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15 noviembre 2022

¿Es la energía nuclear una solución al cambio climático?

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“Mis opiniones sobre la tecnología nuclear y la energía nuclear han cambiado drásticamente a lo largo de décadas. Yo solía ser un líder antinuclear”. Brice Lalonde encabezaba la rama francesa de la organización Friends of the Earth, nacida por y para el activismo antinuclear. En 1973 era arrestado por la Marina francesa a bordo de un barco que pretendía bloquear las pruebas atómicas de su país en la Polinesia. En años posteriores llegaría a ejercer como ministro de Medio Ambiente bajo la presidencia de François Mitterrand y a fundar uno de los cuatro partidos ecologistas de Francia. Pero según relataba a la revista Nature en septiembre de 2022, su visión cambió en 1988, con la creación del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC). Como él, muchos hoy defienden que una fuente de energía sin emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) puede ser una aliada que ayude a romper la dependencia de los combustibles fósiles. Muchos, pero no todos.

Desde que en 1954 la Unión Soviética puso en marcha la central nuclear de Obninsk, la primera conectada a la red eléctrica, esta fuente de energía emprendió una expansión explosiva que se mantuvo hasta comienzos del siglo XXI, incluso a través de una historia turbulenta sembrada de incidentes y accidentes. Los primeros, en la URSS y Reino Unido, acontecían solo tres años después del encendido de aquella primera planta soviética. Después llegarían el de la isla de las Tres Millas en EEUU (1979) y el de Chernóbil en Ucrania (1986), pero ni siquiera la catástrofe masiva de este último pudo desinflar el crecimiento de la energía nuclear. Esto sí ocurrió tras el desastre de Fukushima (Japón) en 2011, pero solo de forma temporal; aunque el segundo accidente más grave de la historia provocó al año siguiente el mayor descenso de producción desde que existe esta tecnología, e incluso el replanteamiento de la política energética en varios países, en 2013 remontó de nuevo.

Las centrales nucleares en el punto de mira 

Hoy los 448 reactores nucleares repartidos en 32 países generan el 10% de la electricidad global, o un 4% del mix energético si se incluyen los transportes y la calefacción. EEUU es la primera potencia en número de reactores, con 96 operativos, sumando el 31% de la energía nuclear generada en el mundo. En producción le sigue China con un 13,5%, pero sus 50 reactores quedan por debajo de los 58 de Francia, país que aporta un 13,3% del total global. La nación del activista Lalonde es la que más fuerte ha apostado por la energía nuclear, que suministra el 70% de su electricidad. 

Ni la catástrofe masiva de Chernóbyl ni el desastre de Fukushima (Japón) en 2011, han desinflado el crecimiento de la energía nuclear. Crédito: Wikimedia Commons

En la Unión Europea las centrales nucleares instaladas en 13 países proporcionan casi la cuarta parte de la electricidad total, aunque la generación ha descendido un 25% desde 2006. En gran medida este descenso se debe a Alemania, inmersa en un proceso de cierre de todas sus centrales, algo que Italia hizo en 1990. En países como Austria o Dinamarca la energía nuclear está ilegalizada, mientras que otros han iniciado procesos para reducirla o abandonarla. Pero pese a que en general la energía nuclear ha estado en retroceso en la UE, la invasión rusa de Ucrania ha contribuido a enfriar los planes de prescindir de esta energía.

Dejando de lado la incertidumbre geopolítica sobrevenida que ha introducido la guerra de Ucrania, el factor que más ha pesado en los últimos años para cuestionar el abandono de la energía nuclear ha sido la posibilidad de que esta fuente de energía ayude a la descarbonización de la producción energética para alcanzar los objetivos del acuerdo de París de 2015, limitar el calentamiento del planeta a un máximo de 1,5 °C. Antes de que el cambio climático se convirtiese en una emergencia global, todo el movimiento ecologista en pleno y buena parte de la comunidad científica abogaba por renunciar a esta forma de energía, de la que el biólogo Paul Ehrlich, autor de la teoría de la bomba poblacional, dijo en 1975 que era “el equivalente a darle una metralleta a un niño idiota”.

El repunte del apoyo a las nucleares

Todo empezó a cambiar cuando en 1988 la declaración ante el Congreso de EEUU del climatólogo James Hansen hizo imposible seguir ignorando que los GEI producidos por la quema de combustibles fósiles estaban aumentando la temperatura del planeta. Y como ha escrito Lalonde, los primeros informes del IPCC “dejaron claro que el mayor y más importante desafío medioambiental era el cambio climático, y no necesariamente la gestión de los residuos nucleares”. Con el fin de siglo el debate nuclear se avivó, mientras figuras relevantes del pensamiento ecologista como Stewart Brand, James Lovelock —proponente de la hipótesis de Gaia— o Thomas Lovejoy —padre de la ciencia de la biodiversidad— comenzaban a decantarse a favor de esta opción energética contra el cambio climático.

