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16 enero 2024

Natacha Aguilar y la contaminación acústica en los océanos

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La conservación de las ballenas, delfines y marsopas y del medio marino. Aportar el máximo posible a este tan loable como necesario fin es el objetivo de las investigaciones de Natacha Aguilar de Soto (Cartagena, Murcia, 1970). Bióloga marina, esta científica es investigadora científica del Centro Oceanográfico de Canarias (IEO/CSIC) desde 2023, procedente de la Universidad de La Laguna, lugar donde desarrollaba su trabajo anteriormente. De hecho, esta experta en la ecología y el comportamiento de los cetáceos, aunque nació en Cartagena, nunca ha vivido allí, así que  sobre todo se siente Canaria. 

“Los océanos son nuestra principal arma contra el cambio climático global ”, comienza por explicar esta científica, “y los cetáceos, como grandes depredadores en la cúspide de las redes alimentarias del océano, son esenciales para el equilibrio de las comunidades biológicas marinas”. Prueba de ello, como recuerda la investigadora, “el mismo Fondo Monetario Internacional emitió un informe estimando un valor de los servicios ecosistémicos de los cetáceos y concluyendo un ‘valor por ballena’ de 2 millones de dólares”.

“Los océanos son nuestra principal arma contra el cambio climático global y los cetáceos son esenciales para el equilibrio de las comunidades biológicas marinas”

Natacha Aguilar de Soto también estudia el impacto humano en el medio marino, especialmente en relación con la contaminación acústica. “Hidrófonos colocados en las profundidades proporcionan datos de que el ruido marino a bajas frecuencia se está duplicando cada década en los océanos. Esto se relaciona principalmente con el incremento del tráfico de buques, que a su vez se debe a la globalización del consumo”, señala la investigadora. Pero menciona también otros grandes generadores de ruido en el mar: “El clavado de pilotes para aerogeneradores, las explosiones (constructivas o de maniobras militares), los sonares de alta intensidad o las prospecciones sísmicas para investigación geofísica, en muchos casos de petróleo”. 

BBVA-OpenMind-PerezdePablos-La vigilante de los ruidos malignos del mar_1 La bióloga marina Natacha Aguilar de Soto es experta en la ecología y el comportamiento de los cetáceos, y estudia el impacto humano en el medio marino, sobre todo la contaminación acústica. Crédito: Universidad de La Laguna.
La bióloga marina Natacha Aguilar de Soto es experta en la ecología y el comportamiento de los cetáceos, y estudia el impacto humano en el medio marino, sobre todo la contaminación acústica. Crédito: Universidad de La Laguna.

Y, aunque quizás la mayoría de la población no seamos conscientes de ello, la repercusión sobre la naturaleza de todo ese ruido marino es terrible, según esta experta: “Los efectos sobre la fauna marina pueden ser letales, en el caso de las explosiones, o de los sonares militares para los zifios (un grupo de cetáceos muy sensible al ruido); fisiológicos subletales; o de enmascaramiento de señales, como una niebla acústica que dificulta funciones vitales tales como la comunicación para reproducción, o la detección de presas o depredadores”. “Antes pensábamos que el ruido solo afectaba a las ballenas cantoras, ahora sabemos que puede impactar a una gran parte de la fauna marina, desde los delfines hasta los invertebrados”, asegura Aguilar de Soto. 

Los efectos de la contaminación acústica sobre la fauna marina pueden ser letales y dificultar funciones vitales tales como la comunicación para reproducción, o la detección de presas o depredadores, señala Aguilar de Soto. Crédito: Francis Pérez.

De hecho, su equipo ha realizado diversos estudios que así lo demuestran. Uno de ellos en el Mediterráneo observó que un zifio buceando a 800 metros de profundidad comió la mitad de veces cuando pasó un buque cercano y otro, realizado en Nueva Zelanda, mostró malformaciones en larvas de vieiras expuestas al ruido. Y, en el mismo laboratorio, sus compañeros demostraron cómo las larvas de langosta y otros crustáceos utilizan el sonido de la costa para orientarse hacia un buen lugar donde crecer. “Si hay ruido antrópico que enmascare las señales que usan, les será más difícil encontrar dónde crecer bien”, apunta Aguilar.

