeza de Caballo en la constelación de Orión en 1888, que más tarde se conocería como IC 434. Fue nombrada conservadora de la colección fotográfica del Observatorio Astronómico, miembro honorario de la Real Sociedad Astronómica de Londres y, poco antes de su muerte, recibió el premio Guadalupe Almendaro de la Sociedad Astronómica de México.
En un mundo dominado por los hombres, Williamina Fleming consiguió sortear un gran número de obstáculos y logró ocupar el lugar que le pertenecía en el ámbito científico. Esta mujer pionera no solo se convirtió en un referente para millones de investigadoras, sino para toda la comunidad científica.
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