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17 diciembre 2020

El colapso del telescopio de Arecibo, todo un gigante tecnológico

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Una profunda conmoción sacudió al mundo de la ciencia cuando a principios de este mes colapsó por sorpresa el gigantesco radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico). Una instalación que nos abrió nuevas ventanas al espacio exterior y cuya importancia trascendió al ámbito de la astronomía: a través de la novela Contact de Carl Sagan se instaló en el imaginario colectivo y es parte de la cultura popular contemporánea, más allá de haber fomentado muchas vocaciones investigadoras. 

¿Por qué fue un símbolo de la ciencia tan importante? ¿Son sostenibles estas macroinstalaciones científicas? ¿Por qué se derrumbó? ¿Podría haberse salvado? ¿Merece la pena reconstruirlo? Buscamos esas respuestas de la mano de científicos que han trabajado en el telescopio de Arecibo.

El colapso comenzó el pasado mes de noviembre, cuando uno de los cables auxiliares se rompió. Casi de inmediato los equipos de mantenimiento comenzaron a trabajar en su reparación. En la mañana del 1 de diciembre, mientras un dron tomaba imágenes del trenzado de cables dañado y los ingenieros estaban evaluando cómo estabilizar la estructura, súbitamente cedió —con el siguiente desplome de la plataforma de 900 toneladas sobre el disco, destrozando todo el instrumento astronómico.

Mantenimiento, conocimiento o dos catástrofes naturales

Inmediatamente se culpó a la reducción de fondos por parte de la National Science Foundation (NSF) de EEUU como una de las causas del colapso. Esa conexión fue insinuada por blogs especializados o incluso por Daniel Altschuler, exdirector del observatorio. Sin embargo, si nos acercamos a Arecibo encontramos otras versiones. “El radiotelescopio estaba perfectamente mantenido, se paraba una vez a la semana, se revisaba todo y se ajustaba. Además, para aseverar una falta de mantenimiento harían falta pruebas muy contundentes”, asegura Abel Méndez, director del Planetary Habitability Laboratory de la Universidad de Puerto Rico.

Tampoco parece que hubiera falta de conocimiento sobre una instalación levantada por otra generación de científicos. “Hacemos congresos de antiguos operarios con los nuevos para hablar del estado y futuro del telescopio, de esta forma se mantiene el conocimiento en la instalación”, confirma la doctora en astrofísica Noemi Pinilla, directora científica del complejo de Arecibo, dependiente de la University of Central Florida

“Lo que pasó por Arecibo fue el huracán María en 2017 y en enero de este año un terremoto de 6,4 grados en la escala Ritcher: el huracán del siglo y el terremoto también del siglo es lo que probablemente están tras el fallo estructural”, aclara Abel Méndez. Durante los próximos meses se estudiará el motivo del fallo y se determinará si hubo una relación con el mantenimiento o si fueron dos catástrofes naturales las que pusieron a prueba la resistencia de la estructura. En todo caso, no es la primera vez que un radiotelescopio colapsa de forma inesperada. En 1988 una antena móvil de 100 metros se desplomó en el observatorio de Green Bank mientras operaban con normalidad. Como en otros aspectos de la vida, los radiotelescopios parece que tampoco están exentos de accidentes fatales.

Un ‘monumento’ de la astronomía

“El radiotelescopio está hundido dentro de un cráter en un alto y, mientras subes, no ves nada de la instalación. Una vez entras en los edificios se accede a una terraza desde donde, de pronto, te topas con el gran disco. Cuando hay gente que llega por primera vez siempre se hace un silencio: la imagen del radiotelescopio quita la respiración”, explica Noemi Pinilla. Su descripción nos acerca a lo sobrecogedora que podía ser la vista del instrumento astronómico en persona. 

BBVA-OpenMind-Borja Tosar-telescopio de Arecibo 3-Foto 3 (segundo apartado) Vista aérea del Observatorio Arecibo. Crédito: H. Schweiker/WIYN and NOAO/AURA/NSF
Vista aérea del Observatorio Arecibo. Crédito: H. Schweiker/WIYN and NOAO/AURA/NSF

La antena es una gigante semiesfera de un diámetro de 305 metros (como la longitud de tres campos de fútbol) sobre el que se ve una enorme plataforma metálica de instrumentos suspendida a unos 150 metros, sobre el centro del disco, por tres trenzas de cables. Se construyó a principios de los años 1960 con la función de concentrar ondas de radio, para amplificar señales muy débiles y estudiarlas con gran detalle. Cuanto más grande sea la antena, más sensible será; de ahí su tamaño. La palabra “radio” puede sonar a emisiones artificiales; sin embargo, gran cantidad de objetos astronómicos emiten de manera natural señales de radio —que ayudan a entender cómo son y cómo evolucionan. Esto es lo que se ha usado en Arecibo para investigar planetas, asteroides, púlsares, galaxias y también la atmósfera terrestre, especialmente la ionosfera.

