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03 enero 2017

Pequeños grandes inventos: la pajita de bebida

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Cuando en 1928 el arqueólogo británico Leonard Woolley encontró la tumba de la reina Puabi en la antigua ciudad sumeria de Ur, en el actual Irak, desenterró para el mundo un increíble tesoro intacto. Pero entre tanta riqueza también dio con un hallazgo mucho más humilde: la primera representación histórica del uso de pajitas para beber. Según los arqueólogos, sumerios y babilonios empleaban pajitas no por moda o capricho, sino para degustar su densa cerveza sin tragarse los posos ni los tropezones de la espuma. Repasamos la evolución tecnológica de este invento, cuyo origen se pierde en la historia, y que empezó a fabricarse en serie hace 130 años.

 Sumerios y babilonios empleaban pajitas para beber la cerveza. Crédito: sumerianshakespeare.com
Sumerios y babilonios empleaban pajitas para beber la cerveza. Crédito: sumerianshakespeare.com

Aunque la versión básica era un simple junco hueco, personajes notables como la reina Puabi disponían de lujosas pajitas de metales preciosos que formaban parte del ajuar funerario. Pero acotar la historia de la pajita de beber a sumerios o babilonios sería algo demasiado estrecho: algunos biólogos sugieren que la probóscide de ciertos insectos, como las mariposas, funciona en parte como una pajita, así que la naturaleza ya la habría inventado antes que nosotros.

El relato común atribuye la invención de la pajita de beber al estadounidense Marvin Chester Stone en 1888, pero esto es inexacto; además de los precedentes históricos, antes del invento de Stone hubo tanteos previos: en 1870 Eugene Chapin patentaba un “tubo de beber para inválidos”, flexible y que se fijaba al vaso mediante una pinza. Nueve años más tarde, William Henry Brown inventó un “utensilio para mezclar y beber líquidos”, una pajita con un colador perforado en la base que en realidad ya se empleaba desde siglos antes en Suramérica para el consumo del mate.

La primera pajita artificial desechable

Para ser precisos, la aportación de Stone fue la primera pajita artificial desechable. Según el Centro Lemelson para el estudio de la Invención y la Innovación de la Institución Smithsonian, Stone se encontraba un día en Washington, saboreando un julepe de menta en compañía de unos amigos después del trabajo. Como era costumbre en la época, Stone sorbía su cóctel con un tallo de heno, pero le molestaban el residuo y el sabor a hierba que quedaban cuando esta pajita natural se deshacía en la bebida. Se le ocurrió entonces enrollar una tira de papel alrededor de un lápiz, sacarlo después y fijar la estructura del papel con pegamento.

Patentes de Marvin Stone (izquierda, 1888) y Joseph Friedman (derecha, 1937). Crédito: US Patent and Trademark Office

Stone, inventor e hijo de inventor, se dedicaba por entonces a fabricar boquillas de papel para cigarrillos, así que contaba con la industria necesaria para poner en marcha su idea. Tras patentarla en Inglaterra en 1887, el 3 de enero de 1888 obtuvo en EEUU la patente número 375.962 para su “pajita artificial”, con la que pretendía “proporcionar un sustituto barato, duradero e inocuo para las pajitas naturales comúnmente usadas para la administración de medicinas, bebidas, etc”. La pajita se fabricaría con papel de Manila y se recubriría con parafina para impermeabilizarla. Además, Stone dispuso que su utensilio iría “preferiblemente coloreado imitando la pajita natural”, para que no resultara extraño al consumidor.

El invento de Stone cosechó un éxito inmediato: en 1890, su fábrica ya producía más pajitas que boquillas. Según la empresa que hoy lleva el nombre del inventor, Stone Straw Limited, en 1906 el proceso se mecanizó con la primera máquina que enrollaba el papel. El mismo sistema se aplicaría después a otros materiales diferentes al papel para la fabricación de radios, aparatos eléctricos y productos diversos.

Otros intentarían emular el éxito de Stone proponiendo mejoras, como una pajita con la boquilla aplastada para que el líquido no cayera de nuevo al vaso al cesar la succión, o pajitas con un mecanismo retráctil para que salieran de la botella al abrirla, o incluso una pajita flexible y comestible, fabricada con chicle, harina, azúcar y almidón. El propio Stone patentó otros modelos, como una pajita doble que se conseguía enrollando el papel longitudinalmente desde ambos bordes para darle una sección en forma de letra B, u otra similar que se obtenía comprimiendo el tubo por su línea central.

Pajita de cuello flexible

Sin embargo, ninguna de estas propuestas triunfaría, y el diseño básico de Stone prevalecería durante cuatro decenios. Hasta que un día Joseph Bernard Friedman, viendo cómo su hija Judith se afanaba para llevarse a la boca una pajita desde su vaso de batido sobre el mostrador de la cafetería, insertó un tornillo en el tubo de papel, marcó las estrías con hilo dental y sacó de nuevo el tornillo. Había nacido el cuello flexible de fuelle, que Friedman patentó en 1937.

La vuelta al papel es la última innovación en las pajitas de beber. Crédito: Aardvark Straws

Curiosamente, ninguno de los fabricantes de pajitas de la época mostró interés en comprar la patente de Friedman, por lo que en 1939 el inventor acabó fundando su propia empresa, la Flexible Straw Corporation. La Segunda Guerra Mundial paralizó el desarrollo de su negocio, pero en 1947, una vez terminada la contienda, comenzó a vender sus pajitas flexibles, en un principio a hospitales. Los años 60 sustituyeron el papel por plástico, y desde entonces la pajita no ha cesado de ser objeto de innovaciones con más o menos fortuna: telescópicas, con formas extravagantes, con colores cambiantes, con sabores…

Hoy las pajitas herederas de las ideas de Stone y Friedman se utilizan a millones a diario en todo el mundo; y cómo no, también se descartan a millones. El problema de los residuos plásticos ha llevado a introducir materiales biodegradables, pero también ha inspirado un regreso al papel con materiales y tecnologías del siglo XXI siguiendo el diseño original de Stone. Una reivindicación histórica de un personaje hoy poco conocido, certero inventor que además fue apreciado por su obra filantrópica. Pero que, sobre todo, ayudó a conectar al ser humano con su bebida.

Javier Yanes para Ventana al Conocimiento
@yanes68

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