En la Antártida se concentra el 90% de todo el hielo del mundo. Si se derritiera, el nivel del mar aumentaría unos 60 metros. Es el lugar del planeta donde los científicos encuentran más difícil aventurar cómo se comportarán las capas de hielo a medida que el mundo se calienta: es una zona donde el océano choca contra una enorme cantidad de hielo de agua dulce, de fortísimos vientos y con una poderosa corriente marina, la llamada Corriente Circumpolar Antártica, girando frenética de oeste a este.
La parte oriental es la zona más aislada, fría, inhóspita y sin vida de la Antártida; es decir, de la Tierra. Jamás ha recibido la visita de los aguerridos turistas. Y aquí es precisamente donde, a pesar de la desolación y el frío, un grupo de científicos europeos ansía llegar.

El proyecto Beyond EPICA Oldest Ice (European Project for Ice Coring in Antarctica) es una misión de perforación del hielo antártico organizada por diez países europeos —entre los que no se encuentra España. El objetivo es extraer una columna de hielo continua perforando hasta una profundidad de unos tres kilómetros, casi hasta la base de roca sobre la que comenzó a congelarse el agua. Una vez extraída, se mandará a varios laboratorios para analizar las miles de burbujas de aire que quedaron atrapadas en el momento en que se formó.
Una máquina del tiempo
Estas burbujas contienen la composición de la atmósfera en sucesivos momentos de la historia climática de la Tierra, y los científicos están especialmente interesados en dos parámetros: las concentraciones de dióxido de carbono y metano, los gases de efecto invernadero más importantes. Como cuanto mayor sea la profundidad a la que duerme el hielo, mayor su edad, Beyond Epica pretende extraer hielo tan antiguo como hace un millón y medio de años. Se suele comparar a estas columnas con verdaderos fósiles o con máquinas del tiempo, pero independientemente del acierto de la metáfora, si todo sale bien, serían el hielo más antiguo del mundo.
“A principios de la década de 2000 recuperamos un núcleo de hielo antártico que nos dio un récord climático de 800.000 años atrás. Aprendimos mucho sobre los períodos críticos de los cambios entre períodos cálidos y las edades de hielo. Ahora queremos retroceder aún más allá de hace un millón de años, cuando el clima del planeta, que alternaba entre condiciones glaciares frías e interludios más cálidos, pasó de estar dominado por un patrón de 41.000 años a un ciclo de 100.000 años”, explica Robert Mulvaney, glaciólogo del British Antarctic Survey y parte de Beyond Epica. Se trata de entender qué determinó el cambio en los ciclos glaciares terrestres y si el aumento de los niveles de dióxido de carbono jugó un papel importante, junto con otros factores como los cambios en la inclinación rotacional de la Tierra, para intentar predecir mejor qué nos deparará el aumento de la temperatura.

Durante los últimos tres años, Mulvaney y sus colegas se han dedicado a buscar el sitio ideal para encontrar este hielo de hace más de un millón de años en buen estado y en condiciones de poder ser extraído con seguridad. Para ello utilizaron radares en vuelos a baja altura y extrajeron testigos a profundidades de unos 400 metros. Sus resultados les permitieron comprender las características de las capas de hielo más profundas y, por lo tanto, más antiguas, hasta que resultó un sitio ganador para perforar: un lugar al que llamaron Little Dome C.
El mundo blanco
Little Dome C se encuentra a un par de horas en moto de nieve —unos 50 kilómetros— de la estación de investigación antártica Concordia, operada por franceses e italianos, en la llamada región de Wilkes Land, a una altitud de 3.233 metros sobre el nivel del mar. Los científicos que trabajan allí no suelen ver caer gotas de lluvia: la temperatura media anual es de 54,5 grados bajo cero, raramente se superan los -25ºC, y en invierno es fácil que caigan por debajo de unos gélidos 80 grados bajo cero. Little Dome C vendría a ser la antítesis del infierno.
Este lugar reúne varias características que lo hacen único para esta misión: tiene hielo de al menos 1,5 millones de años de antigüedad, ofrece buena resolución incluso en sus partes más antiguas, pero sobre todo, no se está derritiendo en la base, la parte más antigua. Uno de los muchos problemas para extraer muestras tan profundas es que el flujo de calor proveniente del interior de la Tierra, sumado al efecto aislante de la gruesa capa de hielo sobrepuesta acaba derritiendo el hielo.

Aún pendiente de que la Unión Europea apruebe la financiación completa de este proyecto, la campaña de perforación empieza este mes de junio. Un equipo de expertos coordinado por el glaciólogo Carlo Barbante, de la Universidad de Venecia, instalará un campamento en Little Dome C donde los científicos vivirán en contenedores de carga. Primero tendrán que preparar el campamento, lo que les llevará unos dos años, para comenzar a perforar a partir de 2021 hasta 2025 durante los meses de verano antártico, entre noviembre y enero.
“Sabemos que nuestro clima está cambiando. Lo que aún no entendemos del todo es cómo responderá el futuro clima a los crecientes gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera más allá de 2100 y si habrá puntos de inflexión en el sistema de los que aún no somos conscientes. Sería de gran ayuda si pudiéramos entender lo que sucede cuando la duración de los ciclos climáticos naturales cambia. Solo podemos obtener esta información de la capa de hielo de la Antártida. Embarcarse en esta misión es tremendamente emocionante”, concluye Olaf Eisen, coordinador del proyecto y glaciólogo del Instituto Alfred Wegener de Investigación Polar y Marina.
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