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25 junio 2017

Cousteau, mucho más que un explorador submarino

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Millones de personas en todo el mundo han descubierto las maravillas de la naturaleza a través de los documentales. Entre sus muchos autores y protagonistas destaca un trío de ases que han reinado en sus dominios respectivos: si Carl Sagan nos mostró el cosmos y David Attenborough nos ha llevado a recorrer tierras lejanas, el mundo silencioso que yace bajo la superficie de los océanos nos fue revelado gracias al que los precedió a todos ellos, el explorador y oceanógrafo francés Jacques-Ives Cousteau (11 de junio de 1910 – 25 de junio de 1997).

El explorador Jacques Cousteau durante una conferencia en La Haya en 1972. Crédito: Peters, Hans/Anefo.

De Cousteau casi podría decirse que inventó los documentales de naturaleza, aún en blanco y negro y para el cine, cuando la televisión todavía no había llegado a la mayoría de los hogares del mundo. En 1956 y con la codirección de un joven Louis Malle, su retrato de la vida submarina ya a todo color en Le monde du silence mereció la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, un honor que no volvería a recaer en una película documental hasta 2004. Circula en internet la idea de que Cousteau acuñó el “divulgacionismo” científico, y que su forma de popularizar la ciencia recibió críticas del mundo académico. Por desgracia, hoy son otras las controversias que rodean a una figura imprescindible pero no ausente de claroscuros.

Pasión por el agua y el cine

Nacido en Saint-André-de-Cubzac, un pueblecito a algo más de 30 kilómetros de Burdeos y donde hoy también reposan sus cenizas, el pequeño de los dos hermanos Cousteau pronto comenzó a interesarse por los dos elementos que marcarían su trayectoria, el agua y el cine. Pero tras su ingreso en la Marina francesa, parecía que su destino no estaba en el mar, sino en el aire, como piloto naval; hasta que en 1936 un accidente de tráfico literalmente le cortó las alas: se rompió ambos brazos y casi llegó a perder uno de ellos. Fue durante su rehabilitación, nadando en el mar, cuando abrazó definitivamente la pasión de su vida.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Cousteau dejó el legado que hoy utilizan los submarinistas de todo el mundo. En colaboración con el ingeniero Émile Gagnan, en 1943 combinó botellas de aire comprimido con una válvula reguladora para crear lo que ambos llamaron el Aqua-Lung, y que hoy ha pasado al lenguaje popular por las siglas de su nombre técnico: Self-Contained Underwater Breathing Apparatus (aparato autónomo de respiración subacuática), o SCUBA. El Aqua-Lung fue el primer sistema práctico de inmersión de circuito abierto (el aire consumido se expulsaba al exterior) con suministro de aire a demanda. Mientras, las operaciones militares de Cousteau le llevarían a ser retratado durante décadas como un paladín de la Resistencia francesa, a ser repetidamente condecorado y a distanciarse definitivamente de su hermano Pierre-Antoine, un periodista antisemita y pronazi.

Los años 50 marcarían el ascenso de la carrera que le dio a conocer en todo el mundo. En 1950 alquilaba un viejo dragaminas británico a un heredero de la cervecera Guinness por una renta simbólica de un franco al año. Cousteau convirtió el Calypso en un avanzado laboratorio de investigación oceanográfica, pero también en un símbolo inseparable de su comandante, tanto como su característico gorro de lana roja. A lo largo de medio siglo, casi una cincuentena de libros y más de un centenar de documentales le consagraron como el gran padre fundador del ecologismo marino.

Cousteau dejó el legado que hoy utilizan los submarinistas de todo el mundo. Crédito: Cousteau Society

 

El último gran aventurero del siglo

Cousteau falleció en París en 1997 de un ataque cardíaco. Pero ya antes de su muerte, las aguas de su vida comenzaron a enturbiarse. En 1979 fallecía en accidente de hidroavión su hijo Philippe, su continuador natural. Para suplir la pérdida, Cousteau recurrió a su hijo mayor Jean-Michel, pero la relación entre ambos fue tan complicada que acabó en una disputa legal por el uso del apellido, que se prolongaría tras su fallecimiento. Tampoco su imagen salió favorecida cuando salió a la luz, tras la muerte por cáncer de su esposa Simone en 1990, que durante años Cousteau había mantenido una relación extramarital con otra mujer, Francine Triplet, con quien había tenido dos hijos.

Sin embargo, la mayor herida en su reputación comenzó a abrirse en 1993, con una biografía escrita por el periodista francés Bernard Violet en la que se revelaban datos como que, en efecto, Cousteau había espiado a los italianos en la Segunda Guerra Mundial, pero no para la Resistencia, sino para el gobierno de la ocupación alemana en Vichy; o que presentó su primer documental a la cúpula nazi en París; o que sus primeros documentales ocultaban escenas manipuladas y prácticas vandálicas con el medio ambiente. Cousteau fue sin duda una figura compleja; pero como reconocía el propio Violet, fue “quizá el último gran aventurero del siglo”.

Por Javier Yanes

@yanes68

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