BBVA-OpenMind-Yanes-impedimentos-energia nuclear-solucion-cambio-climatico_2 Los 448 reactores nucleares repartidos en 32 países generan hoy el 10% de la electricidad global o un 4% del mix energético si se incluyen transportes y la calefacción. Crédito: Wikimedia Commons
Los 448 reactores nucleares repartidos en 32 países generan hoy el 10% de la electricidad global o un 4% del mix energético si se incluyen transportes y la calefacción. Crédito: Wikimedia Commons

Un hito influyente fue un estudio publicado en 2013 por Hansen y su colega Pushker Kharecha, entonces ambos en el Instituto Goddard de la NASA. Los dos científicos estimaban que en los últimos 40 años el uso de la energía nuclear en sustitución de los combustibles fósiles había evitado 1,8 millones de muertes por la polución atmosférica y la emisión de 64.000 millones de toneladas de CO2 equivalente. Hasta mitad de siglo, añadían, podría prevenir hasta 7 millones de muertes más y hasta 240.000 millones de toneladas de CO2.

Así, la energía nuclear ha ganado unos avales que ni sus más entusiastas defensores habrían soñado décadas atrás. En 2022 el Parlamento Europeo aprobó calificarla como energía verde. En todo el mundo se encuentran en construcción más de 50 reactores, y 30 países están considerando planes de instalación de nuevas centrales. Japón, Bélgica, Suecia, España, Corea del Sur o incluso la propia Alemania se han replanteado en mayor o menor medida sus planes de desnuclearización, y el apoyo a la energía nuclear ha crecido en la primera potencia, EEUU.

Incluso la activista climática Greta Thunberg, que se había manifestado contra la decisión del Parlamento Europeo, ha sorprendido abogando por la permanencia de las centrales alemanas si la alternativa es la quema de carbón. Según el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas (OIEA), Rafael Mariano Grossi, expertos de esta entidad, de la Agencia Internacional de la Energía y del IPCC coinciden en que alcanzar el objetivo del cero neto de emisiones requerirá doblar la capacidad nuclear.

El problema de la gestión de los residuos

No tan deprisa, dicen otros. Por supuesto, nadie ignora el problema de los residuos. La organización ecologista Greenpeace, que no ha modificado su oposición a la energía nuclear, califica el problema de los residuos nucleares como una “crisis global”. Según esta ONG, entre 14 países se acumula un total de casi un cuarto de millón de toneladas de combustible nuclear gastado, en su gran mayoría uranio-238 (el que se utiliza en la reacción en cadena es el uranio-235). Pero no es el único tipo de residuo: a ello se suman los materiales descartados (relaves) de la minería y la producción del uranio, que suman casi 2.400 millones de toneladas, además de unos 2 millones de toneladas de uranio empobrecido (con baja proporción del isótopo 235) generado durante el enriquecimiento.

BBVA-OpenMind-Yanes-impedimentos-energia nuclear-solucion-cambio-climatico_3 El proyecto World Nuclear Waste Report señala que no existe una solución real para los residuos nucleares y que incluso es difícil cuantificar la cifra global. Crédito: Wikimedia Commons
El proyecto World Nuclear Waste Report señala que no existe una solución real para los residuos nucleares y que incluso es difícil cuantificar la cifra global. Crédito: Wikimedia Commons

En palabras de Shaun Burnie, de Greenpeace Alemania, “ni un solo país puede decir que tiene la solución a la gestión de los residuos radiactivos más peligrosos”. Varias instalaciones de almacenaje, alega la ONG, están al borde de la saturación, y el combustible gastado que reposa en las centrales corre el riesgo de sobrecalentamiento, a veces sin generadores de emergencia para el enfriamiento. El almacenamiento geológico profundo no es una opción creíble para Greenpeace. El proyecto World Nuclear Waste Report coincide en que, salvando la actual construcción de un almacén permanente en Finlandia (ver recuadro), aún no existe una solución real para los residuos. Esta entidad señala que incluso es difícil cuantificar los residuos nucleares globales, ya que distintos países aplican diferentes definiciones.

Por su parte, el OIEA sostiene una visión más optimista. En su informe de 2022 alega que “hay un progreso significativo en la gestión segura y eficaz de los residuos radiactivos […], incluyendo el desarrollo de los depósitos geológicos profundos”, afirmando que el 95% de todos los residuos existentes son de radiactividad baja o muy baja, que solo el 1% es de alta actividad, y que el 80% de todos los residuos sólidos están almacenados definitivamente de forma segura y sostenible. El depósito geológico profundo de Finlandia comenzará a operar en breve, y otros proyectos están avanzados en Canadá, Francia, Suecia y Suiza.

La huella de carbono y otros riesgos de las nucleares

Pero los residuos no son la única objeción de algunos expertos a esta nueva fiebre nuclear. Aunque la propia producción de electricidad no emita GEI, sí lo hacen el resto de los procesos asociados: según la lista que recoge el experto en sostenibilidad Manfred Lenzen, de la Universidad de Sídney, la minería del uranio, la trituración, la conversión del mineral a hexafluoruro de uranio, el enriquecimiento, la fabricación del combustible, la construcción de los reactores, su desmantelamiento, el reprocesamiento del combustible, la gestión de los residuos, la rehabilitación de los enclaves mineros y el transporte en todas sus fases.