“Antes pensábamos que el ruido en el mar solo afectaba a las ballenas cantoras, ahora sabemos que puede impactar a una gran parte de la fauna marina, desde los delfines hasta los invertebrados”

Pero, ¿hay soluciones claras a estos problemas? “El ruido del tráfico puede paliarse en el mar, igual que en tierra los coches son ya más silenciosos gracias a normativa ambiental y desarrollos técnicos”, explica. “La Organización Marítima Internacional (OMI) y el Convenio Marpol de prevención de contaminación por buques deben poner en marcha medidas para una implantación progresiva de la construcción naval de bajo ruido, que ya existe y de la que España tiene empresas pioneras. El ahorro en vibraciones ruidosas de los buques significa un ahorro en combustible, y la reducción de velocidad también reduce ruido”. 

La pasión que desprende esta investigadora por su labor por el mar (“El amor a la mar es tan infinito como sus olas”, dice), le vino inicialmente de bucear con su hermano y de los trabajos de grandes divulgadores que todos tenemos en la memoria (de Jacques Cousteau, David Attenborough…). Y, a nivel científico, menciona a varias eminencias, el catedrático canario Alberto Brito, el gran biólogo Daniel Pauly y a Sylvia Earle, premio Príncipe de Asturias.

El ruido marino a bajas frecuencia se está duplicando cada década en los océanos, lo que se relaciona principalmente con el incremento del tráfico de buques, debido a la globalización del consumo, señala Aguilar. Crédito: Universidad de La Laguna.
El ruido marino a bajas frecuencia se está duplicando cada década en los océanos, lo que se relaciona principalmente con el incremento del tráfico de buques, debido a la globalización del consumo, señala Aguilar. Crédito: Universidad de La Laguna.

Esta científica afirma que se observan ejemplos crecientes de que la sociedad y los gobiernos pueden priorizar el bien común a largo plazo sobre el beneficio económico inmediato. “Algunos son la moratoria internacional a la minería profunda, que es una actividad emergente con un impacto ambiental altísimo; los objetivos mundiales de alcanzar un 30% de áreas marinas protegidas a nivel mundial. Este cambio de prioridades se debe en gran parte al cambio de paradigma inducido por la pandemia del COVID. La evidencia científica muestra que las zoonosis han aumentado, que esto se relaciona con la alteración de los hábitats silvestres, y que la movilidad actual favorece que nuevas enfermedades infecciosas puedan globalizarse. Nadie quiere nuevas pandemias y recuperar la biodiversidad es la mejor vacuna”. 

“Las zoonosis se relacionan con la alteración de los hábitats silvestres, y la movilidad actual favorece que nuevas enfermedades infecciosas puedan globalizarse. Nadie quiere nuevas pandemias y recuperar la biodiversidad es la mejor vacuna” 

Respecto a los grandes mamíferos marinos, Natacha Aguilar relata que están sujetos a una miscelánea de impactos locales y globales. Y menciona que “un informe de la Comisión Ballenera Internacional identifica que, de cada cuatro especies de cetáceos (ballenas, delfines y marsopas), una está clasificada como amenazada de extinción (desde vulnerable a amenaza crítica), y que de otro 10% de las especies no existen datos suficientes para saber si están amenazadas o no”. 

De hecho, recuerda algunos de los ejemplos más dramáticos: “En 2007, se registró la primera extinción de un delfín en tiempos históricos, el delfín Baiji del río Yangtze, en China, por donde circulan todos esos buques que nos traen productos importados. La Vaquita, una marsopa exclusiva del Golfo de México, está a punto de extinguirse debido a la pesca ilegal del Totoaba, el pez más caro del mundo por el mercado negro en medicina china. Además, tenemos poblaciones locales altamente amenazadas, como la Orca del Estrecho de Gibraltar, una población conocida desde la época romana porque entraba en las almadrabas persiguiendo el atún, y de la que ahora nos quedan menos de 50 animales”. 

