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15 febrero 2022

¿Cuál es el límite de la vida humana?

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En Florida vive un pequeño insecto llamado Dolania americana cuyas hembras pasan por ser los animales más fugaces: su vida adulta dura cinco minutos, lo que tardan en echar a volar, aparearse y depositar los huevos. Los machos no viven mucho más, una media hora. Pero otro insecto, una termita reina, vive 50 años, mientras que el tiburón de Groenlandia puede alcanzar los cuatro siglos, o incluso más. Los humanos vivimos en torno a 80 años, pero la francesa Jeanne Louise Calment llegó a los 122, y hay ciertas familias, incluso ciertas regiones del mundo, especialmente longevas. A pesar del avance de la ciencia en el conocimiento de los factores de la longevidad, aún no se sabe con detalle por qué unas especies viven mucho más que otras, o unos individuos más que otros. Ni tampoco cuál es el límite que la biología impone a la duración de la vida humana.

La esperanza de vida de los seres humanos ha crecido más del doble en unos siglos, especialmente desde la época de la Ilustración; las estimaciones suelen citar que hasta 1800 una persona vivía como promedio menos de 40 años, mientras que ahora esta cifra ronda los 80. Sin embargo, los expertos advierten: estos datos no deben llevar a concluir que antiguamente llegar a cumplir medio siglo era algo insólito, o que los límites de la vida humana se han extendido de forma espectacular. La esperanza de vida es un valor estadístico promediado, y en otros tiempos la elevada mortalidad infantil la reducía sustancialmente, lo mismo que las numerosas muertes de hombres y mujeres jóvenes por trabajos forzados, guerras, enfermedades o partos malogrados. Así, los humanos de entonces podían llegar a edades no demasiado inferiores a las que podemos alcanzar hoy, pero pocos lo lograban.

BBVA-OpenMind-Yanes-el limite de la vida humana 1-La francesa Jeanne Louise Calment es el caso documentado de persona más longeva en la historia. Imagen: Wikimedia
La francesa Jeanne Louise Calment es el caso documentado de persona más longeva en la historia. Imagen: Wikimedia

Por lo tanto, el aumento de la esperanza de vida desde tiempos históricos vino marcado sobre todo por el descenso de la mortalidad infantil. Desde tiempos más recientes, mediados del siglo XX, tomó el relevo una mayor supervivencia de las personas más ancianas gracias a la mejora de las condiciones de vida y los avances de la medicina. El hecho de que muchos más seres humanos puedan alcanzar edades avanzadas nos acerca más hacia el parámetro que nos interesa, la longevidad máxima, o cuánto podríamos llegar a vivir si nuestro cuerpo siguiera funcionando, limitado solo por el deterioro propio de la edad.

Siguiendo el rastro de los supercentenarios

Una pista podrían ofrecerla las personas que llegan a edades extremas, los supercentenarios (mayores de 110 años). Pero si nos fijamos en estos plusmarquistas de la vida larga, descubrimos que los récords no han ido cayendo con tanta frecuencia ni tanta diferencia como quizá podríamos esperar: el primer supercentenario verificado fue el neerlandés Geert Adriaans-Boomgaard, que murió en 1899 con 110 años cumplidos. La marca actual la ostenta Calment, la única persona verificada que ha sobrepasado los 120. Pero Calment falleció en 1997; desde entonces nadie la ha superado, y en más de un siglo el récord solo ha aumentado en0. 12 años.

El hecho de que el número de supercentenarios haya crecido exponencialmente desde mediados de los años 70, pero que esto no se haya traducido en un aumento progresivo del récord de longevidad, hace pensar a algunos expertos que quizá ya estemos llegando al máximo de lo que nuestra biología nos permite: “Sospecho que estamos bastante cerca de esos límites. Ha habido poco aumento en longevidad máxima en todo el mundo desde aproximadamente 1990”, señala a OpenMind el genetista y biogerontólogo David Gems, director de investigación del Institute of Healthy Ageing del University College London. Pero los científicos no andan a ciegas en esta cuestión ni se limitan a conjeturar; para afrontar este tipo de cuestiones existen los modelos matemáticos.

En 1825 el británico Benjamin Gompertz, experto en riesgos de la compañía Alliance Assurance, elaboró la primera aproximación matemática que ha perdurado hasta hoy para abordar el problema de la longevidad máxima del ser humano. Analizando los registros demográficos, produjo una función según la cual a partir de los 30 las posibilidades de morir se duplican cada ocho o nueve años. Según la ley de Gompertz, llegaría una edad a la que este riesgo creciente se aproxima al 100%, y por lo tanto este sería el límite de la vida humana.

BBVA-OpenMind-Yanes-el limite de la vida humana 2-El matemático británico Benjamin Gompertz es conocido por su "ley de la mortalidad", una aproximación estadística a la longevidad humana. Imagen: JIA
El matemático británico Benjamin Gompertz es conocido por su “ley de la mortalidad”, una aproximación estadística a la longevidad humana. Imagen: JIA

Pero la función de Gompertz falla a edades avanzadas. Aunque aún se utiliza hoy, modelos más complejos intentan explicar por qué, por ejemplo, parece haber una meseta en el territorio de los supercentenarios: ciertos resultados sugieren que a los 110 años la probabilidad de morir es del 50% y se mantiene estable hasta los 115. Más allá, aún no hay datos suficientes. Con los nuevos modelos, los investigadores tratan de averiguar cuál puede ser ese límite biológico. Gracias a Calment sabemos que es posible vivir hasta los 122, pero ¿qué hay más allá? Los estudios ofrecen cifras tentativas: 130, o incluso 150.

