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07 diciembre 2018

Donde reside la creatividad

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La creatividad ha sido clave en nuestra supervivencia y evolución como especie. Y hoy en día, las soluciones creativas aplicadas a la tecnología, la ciencia o las artes nos permiten superar retos y desafíos, transformando nuestra sociedad de manera continua. Pero esa habilidad humana se resiste a ser definida, ubicada y replicada por la ciencia. Gracias a estudios recientes podemos saber que el proceso creativo requiere de complejas conexiones neuronales por todo el cerebro; pero ¿es la creatividad una facultad reservada a un selecto grupo de privilegiados o es algo al alcance de cualquiera de nosotros?

Tras años estudiando a personas extraordinariamente creativas —incluyendo algunos premios Nobel— el psicólogo húngaro-americano Mihály Csíkszentmihályi asegura que si tuviese que utilizar un solo adjetivo para describirlas sería “complejas”. Csíkszentmihályi asegura en su libro Creatividad: El fluir y la psicología del descubrimiento y la invención que “en vez de ser individuos, cada uno de ellos es una multitud”. Así las personas creativas suelen presentar a la vez rasgos aparentemente contradictorios —como ser inteligentes e ingenuas, divertidas y disciplinadas, responsables e irresponsables o introvertidas y extrovertidas. Aunque estos atributos pueden estar presentes en todos nosotros, “lo habitual es estar educado para desarrollar solo uno de los polos. Tener una personalidad compleja significa ser capaz de expresar la totalidad del abanico de rasgos que están potencialmente presentes en el repertorio humano”, escribe Csíkszentmihályi.

Conexiones cerebrales distintas

Cada uno de los dos hemisferios que componen nuestro cerebro realiza algunas tareas concretas (en la mayoría de los adultos, en lado izquierdo está situada el habla, mientras que en el derecho se encuentra la visión espacial); pero para las habilidades más complejas, como la creatividad, se precisa que cooperen intensamente. El neurocientífico de la Universidad de Harvard, Roger Beaty, ha liderado una investigación publicada en al revista PNAS que determina que las personas con ideas más originales muestran un patrón distinto en sus conexiones cerebrales.

Para las habilidades más complejas, como la creatividad, se precisa que los dos hemisferios del cerebro cooperen intensamente. Crédito: Elisa Riva

Beaty estudió el comportamiento de las distintas redes neuronales utilizando una resonancia magnética funcional, técnica que permite obtener imágenes de la actividad del cerebro. “En general, las personas con conexiones más fuertes, tuvieron mejores ideas”, concluye. Las personas creativas son capaces de activar sistemas cerebrales que normalmente no funcionan juntas. Aunque Beaty aclara que su estudio “no determina si es una capacidad con la que se nace o se puede entrenar. La creatividad es compleja y solo estamos rascando en la superficie”. De hecho el cerebro cambia a lo largo de la vida y el aprendizaje estimula la creación de nuevos circuitos nerviosos por los que viaja la información.

En estado de flow

El sociólogo británico Graham Wallas propuso en 1926, en su libro El arte del pensamiento, que el proceso creativo está dividido en cuatro fases: preparación, incubación, iluminación y verificación. Es en la fase de iluminación en la se produce un salto mental, algo así como una chispa en el cerebro, que nos hace tener la certeza de haber solucionado un problema. A mediados de los años 1970, Csíkszentmihályi sugirió que el momento más probable en el que se pueden dar las fases creativas es el denominado como flow, un estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta.

En las últimas décadas los avances en la tecnología de la obtención de imágenes del cerebro le han dado la razón, al permitir “observar” ese estado de flow. Un ejemplo es la estudio del neurocientífico de la Universidad de John Hopkins, Charles Limb, que utilizó resonancia magnética para rastrear la actividad cerebral de músicos de jazz mientras tocaban. “Vimos que la improvisación de los músicos activa algunas áreas del cerebro, y desactivaba otras estructuras cerebrales”, explica en su trabajo publicado en la revista PLoS ONE.

La improvisación de los músicos de jazz activa algunas áreas del cerebro, y desactivaba otras estructuras cerebrales. Crédito: Jimmy Baikovicius

No solo se observan cambios en la activación cerebral, sino también en las ondas que se generan. Los electroencefalogramas identifican que son las ondas de baja frecuencia alfa y theta las que participan de forma importante en el proceso creativo. Estas ondas se corresponden con momentos de sueño ligero, imaginación activa y situaciones de relajación o meditación profunda. De hecho, sabemos que el cerebro procesa igual lo que se imagina que lo que percibe por los sentidos: por eso la imaginación es una gran herramienta para resolver problemas del mundo real. Las modificaciones que podemos observar durante el proceso creativo continúan a nivel de neurotransmisores, con cambios en los niveles de noradrelania, dopamina, anandamida y serotonina.

Hábitos para ser creativos

La idea de lo que es ser creativo ha variado a lo largo de la historia. Un ejemplo es lo que sucedió con el pintor y arquitecto italiano Rafael. En los siglos XVI y XIX, los intelectuales alabaron sus pinturas y las aclamaron como obras maestras, mientras que en el XVII y XVIII, no pasó de ser considerado un gran dibujante. “La creatividad puede ser construida, deconstruida y reconstruida varias veces a lo largo de la historia”, apunta Csíkszentmihályi en su libro. Este psicólogo defiende que la creatividad surge de la interacción entre los pensamientos de una persona y su contexto sociocultural, donde debe producir una transformación.  

Anotar las ideas que se nos ocurren puede ayudar a nuestra creatividad. Crédito: StartupStockPhotos

El ambiente es crucial para que la creatividad se desarrolle. Pero ser creativo requiere una dosis de “energía” extra para superar esquemas mentales preestablecidos y una mayor flexibilidad a la hora de abordar los obstáculos a los que nos enfrentamos, ya que las respuestas y reacciones automáticas condicionan nuestro pensamiento. Algunos hábitos pueden ayudarnos, como anotar las ideas que se nos ocurren, probar nuevas actividades, leer regularmente sobre temas que no nos son familiares o realizar ejercicios de extrañamiento, como intentar ver figuras en las nubes, interpretar el espacio que rodea a las formas o imaginar otros usos para los objetos cotidianos que nos rodean. Es decir, intentar ver el mundo de otra manera, para seguir revolucionándolo.

Bibiana García Visos

@dabelbi

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