“De cada cuatro especies de cetáceos (ballenas, delfines y marsopas), una está clasificada como amenazada de extinción y de otro 10% de las especies ni siquiera existen datos suficientes para saber si están amenazadas”

Entonces, ¿cuál es el mensaje que no acaba de llegar a la población, las empresas y gobiernos? “La realidad es clara, proteger la biodiversidad es tan importante para nuestra salud como dejar de fumar”, asevera esta bióloga. “Dañar la naturaleza se relaciona con dramas socioeconómicos tan serios como la pandemia del COVID o las predicciones de naciones unidas de millones de emigrantes climáticos. Esto no son opiniones, son datos, y por ello ya ha comenzado un cambio de paradigma desde las altas esferas. Ahora es necesario un empresariado valiente y moderno que se percate de la inmensa oportunidad actual para negocios de economía verde y azul coherente, no teñida”. 

BBVA-OpenMind-PerezdePablos-La vigilante de los ruidos malignos del mar_4 Entre los objetivos de Natacha Aguilar, está cuantificar la circulación de biomasa y energía producida por cetáceos en el hábitat cercano al lecho marino y a distintas profundidades de la columna de agua, para el manejo ecosistémico de actividades humanas. Crédito: Universidad de la Laguna.
Entre los objetivos de Natacha Aguilar, está cuantificar la circulación de biomasa y energía producida por cetáceos en el hábitat cercano al lecho marino y a distintas profundidades de la columna de agua, para el manejo ecosistémico de actividades humanas. Crédito: Universidad de la Laguna.

Y los relatos sobre sus vivencias en y para el mar pueden animar a muchos estudiantes de Biología a seguir sus pasos: “Los biólogos de la conservación somos como los médicos, llenos de tristezas por bajas irrecuperables, pero también de alegrías; en mi carrera destacan dos que han salvado muchas vidas: contribuir a la moratoria al uso de sonares navales en Canarias, donde antes ocasionaban mortandades masivas de zifios; y contribuir a la reducción voluntaria de la velocidad de los buques internacionales en el Golfo de Auckland, lo que ha eliminado casi completamente las colisiones con los rorcuales tropicales residentes en esta zona de Nueva Zelanda”.

“Dañar la naturaleza se relaciona con dramas socioeconómicos tan serios como la pandemia del COVID o las predicciones de naciones unidas de millones de emigrantes climáticos. Esto no son opiniones, son datos”

 De cara al futuro, esta investigadora del mar no tiene objetivos menores. Uno de ellos es  “que se conserve la población de cachalotes en Canarias, una especie vulnerable a la extinción en el archipiélago, dado que hemos observado un declive muy preocupante en su abundancia en la última década. Es imprescindible que ya a principios de 2024 los gobiernos de España y Canarias convoquen un Grupo de Conservación del Cachalote aunando voluntades de solucionar las actividades de impacto y el conocimiento de la academia. Otro es cuantificar el incremento de productividad marina generada por el efecto fertilizador de los cetáceos de profundidad en Canarias, así como la cantidad de CO2 que se extrae de la atmósfera por ello”. “La fertilización favorece el crecimiento planctónico, que consume CO2 y con ello palía el cambio climático”, explica. Un tercer objetivo, entre otros, es  “cuantificar la circulación de biomasa y energía producida por estos cetáceos, y cuánto de ello se realiza en el hábitat cercano al lecho marino y a distintas profundidades de la columna de agua. Esto es relevante para el manejo ecosistémico de actividades humanas, desde pesquerías profundas a evaluaciones de impacto ambiental de minería marina”.

Y su último mensaje no puede ser más positivo y transversal: “Canarias puede tender un puente entre Europa y África hacia medidas de sostenibilidad y conservación marinas”. “Estamos en contacto con la Convención de Especies Migratorias de Naciones Unidas para impulsar el Convenio sobre Conservación de Manatíes y Cetáceos en el África Occidental y Macaronesia. Fomentamos las relaciones con África y en 2024-2025 realizaré actividades en Reunión, Mauricio, Sudáfrica y Namibia, incluyendo estudios de instrumentación de ballenas para tomar datos relevantes para prevención de colisiones, contaminación acústica y otros impactos antrópicos”. Como decía, retos nada menores.

Susana Pérez de Pablos

Crédito foto principal: Universidad de La Laguna

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