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14 mayo 2014

Cómo cambiar el futuro de África con el robot más barato del mundo

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El año pasado, en Nairobi, un grupo de estudiantes de entre siete y 18 años se pusieron a construir un robot. Lo hicieron usando material reciclado, el chasis era un ratón de ordenador, los motores sacados de un DVD viejo… El coste del aparato era de unos cinco euros. El objetivo de este proyecto, Panyabot, es educar a una nueva generación de inventores críticos, capaces de adaptar la tecnología a sus necesidades independientemente de su extracto social. Este proyecto educativo fue uno de los ganadores del certamen bianual que organiza la Red de Robótica Africana (AFRON). En él participan desde prestigiosas instituciones de países desarrollados como el MIT o Harvard hasta inventores con pocos recursos en países como Nigeria. El objetivo final es crear el robot más barato del mundo, uno que pueda construirse fácilmente en cualquier sitio y que reclute mentes jóvenes para la ciencia, la tecnología,  la ingeniería o las matemáticas.

Una niña juega con un Lollybot.

“En África la robótica tiene multitud de aplicaciones, desde los buscadores de minas a los drones para vigilar tendido eléctrico u otras instalaciones pero, de todas ellas, la que más potencial tiene es la educación”, explica desde California Ken Goldberg. Este profesor de nuevos medios en la Universidad de California en Berkeley y especialista en áreas como la inteligencia artificial viajó a Ghana en 2012 y quedó sorprendido por el interés de muchos jóvenes en desarrollar su propia tecnología usando componentes reciclados.

“En África hay un montón de expertos en reutilizar material, muchos jóvenes saben cómo destripar dos ordenadores y montarse el suyo su propio y eso es algo que la mayoría de doctorados en los países desarrollados no tiene”, explica Goldberg.

Así fue como surgió la idea de crear AFRON junto a su colega Ayorkor Korsah, profesora de informática en la Universidad Ashesi, en Acra. Lo primero que hicieron fue organizar el proyecto de robot educativo ultra-asequible, un concurso para que ingenieros de todo el mundo compitiesen por crear un robot fácil de montar que costase 10 veces menos que sus homólogos en el mundo desarrollado. Así es como surgieron ingenios como Panyabot o como Lollybot, que es, según Goldberg, el ejemplo más innovador de cómo crear un robot asequible que pueda usarse para enseñar ciencias en casi cualquier rincón del mundo.

El Lollybot es un mando DualShock como el que usan las consolas PlayStation reconvertido en un mini-explorador robótico. Los propios motores del mando mueven las ruedas hechas con tapones de botellas. En la parte superior, incrustado en los mandos, hay dos ChupaChups. Cuando el robot se topa con un obstáculo, los caramelos basculan, accionan los mandos en sentido contrario y hacen retroceder vehículo. El robot, cuyas piezas cuestan menos de siete euros, fue diseñado por Tom Tilley, profesor en la Universidad de Payap, en Tailandia y fue el ganador de la primera edición del concurso de AFRON. Ese mismo año, L.I.O.S., un robot hecho de cartón y que puede guiarse usando una linterna diseñado en España, recibió una mención especial.

Los estudiantes pueden encontrar en internet toda la información necesaria para encontrar los componentes, montar los robots, soldar sus chips y ponerlos en funcionamiento. Países como Kenia, Ghana o EEUU ya han sido reconocidos por la asociación por usar los robots en proyectos educativos con estudiantes de instituto.

“Estamos muy sorprendidos de la respuesta que hemos tenido hasta ahora”, dice Goldberg. En la actualidad AFRON tiene 400 miembros y su concurso está financiado por la Sociedad de Robótica y Automática IEEE, con sede en EEUU.

El próximo paso puede ser crear un producto educativo con la ayuda de alguna empresa. “Queremos vender kits con todas las piezas necesarias para construir el robot a precios realmente asequibles”, explica Goldberg. La idea es usar material reciclado, por ejemplo los excedentes de producción de modelos antiguos de mandos DualShock. Goldberg asegura que ya hay un fabricante chino de estos aparatos interesado en darle esta salida a sus excedentes.

Goldberg dice que estos kits podrían fabricarse en África, por ejemplo, y distribuirse a todo el mundo, no solo a países en desarrollo, sino también en sitios como EEUU o España, donde también hay una necesidad de potenciar el interés por las ciencias y la ingeniería. “El potencial es enorme, China, India, Rusia… en muchos sitios hay chavales a los que le interesan este tipo de cosas y que no tienen dinero suficiente como para llevarlas a cabo”, concluye Goldberg.

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