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26 octubre 2016

En busca de señales de vida alienígena

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A finales del pasado agosto se propagaba en internet la noticia de que el radiotelescopio ruso RATAN-600 había detectado una potente e intrigante señal procedente de la estrella HD 164595, un astro parecido al Sol situado en la constelación de Hércules, a 94 años luz de nosotros. El anuncio, difundido desde el blog Centauri Dreams a partir de la información proporcionada por el astrónomo italiano Claudio Maccone, colaborador del RATAN-600,  hablaba de una señal inusual para tratarse de una fuente natural. Y lo natural fue que de inmediato se levantara una oleada de especulaciones sobre un posible origen alienígena.

Y no sólo especulaciones: de inmediato, el Instituto SETI (siglas en inglés de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), en California, dirigió su matriz de telescopios Allen (ATA) hacia HD 164595, pero no logró escuchar señal alguna. Varios proyectos SETI en distintos lugares del mundo dirigen sus radiotelescopios al cielo con la esperanza de captar alguna señal de radio cuyas características pudieran delatar un origen artificial, como un patrón repetitivo o un pulso fuerte sin causa natural aparente. Los científicos buscan señales que pudieran ir dirigidas específicamente hacia nosotros por civilizaciones conocedoras de nuestra existencia, pero también transmisiones que simplemente puedan escapar al espacio, como nuestras señales de televisión.

En el caso de la señal del RATAN-600, los astrónomos rusos se apresuraron a publicar una nota que confirmaba el uso del telescopio para búsquedas SETI, pero que al mismo tiempo enfriaba los ánimos sobre la señal, en realidad detectada más de un año antes, en mayo de 2015: “El posterior procesamiento y análisis de la señal revelan su muy probable origen terrestre”.

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En el observatorio Parkes de Australia se descubrió la fuente de un enigmático fenómeno astronómico. Crédito: CSIRO

Una nueva falsa alarma

La señal rusa es la última hasta hoy de una larga serie de falsas alarmas en el medio siglo de historia del SETI, un empeño que nació ya ligado a las expectativas frustradas; la primera búsqueda, el 8 de abril de 1960, detectó una posible señal que resultó ser un avión espía. Con la excepción de la llamada Señal Wow!, captada el 15 de agosto de 1977 y para la que aún no se ha aportado una explicación irrefutable, todas las demás han quedado en fenómenos naturales o interferencias humanas, a veces de lo más insospechado: en 2015, el observatorio Parkes de Australia logró por fin localizar la fuente de unos enigmáticos pulsos en su propia cocina; procedían del microondas utilizado por los científicos para calentar su comida.

Otro caso actual de gran resonancia es la llamada estrella de Boyajian o de Tabby, a 1.500 años luz de la Tierra. En octubre de 2015, The Atlantic divulgaba la estupefacción de los astrónomos ante el aberrante comportamiento de una estrella oficialmente denominada KIC 8462852 pero conocida por el nombre de la investigadora de Yale que dio cuenta del fenómeno, Tabetha Boyajian. A lo largo de varios años de observación, el telescopio espacial Kepler había registrado una atenuación esporádica y reversible del brillo de la estrella en un 22%, una magnitud imposible de atribuir al tránsito de un planeta. Tampoco al disco de material que podría rodear a una estrella joven, ya que Boyajian parecía un astro maduro.

Las observaciones de la estrella KIC 8462852 han disparado las hipótesis sobre vida extraterrestre. Crédito: NASA/JPL-Caltech

Cuando los datos llegaron al conocimiento del astrofísico de la Universidad Penn State Jason Wright, éste relacionó los datos de Boyajian con una de sus líneas de trabajo, la posibilidad de detectar civilizaciones alienígenas. Si una especie tecnológica muy avanzada construyera un enjambre de grandes estructuras de ingeniería en órbita alrededor de su estrella, el resultado sería algo parecido a lo observado en el caso de Boyajian, una ocultación parcial de la luz. En los años 60 el físico Freeman Dyson formalizó esta idea que ya manejaba la ciencia ficción, por lo que tales hipotéticas estructuras se conocen como esferas, anillos o enjambres de Dyson.

