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12 junio 2020

El origen de la cirugía sin dolor: los comienzos de la anestesia

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El 30 de marzo de 1842 fue un miércoles. No es una fecha que suela recordarse como memorable, salvo quizá para los admiradores de quien murió ese día, la retratista francesa Madame Le Brun, o de quien nació ese día, el filósofo estadounidense John Fiske. Sin embargo, aquel día vio la luz pública uno de los mayores avances de la historia de la humanidad: la anestesia. Y curiosamente, pese a que hoy no podríamos concebir nuestro mundo sin ella, desde que un cirujano de Georgia llamado Crawford Long operó entonces por primera vez a un paciente sin dolor hasta que esta práctica logró imponerse transcurrió un cierto tiempo, en el que aquel revolucionario descubrimiento llegó a ser calificado de “influencia satánica” o de “ciénaga de patraña”.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Origen de la anestesia 2-Retrato de Crawford Long. Fuente: Wikimedia
Retrato de Crawford Long. Fuente: Wikimedia

La aspiración de operar sin dolor es probablemente tan antigua como la cirugía más rudimentaria. Según algunas referencias, el uso de la adormidera o amapola real (Papaver somniferum), fuente del opio, se utilizaba en Mesopotamia hasta quizá 4.000 años antes de nuestra era. Durante la antigüedad se emplearon otras plantas como cannabis, coca, beleño, acónito o mandrágora, y prácticas como la acupuntura o la compresión de la carótida para producir una breve inconsciencia; pero nada de ello bastaba. En el siglo XVI, médicos como Paracelso o Valerius Cordus ya conocían el éter, llamado entonces sulphur philosophorum o “aceite dulce del vitriolo”. Extrañamente, aunque Paracelso observó sus propiedades somníferas y analgésicas, tuvieron que transcurrir tres siglos más hasta su primera utilización como anestésico.

Por entonces, una operación quirúrgica era una tortura inhumana, un último recurso para salvar una vida, pero limitado a los miembros y las zonas superficiales; los órganos internos y el interior del cráneo eran inoperables. Los pacientes eran amarrados a la mesa de operaciones y algunos huían: cuando el famoso cirujano británico Robert Liston se disponía a operar un cálculo en la vejiga, el paciente escapó para encerrarse en los lavabos. Liston tiró la puerta abajo y atrapó al sujeto para llevarlo de vuelta al quirófano. Tan espantosa era la cirugía que la rapidez era esencial; Liston ha sido apodado como “el cuchillo más rápido del West End”. “Tómenme el tiempo, caballeros”, decía. Era capaz de amputar una pierna, desde el primer corte a la sutura, en dos minutos y medio. Algunos cirujanos, cuentan los relatos de la época, lloraban o vomitaban después de operaciones especialmente horripilantes.

Una mastectomía en vivo en 1811

Una de las descripciones más célebres es la de la escritora inglesa Fanny Burney, quien en 1811 sufrió una mastectomía en vivo para extirpar lo que se creía era un cáncer de mama. “Tan atroz fue la agonía”, escribiría Burney, que no pudo dejar de gritar durante toda la intervención; la novelista describió cómo sintió el bisturí separando el tejido del hueso para después rascar sus costillas, y anotó en su crónica la expresión de horror del cirujano, tan pálido como ella. 

Resulta llamativo también que el descubrimiento formal de los anestésicos para la medicina llegara a través de su uso inicial como drogas recreativas. En 1799 el químico inglés Humphry Davy, descubridor de varios elementos químicos, comenzó a experimentar con el óxido nitroso, notando su capacidad de provocar la risa y postulando su uso como anestésico para la cirugía sin dolor. Davy y otros coetáneos se convirtieron en adictos al gas de la risa, y en la década de 1830 se hablaba de los “ether frolics”, reuniones en las que se dispensaban óxido nitroso o éter para experimentar sus curiosos efectos, incluyendo la supresión del dolor.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Origen de la anestesia 3-Recreación de la demostración de anestesia con éter por W.T.G. Morton el 16 de octubre de 1846. Crédito: Southworth & Hawes
Recreación de la demostración de anestesia con éter por W.T.G. Morton el 16 de octubre de 1846. Crédito: Southworth & Hawes

En aquel contexto, el uso del éter como anestésico ya no se demoraría mucho. Hoy en Boston una placa recuerda cómo en octubre de 1846, en el Hospital General de Massachusetts, se utilizó por primera vez el éter como anestésico. En esta institución se conserva como museo el Ether Dome, donde el dentista William Morton, participante en aquellos ether frolics, administró éter a un paciente para que el cirujano John Warren le extirpara un tumor del cuello sin el menor dolor. “Caballeros, esto no es una patraña”, declaró Warren ante una audiencia maravillada.

