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14 julio 2023

Un diamante es para siempre, pero ¿es sostenible?

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Los diamantes son un artículo de lujo, por lo que cabría pensar que su huella ambiental y climática será minoritaria. Pero teniendo en cuenta que su demanda estimada para 2022 fue de 178 millones de quilates —más de 35 toneladas—, que se prevé un aumento del 65% para 2050, que el 80% del diamante extraído se destina a usos industriales, y que del utilizado en joyería el 34% se vende como anillos de compromiso, se diría que su presencia es mucho mayor de lo que sospechamos. Suficiente para preguntarse por su sostenibilidad, sobre todo cuando hoy se ofrecen alternativas artificiales sin minería: ¿existe el diamante verde?

BBVA-OpenMind-Yanes-Diamantes para siempre pero son sostenibles_1 Según un informe de 2021 del Imperial College London (ICL), cada quilate (200 miligramos) tiene una huella de carbono media de 108,5 kilos de CO2. Crédito: Per-Anders Pettersson/Getty Images
Según un informe de 2021 del Imperial College London (ICL), cada quilate (200 miligramos) tiene una huella de carbono media de 108,5 kilos de CO2. Crédito: Per-Anders Pettersson/Getty Images

“Un diamante es para siempre”; es una frase que asociamos a estas piedras, y que de hecho ha sido uno de los eslóganes comerciales más exitosos de la historia, acuñado en 1947 por la publicista Frances Gerety para la compañía De Beers, que durante la mayor parte del siglo XX amasó un monopolio con más del 80% del mercado mundial. Curiosamente y según la International Gem Society (IGS), anteriormente eran más apreciadas otras gemas como los rubíes y zafiros, y fue la publicidad de De Beers, ayudada por el “Diamonds Are a Girl’s Best Friend” que cantaba Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias (1953), la que disparó la popularidad de estas gemas.

Los costes de la minería del diamante

A finales del siglo XX emergió el escándalo de los diamantes de sangre, obtenidos mediante graves abusos de los derechos humanos y utilizados para financiar guerrillas. Esta tragedia humanitaria empequeñeció cualquier otra consideración. Desde 2003, el llamado Proceso de Kimberley ha conseguido la adhesión de 85 países y de la industria a un compromiso de certificación. Y aunque expertos y organizaciones alegan que aún no es suficiente para limpiar la industria, hoy entran en juego además las exigencias de sostenibilidad ambiental y climática.

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Toda minería es medioambientalmente lesiva, y la del diamante se ejerce en cuatro frentes: la extracción a cielo abierto, subterránea, aluvial en los ríos y marina. Según un informe de 2021 del Imperial College London (ICL), cada quilate (200 miligramos) tiene una huella de carbono media de 108,5 kilos de CO2. Aplicado a la producción que cita el informe de 147 millones de quilates en 2018, sumaría unos 16 millones de toneladas de CO2 al año, el equivalente a casi 3,5 millones de coches.

Pero ese mismo quilate requiere la extracción de 1.000 toneladas de tierra, el uso de 101 kilovatios-hora de energía y el consumo de 3.900 litros de agua, generando 1,13 kilos de partículas atmosféricas contaminantes, 2,7 toneladas de metales pesados, 4,3 toneladas de escombros de roca y 1,9 kilos de residuos industriales, además de otras emisiones; a lo que se añaden la deforestación, la destrucción del entorno natural y los impactos de salud y seguridad. Los estudios citados por el ICL estiman un coste ambiental (no un coste económico real) de 42 dólares por quilate de diamante pulido en la minería a gran escala, que se dispara hasta los 1.420 dólares en la minería artesanal aluvial por los costes en salud y seguridad.

Alternativas sostenibles y neutrales en carbono

A finales del siglo XIX comenzó a explorarse la fabricación artificial, que desde mediados del XX refinó las dos tecnologías más utilizadas: alta presión y alta temperatura (HPHT, en inglés) y deposición química de vapor (CVD), a las que se unen otras aún en fase experimental. Los expertos aseguran que estos diamantes son idénticos e indistinguibles de los naturales. Y según la consultora Frost & Sullivan, suponen una alternativa más sostenible: consumen siete veces menos agua, menos de la mitad de energía, emiten menos de un 5% de CO2 que los diamantes naturales y no alteran los ecosistemas. Y según Clean Origin, uno de los laboratorios, cuestan un 30% menos.

La fabricación artificial de diamantes utiliza dos tecnologías fundamentalmente: alta presión y alta temperatura (HPHT, en inglés) y deposición química de vapor (CVD). Crédito: MONIRUL BHUIYAN/AFP via Getty Images

Ya existen fabricantes certificados como neutros en carbono, e incluso compañías como Aether o Skydiamond que alegan una huella de carbono negativa, al utilizar como materia prima CO2 de la atmósfera. En colaboración con la empresa suiza de captura de carbono Climeworks, Aether se compromete a eliminar 20 toneladas de CO2 por cada quilate.

Por su parte, la industria tradicional ha contraatacado acusando a los laboratorios de exagerar sus bondades medioambientales, lo que llevó a la Comisión Federal de Comercio de EEUU a emitir una advertencia. Según la consultora S&P Global en un informe encargado por la patronal, la fabricación en países dependientes de los combustibles fósiles triplica las emisiones de la minería, una afirmación que los expertos académicos cuestionan. En el informe del ICL, el profesor de energía y medio ambiente de la Universidad de Delaware Saleem Ali apuntaba que la industria obvia los datos del ciclo de vida completo de la minería, y para Gavin Mudd, de la Universidad RMIT de Australia, hay una carencia de datos “debido a que la industria de la minería no está acostumbrada a la cultura de la transparencia”.

Los diamantes artificiales consumen siete veces menos agua, menos de la mitad de energía, emiten menos de un 5% de CO2 que los diamantes naturales y no alteran los ecosistemas. Crédito: Istockphotos/Getty Images

Grandes marcas de joyería como Pandora se han apuntado a los diamantes de laboratorio. Y aunque De Beers apuesta por una minería neutra en carbono para 2030, juega a dos bandas, con una línea de diamantes artificiales neutros en carbono cuya web omite toda mención a la compañía matriz. Según los expertos, puede haber sitio para todos; una industria extractiva más ética y transparente puede crear empleo y desarrollo en los países productores, como ocurre en Botsuana. Y que el consumidor elija, sabiendo que unos y otros son para siempre. 

Javier Yanes

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