La barrera de los 130 años

Según investigaciones recientes, al menos parece que la frontera de los 130 sería alcanzable. “Déjeme que use una metáfora”, cuenta a OpenMind el estadístico y matemático Léo Belzile, de la escuela de empresas HEC Montréal (Canadá). “La vida es como una carretera que recorremos hasta la muerte, el punto en que termina nuestro viaje en la Tierra. Un límite a la vida humana sería como un obstáculo insuperable, digamos un muro, que fuera imposible de cruzar y nos forzara a detenernos al alcanzarlo”.

Belzile y sus colaboradores han creado un modelo basado en datos demográficos que explora dónde podría situarse ese muro, si existe. Pero —prosigue el matemático— el modelo es como un catalejo que llega solo a distancias cortas. Los resultados, publicados en Royal Society Open Science, “hacen improbable que exista un límite máximo por debajo de los 130 años”, escriben los investigadores. “No vemos un muro a la vista, pero podría haber uno en la carretera más allá de lo que ya sabemos”, explica Belzile.

Sin embargo, advierte, esto no significa que llegar a los 130 vaya a convertirse en algo normal. “Incluso si no existiera un límite a la longevidad humana”, a partir de los 110 la posibilidad de vivir más es como echar una moneda al aire cada año, “así que sobrevivir hasta los 130 sería como tirar la moneda 20 veces seguidas y que siempre saliera cara, lo que es improbable”. En resumen y según Belzile, podemos esperar que se rompa el récord de Calment, pero no que soplar 130 velas vaya a convertirse en algo frecuente.

BBVA-OpenMind-Yanes-el limite de la vida humana 3 - Los telómeros, que se encuentran en los extremos de los cromosomas, podrían ser una de las claves del envejecimiento, pero también influyen otros muchos factores genéticos. Imagen: Wikimedia
Después de cumplir los 110 años, las probabilidades de volver a soplar las velas son del 50% cada año. Imagen: R. Pixel

Pero más allá de los modelos demográficos, y dado que es la biología la que impone límites a la vida, es en ella donde se buscan las respuestas. El envejecimiento y la extensión de la vida conforman uno de los campos de investigación más activos de la biomedicina actual, y muchos parecen augurar que será uno de los más lucrativos; proliferan las startups biotecnológicas dedicadas a ello. En una de las apuestas más recientes, Altos Labs, inversores como el magnate de Amazon Jeff Bezos y el ruso-israelí Yuri Milner han reunido a un impresionante plantel de científicos, incluyendo premios Nobel e investigadores de primera fila.

Los telómeros y la clave de la longevidad

Sin embargo, las grandes preguntas aún no tienen respuestas. Entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, los telómeros —esos extremos de los cromosomas que suelen compararse a los remates de plástico de los cordones— y la telomerasa —la enzima que trata de impedir su acortamiento asociado a la edad— han sido las grandes estrellas, la llave del envejecimiento. Pero se ha comprendido que la realidad es mucho más compleja. “Muchos factores afectan a la longevidad”, apunta a OpenMind Janet Thornton, directora emérita del European Bioinformatics Institute del European Molecular Biology Laboratory (EMBL) y experta en biología computacional de las proteínas del envejecimiento. “Nuestros análisis sugieren que hasta una cuarta parte de las proteínas humanas están de alguna manera asociadas al envejecimiento; los telómeros son solo una parte de ello”.

Una revisión de 2013 publicada en Cell por algunos de los investigadores más relevantes en este campo, y que se ha convertido en un estudio de referencia, identificaba nueve marcas distintivas del envejecimiento; el acortamiento de los telómeros es solo una de ellas, junto con las alteraciones en los genes, en el epigenoma —marcas químicas en el ADN—, las proteínas, las mitocondrias —las centrales de energía celular—, la respuesta a los nutrientes y la comunicación entre las células, además de la senescencia celular y el agotamiento de las células madre.

Aunque aún no existe una visión consensuada, muchos expertos tienden a la idea de que el envejecimiento es un programa genético y bioquímico incardinado en la evolución de las especies. “Mi propia visión es que los determinantes son principalmente programáticos o asociados al desarrollo”, resume Gems. Cada especie, añade el biogerontólogo, tiene su propio programa, el cual determina un toma y daca que es diferente entre especies que viven poco y las de larga vida, de modo que las primeras tienen beneficios más rápidos, pero también pagan un precio mayor más deprisa.

Los telómeros, que se encuentran en los extremos de los cromosomas, podrían ser una de las claves del envejecimiento, pero también influyen otros muchos factores genéticos. Imagen: Wikimedia
Los telómeros, que se encuentran en los extremos de los cromosomas, podrían ser una de las claves del envejecimiento, pero también influyen otros muchos factores genéticos. Imagen: Wikimedia

En una misma especie, como la nuestra, hay también grandes diferencias entre la longevidad de los individuos; incluso entre familias, lo que subraya un componente genético que puede ser de gran relevancia. “Hay muchas diferencias genéticas entre los individuos, incluyendo su susceptibilidad a diversas enfermedades, lo que puede tener un gran impacto en la longevidad”, destaca Thornton. “Sospecho, aunque no lo sé, que actualmente la longevidad esperada de un individuo se predice mejor considerando la longevidad de los miembros de su familia”.

Por el momento, y hasta que la ciencia obtenga más respuestas, al menos podemos confiar en que una dieta sana y una vida saludable nos ayuden a no quitarnos años. “Para muchos individuos hay margen para extender la longevidad, particularmente aquellos cuyo estilo de vida no es muy saludable”, señala Gems, quien sin embargo no se muestra optimista al respecto: “Sospecho que en las próximas décadas veremos descensos en la esperanza de vida media debido a un aumento en los niveles de obesidad, desigualdad y malas condiciones de trabajo, todos los cuales acortan la vida. En Reino Unido ya hay signos de esto”, concluye.

Javier Yanes
@yanes68

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