El éter y un concienzudo médico rural

La noticia del procedimiento de Morton se extendió velozmente. Pero durante décadas, las conmemoraciones de aquella operación ignoraron que en realidad no fue la primera demostración pública de la anestesia con éter. Tal honor corresponde a Long, entonces un médico rural en Georgia con sólida formación y también familiarizado con los ether frolics, como también lo estaba su paciente, James Venable. Fue por ello que Venable accedió a inhalar éter para que Long, ante varios testigos, le extirpara un tumor del cuello cuatro años antes de la intervención de Morton y Warren.

Hasta donde sé, Long y Morton nunca se conocieron, y probablemente solo supieron el uno del otro cuando Morton comenzó a presionar al Congreso de EEUU por el reconocimiento y la compensación monetaria”, comenta a OpenMind Roger Thomas, profesor emérito de neurociencia del comportamiento de la Universidad de Georgia y un estudioso de la figura de Long. Así pues, no se trata de un caso de apropiación de un descubrimiento ajeno, sino que ambos llegaron al mismo hallazgo, pero Long no publicaría sus resultados hasta 1849, después de numerosas intervenciones. “Long era un cuidadoso y concienzudo médico rural cuyos casos se presentaban con poca frecuencia, por lo que le llevó años establecer a su satisfacción que el éter era, en efecto, un anestésico viable y fiable”, señala Thomas.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Origen de la anestesia 4Un viejo matraz metálico de éter. Crédito: Łukasz Karolewski
Un viejo matraz metálico de éter. Crédito: Łukasz Karolewski

Por el contrario, Morton no tuvo tantos escrúpulos. “Era un bribón que disfrazó el éter anestésico que utilizaba añadiéndole colorantes y olores para patentarlo y venderlo”, apunta Thomas. “Incluso le dio al éter el falso nombre de Letheon. Su engaño se reveló rápidamente y, como el éter estaba en el dominio público, no pudo patentarlo”.

Un invento del diablo

Pero más allá de la diferente actitud de los dos médicos, que durante largo tiempo resultaría en un reconocimiento general para Morton y en un olvido histórico de la primicia de Long, resulta aún más sorprendente que no toda la profesión médica recibiera con entusiasmo el inmenso hallazgo de la cirugía sin dolor. Hubo quienes no creían en ello, como Robert Huston, director del Philadelphia Medical Examiner: “Estamos seguros de que los cirujanos de Filadelfia no se dejarán seducir desde el alto sendero profesional del deber hacia la ciénaga de la patraña por este fuego fatuo”. Otros sí reconocían sus efectos, pero los vilipendiaban por motivos religiosos: “Pienso que la anestesia es del diablo, ¡y no puedo aprobar ninguna influencia satánica que priva al hombre de la capacidad de reconocer la ley!”, escribió William Atkinson, primer presidente de la Asociación Dental de EEUU. “¡Ojalá no existiera la anestesia! No creo que a los hombres se les deba impedir lo que Dios les ha destinado a soportar”.

BBVA-OpenMind-Javier Yanes-Origen de la anestesia 5-Robert Liston fue el primero en emplear la anestesia en Europa. Crédito: Wellcome images
Robert Liston fue el primero en emplear la anestesia en Europa. Crédito: Wellcome images

Pese a todo, a finales de 1846 el uso de la anestesia comenzaba a extenderse. Liston fue el primero en emplearla en Europa, el 21 de diciembre. “Caballeros, hoy vamos a probar un truco yanqui para hacer a los hombres insensibles”, dijo a su audiencia. Cuando el paciente despertó unos minutos después de la amputación de su pierna, preguntó cuándo iba a comenzar la operación. Por su parte, Fanny Burney vivió hasta los 87 años; se desconoce si su tumor era realmente canceroso. Falleció en 1840, dos años antes del día en que la cirugía comenzaría a cambiar para siempre. 

Javier Yanes

@yanes68

 

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