Mucha ciencia y muchos científicos han salido del observatorio 

La lista de logros del observatorio en sus 58 años de historia es larga. “376 doctorados, más de 3.000 artículos y hasta un premio Nobel han salido de Arecibo”, apunta Pinilla. En 1974 se descubrió el primer púlsar binario, que acabó en Nobel para Hulse y Taylor; en 1992 se descubrió el primer exoplaneta, orbitando el púlsar PSR 1257+12; y antes, en sus inicios en los años 1960, pudo descubrir las primeras imágenes de la superficie de Venus con su potente radar. Logros que en su tiempo solo estaban al alcance de un colosal radiotelescopio. 

Entre sus últimos logros, Pinilla destaca “el uso del radar para caracterizar el cometa Borisov (un objeto que visita el sistema solar procedente del espacio interestelar) y el análisis de moléculas del cometa NEOWISE, que se vio espectacular en 2019. 

BBVA-OpenMind-Borja Tosar-telescopio de Arecibo 4-Asteroide Faeton visto por el radar de Arecibo. Crédto: Arecibo Observatory/NASA/NCF.
Asteroide Faeton visto por el radar de Arecibo. Crédito: Arecibo Observatory/NASA/NCF

No solo salen artículos de investigación de Arecibo; el radiotelescopio también ha fabricado muchos científicos. “De niño fui en una visita escolar, el científico que lo enseñaba ese día nos permitió ir debajo del plato, lo que es muy raro. Esto fue definitivo para hacer mi carrera como científico”, confiesa Abel Méndez. Sin duda, Arecibo ha sido durante décadas un icono de la ciencia para niños y estudiantes, que lo ven en libros, documentales o películas y se acercan a la astronomía.

No hay otro igual

La reciente puesta en operación del radiotelescopio chino FAST , desde este año el más grande del mundo con sus 500 metros de diámetro, es uno de los puntos para pensar en no echar de menos Arecibo. “Sin embargo FAST no puede usar toda su superficie a la vez, en operación es apenas unos pocos metros más grande Arecibo y también tiene diferentes frecuencias de operación” remarca Pinilla. “Se pierde un instrumento, esto es menos observación, menos ciencia”, añade Mendez. Tanto Pinilla como Mendez coinciden en que la capacidad de radar hace a Arecibo único y sin sustituto. Una característica que no tiene FAST ni ninguna otra instalación en el mundo, al menos con esa potencia. 

Cuando se detecta un asteroide peligroso, el potente radar de Arecibo podía enviar un pulso para luego recibir de vuelta datos sobre la forma del objeto, su superficie y —más importante aún—, información sobre su rotación y velocidad. Estos datos son fundamentales para predecir la órbita de los asteroides que orbitan cerca de la Tierra y evaluar si alguno puede ser peligroso. No se trata de ciencia ficción: la pregunta no es si un asteroide algún día colisionara contra la Tierra, como lo hizo el que extinguió a los dinosaurios, la pregunta es cuándo; y con Arecibo se pierde uno de los principales medios de defensa planetaria de la Tierra, para anticiparnos y poder responder a esa pregunta.

Una nueva esperanza

“Arecibo no está muerto, tenemos gran cantidad de datos guardados que aún estamos procesando y de los cuales podemos aprender mucho a través de técnicas de big data. Algunos aún están en cintas magnéticas desde hace décadas”, indica Pinilla, “Además, el complejo de investigación seguirá activo, pues tenemos un nuevo radiotelescopio de 12 metros, que aún no se ha usado pero que está operativo”. Ante las noticias sobre la cancelación de fondos por parte de la NSF para la reconstrucción, Pinilla lo deja claro: “Tenemos que pensar rápido y en profundidad, para comenzar a trabajar en la reconstrucción no del radiotelescopio original, sino de uno mejor”.  

BBVA-OpenMind-Borja Tosar-telescopio de Arecibo 5-El nuevo radiotelescopio de 12 metros visto desde la plataforma de instrumentos. Arriba a la izquierda, Noemí Pinilla. Crédito: Noemi Pinilla
El nuevo radiotelescopio de 12 metros visto desde la plataforma de instrumentos. Arriba a la izquierda, Noemí Pinilla. Crédito: Noemi Pinilla

En estos momentos el apoyo popular es clave, como en otros momentos de reducción de presupuesto del observatorio, una instalación que ha demostrado su valía científica durante más de medio siglo y que en estos momentos aún carece de un compromiso para su reconstrucción. Con el eslogan “Save Arecibo” se puede acceder a la campaña de apoyo a la reconstrucción, que entre muchas acciones tiene la recogida de peticiones a la Casa Blanca. Hoy salvar Arecibo puede parecer trivial, sin embargo todos somos parte interesada, porque en el futuro quizás sea un nuevo radiotelescopio quien nos salve a nosotros.

Borja Tosar

@borjatosar

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