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08 julio 2020

Licencia para exterminar: las especies que los propios ecologistas quieren erradicar

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La pandemia de COVID-19 ha movido a un segundo plano problemas globales que antes ocupaban los primeros puestos en la lista de preocupaciones urgentes, como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, estas amenazas no son hoy menores que antes del coronavirus. Para la Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica, que en 2021 deberá establecer las nuevas directrices para las próximas décadas, algunos expertos han sugerido fijar un objetivo de menos de 20 especies extinguidas al año. Sin embargo, curiosamente, no todo el esfuerzo de conservación se centra en salvar a los seres vivos; en ocasiones, su propósito es el contrario: exterminarlos. Ciertas especies invasoras, u otras que han proliferado en exceso y que amenazan valiosos ecosistemas, están hoy en el punto de mira de las campañas de erradicación; como una versión ecológica de aquello de cortar la pierna para salvar la vida.

Zarigüeya, Nueva Zelanda

La zarigüeya es un mamífero de aspecto simpático, especialmente reconocible por la costumbre de las hembras de llevar a un puñado de crías sobre su lomo. Pero a pesar de que pocas fuentes de posible alimento quedan fuera de su dieta omnívora, también es un voraz depredador. En Nueva Zelanda, la zarigüeya australiana (Trichosurus vulpecula) fue introducida desde la vecina isla a partir de 1837 con el fin de sostener un comercio de pieles; un error que hoy se lamenta. Estos marsupiales han colonizado todo el país, compitiendo por el alimento con las especies nativas, devorando huevos y pollos de aves antes muy extendidas como el kōkako o el kea, y propagando la tuberculosis bovina, sin que sus depredadores naturales, los gatos salvajes, alcancen a controlar sus poblaciones. Cuatro agencias oficiales neozelandesas participan en una auténtica cruzada destinada a exterminar a estos animales, dentro de una gran estrategia que pretende librar al país de depredadores introducidos para el año 2050.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Licencia para exterminar-erradicar especies-2-La zarigüeya australiana ha colonizado Nueva Zelanda, compitiendo por el alimento con las especies nativas. Crédito: JJ Harrison
La zarigüeya australiana ha colonizado Nueva Zelanda, compitiendo por el alimento con las especies nativas. Crédito: JJ Harrison

Sapo gigante, Australia

En 1935 parecía una buena idea. Los cultivadores de caña de azúcar en Australia sufrían grandes pérdidas en sus cosechas debido a unos escarabajos nativos que diezmaban sus plantaciones. En la América tropical, las plagas de la caña se mantenían a raya gracias a un voraz depredador de insectos, el sapo gigante o de caña (Rhinella marina). ¿Qué mejor que importar estos animales al gran país-isla? El problema fue que no se puede controlar el comportamiento de una especie liberada en la naturaleza. Y si bien los sapos comían los escarabajos de la caña, lo cierto era que preferían otros insectos.

Con el crecimiento exponencial de las poblaciones de sapos, que ya han ocupado el 20% del país, otras especies salieron perjudicadas, incluyendo las ranas nativas, que pierden su hábitat ante los invasores. Aún peor, los anfibios introducidos venían con una desventaja extra: son venenosos, por lo que sus depredadores suelen salir mal parados. Especies propias de Australia, como los lagartos monitores, serpientes o gatos marsupiales, han visto reducidas enormemente sus poblaciones en algunos lugares debido a las toxinas de los sapos. Hasta ahora, los intentos de erradicar esta plaga en Australia han sido infructuosos. Mientras, algunos artesanos locales utilizan estos animales para confeccionar bolsos, llaveros y otros objetos.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Licencia para exterminar-erradicar especies-3-Los sapos gigantes ya han ocupado el 20% de Australia. Crédito: Benjamint444
Los sapos gigantes ya han ocupado el 20% de Australia. Crédito: Benjamint444

Corona de espinas, Australia

Vista sobre el fondo del mar, la corona de espinas o acantáster púrpura (Acanthaster planci) resulta una visión curiosa: un gran disco tachonado de espinas con brazos irradiando del cuerpo central, y todo ello a veces con vistosos colores. Pero esta estrella de mar, inusual entre los equinodermos por haber perdido su simetría pentarradial y con sofisticados ojos en la punta de sus 7 a 23 brazos, es un feroz azote para los corales duros de los que se alimenta. Desde los años 60, los científicos han advertido de un aumento explosivo de la población de estos animales en la Gran Barrera de Coral australiana, lo que se ha atribuido a los nutrientes procedentes de la agricultura y de los residuos que las aguas terrestres llevan hasta el mar, donde sostienen el crecimiento de las larvas de la estrella. Se estima que el 42% de la pérdida de la Gran Barrera de Coral se debe a estos espinosos depredadores, por lo que el gobierno australiano y las organizaciones de conservación mantienen una lucha denodada contra ellos.

