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19 octubre 2018

Cuando la corbata aprieta pero no ahoga: pros y contras del uniforme laboral

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El uso continuado de la corbata durante la jornada laboral reduce el flujo sanguíneo que llega al cerebro. Una limitación que puede ser un factor de riesgo, según un reciente estudio efectuado por médicos del Hospital Universitario Schleswig-Holstein, en Kiel (Alemania). Y un estudio que vuelve a poner sobre el tapete el debate sobre la conveniencia o no de vestir de uniforme —y más en concreto de traje y corbata— en el trabajo.

Este debate adquirió especial relevancia en el 2012, cuando un sorprendente estudio de la Northwestern University acuñó el efecto conocido como enclothed cognition (cognición atávica). Según el estudio, la ropa que vestimos puede llegar a modificar nuestra capacidad cognitiva e influir en nuestra manera de relacionarnos.

Tal y como explica a Openmind el experto Steve Kassem, del Neuroscience Research Australia, “la enclothed cognition es un fenómeno documentado desde hace años, pero ha presentado dificultades para definir cuándo y cómo ocurren los cambios psicológicos”.

De la bata… a la corbata

En el mencionado estudio, el Dr. Adam D. Galinsky y un equipo de la Northwestern University comprobaron que los resultados de un test de atención y concentración realizado a un grupo de voluntarios mejoraban de forma significativa cuando hacían la prueba vestidos con una bata blanca de médico. Una mejoría que, sin embargo, no experimentaba otro grupo que vestía una bata idéntica pero presentada en este caso como de pintor. Ni tampoco un tercer grupo que efectuó la prueba con la misma bata de médico a la vista, pero sin llegar a ponérsela.

Los investigadores justificaron estos resultados con un doble efecto. “La enclothed cognition depende tanto de la experiencia física de vestir la prenda como del significado simbólico que se le concede”, explica el Dr. Kassem. Este significado simbólico se refiere a los valores, atributos y capacidades que se suele asignar a quienes la visten habitualmente. En el caso concreto del estudio, los médicos acostumbran a verse como personas con una elevada capacidad de atención, necesaria para identificar una dolencia a partir de unos síntomas, mientras que a los pintores no se les presupone esa misma capacidad.

La Northwestern University comprobó que la capacidad de atención de un grupo de voluntarios mejoraba al vestir una bata blanca de médico. Crédito: George Hodan

A rebufo del estudio de 2012, otra investigación realizada dos años más tarde ponía de manifiesto que la capacidad negociadora de un grupo de voluntarios había aumentado cuando pasaban de vestir su ropa habitual a negociar con un traje. Por el contrario, en aquellos acostumbrados vestir formalmente, la capacidad negociadora disminuía al vestir de forma más casual. Además, se observó un reflejo fisiológico en los niveles de testosterona, que aumentaron y disminuyeron respectivamente en uno y otro grupo de estudio.

Como complemento a esta investigación, en 2015 un nuevo estudio probaba que vestir atuendo formal —el traje y corbata asociado a los hombres de negocios— aumentaba la capacidad de negociación y la capacidad de planificar estrategias a largo plazo. Los responsables de la investigación vincularon estos resultados con la sensación de poder y seguridad que identificamos con las personas que llevan al traje, y que, por tanto, vestirlo aportaba a los voluntarios del experimento.

Riesgos para la salud

A la vista de estos resultados, ¿dónde está el debate? Éste surge porque, frente a las ventajas intelectuales o cognitivas derivadas del uso de uniforme, una serie de estudios reflejan los problemas, riesgos o daños fisiológicos que supone. “Cualquier riesgo fisiológico asociado al uso de uniforme es resultado del uniforme en sí mismo y no un efecto de la enclothed cognition” aclara Kassem.

Con respecto al uso y abuso de la corbata, el estudio que el Hospital Universitario Schleswig-Holstein presentó en junio de 2018 es el último exponente. Mediante el seguimiento con resonancias magnéticas de un grupo de 30 voluntarios, con una media de edad de 24,6 años y en perfecto estado de salud, se comprobó que el flujo de sangre que llegaba al cerebro disminuía como consecuencia de la presión que ejerce la prenda sobre los vasos sanguíneos del cuello. La disminución era de un 7,5% en los voluntarios con la corbata bien ceñida y de un 5,7% en los que la llevaban aflojada.

El uso continuado de la corbatareduce el flujo sanguíneo que llega al cerebro. Crédito: Markusspiske

Como los propios autores del estudio resaltan, los efectos de la disminución del flujo sanguíneo suelen ser inapreciables mientras no alcance el 10%, cuando comienzan a manifestarse en forma de dolor de cabeza, mareos y/o náuseas. Sin embargo, una disminución incluso menor, como la producida por la corbata, puede ser un factor de riesgo en fumadores, ancianos o personas con tensión arterial alta.

Glaucoma e infecciones

Antes del estudio de 2018, ya otras investigaciones estudiaron los riesgos asociados al empleo de corbata. La pionera fue la realizado en 2003 por la New York Eye and Ear Infirmary, que postulaba que el uso sostenido de esta prenda lleva parejo un pequeño incremento de la presión intraocular —consecuencia de la presión sobre los venas episclerales que parten de la capa más externa de la esclerótica—, lo que constituía un riesgo para el desarrollo y progresión de un glaucoma. Tras estudiar a 40 hombres —la mitad sanos y la mitad con glaucoma—, comprobaron que al usar una corbata ligeramente apretada durante tres minutos el 60% de los pacientes con glaucoma y el 70% de los sanos tenían aumentos significativos en la presión ocular, que volvía a caer tan pronto la sacaban.

Una corbata ligeramente apretada incrementa la presión ocular. Crédito: Nenad Rakicevic

Por otro lado, en 2009, un extenso estudio del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido demostraba la masiva presencia de patógenos en las corbatas y en las batas de doctores, al ser dos prendas muy expuestas y que no se lavan con frecuencia, con el riesgo de infección y contagio que conlleva.

Todavía se está lejos de alcanzar un consenso o una respuesta definitiva respecto a la conveniencia o no de llevar corbata. Es más, tanto los responsables de las citadas investigaciones como los expertos en la cuestión remarcan la necesidad de efectuar y ampliar dichos estudios.

Entre tanto, no estaría de más ampliar el concepto de “enclothed cognition” a “enclothed cognition and (medical) condition”, por cuanto vestir de uniforme o traje no solo tiene efectos cognitivos, también sobre la salud.

Miguel Barral

@migbarral

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