Hipótesis sin resolver

Desde entonces, la estrella de Boyajian no ha dejado de generar controversia, y tanto interés como escepticismo. Los rastreos SETI no han podido dar con ninguna señal de radio ni pulso láser procedentes de la estrella. Estudios posteriores apoyaron la hipótesis propuesta por Boyajian y sus colaboradores: que la atenuación de la estrella podía deberse al paso de una nube de escombros procedentes de la fragmentación de una familia de cometas. Sin embargo, esta teoría zozobró cuando una investigación posterior propuso que la luz se había reducido en total en un 20% a lo largo del último siglo, algo que no encajaba con la hipótesis del paso transitorio de fragmentos de cometas.

Aunque estos datos fueron luego cuestionados por otro estudio, lo cierto es que sí parece existir una tendencia de atenuación a lo largo del tiempo que no cuadra con la idea de los cometas: un nuevo análisis de los datos de Kepler hecho público el pasado agosto ha descubierto que la estrella perdió un 3% de su brillo durante los cuatro años de observación. “Ningún fenómeno estelar conocido o propuesto puede explicar plenamente todos los aspectos de la curva de luz observada”, concluían los autores del estudio.

Wright propone como hipótesis más plausible que la atenuación no se deba a algo alrededor de la estrella, sino muy lejos: materiales que casualmente caen en nuestra línea de visión hacia ella, como polvo y gas interestelar. Al mismo tiempo que Wright proponía su idea, dos astrónomos de EEUU detallaban la posible presencia de un enjambre de material interestelar, formado por cometas y planetoides, en la línea de visión de la estrella.

Buscando vida más allá de la Tierra

Tal vez futuras observaciones lleguen a dilucidar el enigma de la estrella de Boyajian. Pero sea o no, el caso ilustra que la búsqueda ya no sólo se basa en señales de radio u ópticas. Como comenta a OpenMind el presidente y CEO del Instituto SETI, David Black, “podríamos inferir la presencia de alienígenas en virtud de lo que hacen a su planeta”. O a su estrella. Y sea cual sea el veredicto final sobre el misterioso astro, “las falsas alarmas y la gran atención que atraen en la prensa demuestran la profundidad del empeño SETI y el interés general en ello”, dice a OpenMind el astrofísico Andrew Siemion, director del Centro de Investigación SETI de Berkeley.

BBVA-OpenMind-Larse-Buscando vida extraterrestre bajo el hielo_1 En su búsqueda de vida, los científicos se han centrado en dos lunas cubiertas de hielo en particular: Europa (una luna de Júpiter) y Encélado (una luna de Saturno). Crédito: NASA/JPL/Space Science Institute
En su búsqueda de vida, los científicos se han centrado en dos lunas cubiertas de hielo en particular: Europa (una luna de Júpiter) y Encélado (una luna de Saturno). Crédito: NASA/JPL/Space Science Institute

“Hemos determinado de forma concluyente que las principales condiciones ambientales necesarias para que la vida comenzara en la Tierra, un planeta rocoso temperado, agua y química orgánica, existen por toda la galaxia”, señala Siemion. “Este hallazgo ha impulsado la motivación para toda búsqueda de vida más allá de la Tierra, incluyendo SETI”. El astrofísico espera que este nuevo interés se refleje también en la financiación pública de los proyectos.

En definitiva, se diría que corren buenos tiempos para la búsqueda de signos de vida alienígena, pese a las inevitables falsas alarmas. Y precisamente donde surgió la primera de ellas aquel 8 de abril de 1960, en el telescopio Green Bank de Virginia Occidental, Siemion y su equipo tratarán de escuchar alguna señal de la estrella de Boyajian. Y con la misma ilusión del primer día, sin ceder al desaliento: “Estamos muy emocionados”.

Javier Yanes

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