La corona de espinas o acantáster púrpura es un feroz azote para los corales duros. Crédito: Nhobgood
La corona de espinas o acantáster púrpura es un feroz azote para los corales duros. Crédito: Nhobgood

Cotorras argentinas, España

Muchas de las invasiones biológicas tienen su origen en el comercio de especies exóticas que se venden como mascotas, y que terminan abriéndose camino a la naturaleza. Algunas no sobreviven en entornos muy diferentes de los que les son propios. Pero otras invaden el mundo. Es el caso de la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), un ave nativa de Sudamérica que hoy es invasora en grandes regiones del planeta, incluyendo áreas de clima templado o frío donde se ha adaptado de maravilla, y donde su abundante reproducción y su conducta agresiva amenazan a las especies nativas, sin contar con que sus inmensos nidos colectivos pueden derribar árboles y matar a quien se encuentre debajo. En Madrid, invadida por unas 12.000 cotorras, el ayuntamiento ha puesto en marcha un plan para eliminar a estas aves que dan a parques y jardines un ruidoso color tropical, pero que están acabando con la biodiversidad del entorno urbano.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Licencia para exterminar-erradicar especies-5-La cotorra argentina, un ave nativa de Sudamérica, es invasora en grandes regiones del planeta. Crédito: Maureen Leong-Kee
La cotorra argentina, un ave nativa de Sudamérica, es invasora en grandes regiones del planeta. Crédito: Maureen Leong-Kee

Ratones, Isla de Gough

La isla de Gough o de Gonçalo Álvares es un lugar desconocido para la mayoría, y no sin razón: este territorio de ultramar de Reino Unido es un desolado pedazo de roca volcánica de 91 km2 situado en el Atlántico sur, deshabitado y con un clima inhóspito similar al de Escocia. Sin embargo, su escaso atractivo para los humanos ha hecho de ella un paraíso para ocho millones de aves marinas, lo que en 1995 la convirtió en Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Pero este Manhattan de las aves se encuentra amenazado por una plaga letal: los simples ratones domésticos (Mus musculus), introducidos en el siglo XIX inadvertidamente por los barcos de los cazadores de focas. Desde entonces los roedores se han hecho fuertes allí, y en el sentido más literal: por un curioso fenómeno evolutivo de gigantismo insular, los ratones de Gough hoy son los mayores del mundo, con un tamaño que dobla el normal. En 2007, los científicos alertaron de que estas bestias estaban llevando a la extinción a especies como el albatros de Tristán o el petrel atlántico. Los ratones no solo devoran los pollos, sino también las aves adultas. En 2018 se concibió un ambicioso plan para lanzar veneno desde helicópteros con el fin de dejar la isla libre de ratones en 2022.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Licencia para exterminar-erradicar especies-6-Los ratones domésticos fueron introducidos en el siglo XIX inadvertidamente por los barcos de los cazadores de focas. Crédito: Rasbak
Los ratones domésticos fueron introducidos en el siglo XIX inadvertidamente por los barcos de los cazadores de focas. Crédito: Rasbak

Hipopótamos, Colombia

No es uno de los casos más preocupantes de especies invasoras para la ecología global, pero sí uno de los más singulares, y también uno de los más peliagudos por los animales implicados: hipopótamos. Cuando en 1993 el narcotraficante colombiano Pablo Escobar fue abatido a tiros por la policía, sus propiedades fueron incautadas por el gobierno, incluyendo su zoo privado. La mayoría de los animales fueron retirados de allí, pero los cuatro hipopótamos se abandonaron a su suerte. Y escaparon. Hoy son más de 80 los animales que medran en torno al antiguo rancho de Escobar y el río Magdalena, y Colombia aún no ha podido decidir qué hacer con ellos. Se trata de animales peligrosos para los humanos que modifican profundamente sus ecosistemas; pero mientras algunos expertos advierten de los riesgos que esto supone, en cambio otros apuntan que su presencia podría ayudar a la regulación ecológica, por lo que el debate prosigue.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Licencia para exterminar-erradicar especies-7-Una manada de hipopótamos nada en un lago fangoso en la casa de campo abandonada de Pablo Escobar, en Puerto Triunfo. Crédito: FICG.mx
Una manada de hipopótamos nada en un lago fangoso en la casa de campo abandonada de Pablo Escobar, en Puerto Triunfo. Crédito: FICG.mx

Javier Yanes

@yanes68

 

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