BBVA-OpenMind-Yanes-impedimentos-energia nuclear-solucion-cambio-climatico_4 Finlandia es el único país que ha conseguido construir un depósito geológico profundo para el almacenamiento definitivo de los residuos nucleares. Crédito: IAEA
Finlandia es el único país que ha conseguido construir un depósito geológico profundo para el almacenamiento definitivo de los residuos nucleares. Crédito: IAEA

Con todo, y aunque los diferentes cálculos ofrecen cifras muy diversas, la mayoría de ellos asignan al ciclo de vida de la energía nuclear unas emisiones considerablemente menores que las de los combustibles fósiles; el IPCC las sitúa en el mismo rango que algunas renovables, como la solar o la eólica. La revisión de estimaciones de Lenzen llega a una cifra media de 65 gramos de CO2 por kilovatio-hora, similar a la eólica, mientras que el gas y el carbón producen 450 y 900 gramos, respectivamente, para generar la misma energía.

Otros expertos apuntan un riesgo adicional, causado por el propio cambio climático. Según el experto en energía Paul Dorfman, del University College London, dos de cada cinco centrales operan en las costas, debido a la necesidad de agua de refrigeración. Un centenar se encuentran solo unos metros por encima del nivel del mar. Con el ascenso de los océanos debido al calentamiento global, su seguridad podría verse comprometida; aunque el desastre de Fukushima viniera causado por un terremoto, fue buena muestra de lo que ocurre cuando una central nuclear se inunda. También corren riesgo las plantas de tierra adentro, en este caso por lo contrario, el riesgo de sequía de los cauces que aportan el agua de refrigeración. Quizá la ciencia y la tecnología lleguen a solventar los grandes obstáculos de la energía nuclear (ver recuadro), aunque difícilmente pondrán fin a una controversia siempre caliente.

Las nucleares del futuro

La tecnología nuclear ha progresado sensiblemente desde las primeras centrales construidas en los años 50 y 60 del siglo pasado, pero no es tan sencillo adaptar las instalaciones ya existentes. Por ejemplo, todas las centrales en España pertenecen a la segunda generación de reactores. Las generaciones sucesivas, III y III+, añaden mejoras evolutivas basadas en los mismos principios, con avances como prescindir de la necesidad de electricidad externa. Pero hoy se apunta a la cuarta generación, que ha tratado de borrar la pizarra en la medida de lo posible para proponer nuevos diseños basados en criterios de sostenibilidad, economía, seguridad y fiabilidad.

BBVA-OpenMind-Yanes-impedimentos-energia nuclear-solucion-cambio-climatico_5 El reactor rápido refrigerado por sodio puede consumir los residuos actuales como combustible en un ciclo cerrado. Crédito: ROSENERGOATOM

El reactor rápido refrigerado por sodio puede consumir los residuos actuales como combustible en un ciclo cerrado. Crédito: ROSENERGOATOM

En concreto, esta nueva generación proyectada para las próximas décadas incluye seis nuevas propuestas. La más avanzada es el reactor rápido refrigerado por sodio, que puede consumir los residuos actuales como combustible en un ciclo cerrado. Dos reactores comerciales operan ya en Rusia. Algunos expertos ven ventajas de seguridad en otro de los diseños, el reactor de sal fundida, que utiliza este componente como refrigerante e incluso como combustible. Otras opciones son el reactor rápido refrigerado por gas, el de muy alta temperatura, el refrigerado por agua supercrítica y el refrigerado por plomo. Alguno de ellos puede adaptarse a la producción de hidrógeno, un combustible en alza.

En estas opciones se contempla también la fabricación de pequeños reactores modulares que puedan ensamblarse en una fábrica y transportarse a su lugar de operación, con una potencia de hasta 300 megavatios, la tercera parte de los actuales. Incluso se plantea la creación de microrreactores de 10 megavatios para zonas remotas o desconectadas de la red eléctrica. Hoy están en desarrollo más de 70 diseños comerciales de pequeños reactores.

En cuanto a la gestión de los residuos, actualmente Finlandia es el único país que ha conseguido llevar a término un proyecto en el que otros han fracasado, la construcción de un depósito geológico profundo para el almacenamiento definitivo. A medio kilómetro de profundidad en la costa báltica, junto a la central nuclear de Olkiluoto, el depósito de Onkalo tendrá capacidad para alojar todo el combustible nuclear gastado que se genere en las centrales del país durante 100 años, antes de su sellado definitivo. Con la reciente adición de un nuevo reactor a los cuatro que ya operaban en el país, Finlandia obtiene ahora más del 40% de su electricidad de la energía nuclear. El depósito comenzará a funcionar en 2024-25. Otros países continúan barajando proyectos de almacenamiento profundo, pero ninguno de ellos se ha concretado aún debido a los recelos que suscitan.

Javier Yanes

@yanes68 

 

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