En 2050, la población mundial alcanzará los 10.000 millones. Un desafío sin precedentes que traslada la responsabilidad a las ciudades, pues la ONU estima que el 67% de los habitantes del planeta vivirán en las urbes. Los retos económicos, demográficos, sociales y ambientales tratan de ser resueltos con un mismo y nuevo concepto: las Smart Cities. Gobiernos de todos puntos del globo están, en paralelo en su mayoría y en colaboración en algunos casos, jugando la misma carta: convertirlo todo en inteligente. Bajo el tsunami de ideas, se encuentran grandes proyectos que tienen como objetivo mejorar la vida de sus habitantes. Hacemos un repaso a algunas de ellas.
Revolución al transporte eléctrico y conectado:
La forma en la que nos moveremos se ha convertido en la gran protagonista. Un desafío que en las urbes masificadas es prioritario. Nueva York ha encontrado su solución en los autobuses eléctricos. El Gobierno de la ciudad se ha propuesto mejorar su circulación instalando sensores en ellos y en los semáforos. De tal forma que cuando un autobús se acerca a un semáforo lo alerta para que alargue el verde o lo anticipe. Esta forma de priorizar su paso en las intersecciones ya ha llevado a reducir el tiempo de viaje en un 20%.

Pero no solo las grandes metrópolis están tratando de hacer frente a las necesidades de un nuevo tipo de transporte. Oslo (Noruega) se está focalizando en reducir las emisiones de dióxido de carbono de los coches. El objetivo es recortar estas emisiones a la atmósfera en un 50% para 2020. ¿Cómo? Rediseñando toda su red de transporte y prohibiendo la circulación de coches particulares.
Facilitar los trámites oficiales desde el móvil:
Tel-Aviv, en Israel, empezó su transformación en 2013, cuando los resultados de una encuesta interna desvelaron que los habitantes adoraban su ciudad, pero detestaban su gestión. De ahí nació DigiTel, una aplicación de móvil desde la que se puede pagar el agua y las facturas municipales, registrarse para una plaza en la escuela pública, pedir permiso de aparcamiento o enviar fotos de baches y carreteras en mal estado.

En Palo Alto (California, EEUU), uno de los lugares más conectados e innovadores del planeta, por su cercanía a Silicon Valley, se ha creado una app similar desde la que los ciudadanos comunican incidentes y acceden a servicios locales a cualquier hora del día. Pero no son los únicos, este tipo de servicio está disponible en múltiples y variados puntos del globo como Gijón (España), Astana (Kazajistán) o Southampton (Reino Unido).
Controlar el gasto en electricidad:
Lograr un control en tiempo real del gasto de electricidad en los hogares es un objetivo de la Unión Europea, un reclamo publicitario para muchas empresas eléctricas y una realidad en Gran Bretaña. El objetivo de la campaña nacional Smart Meters (contadores inteligentes) es instalar de forma gratuita 53 millones de estos contadores en Inglaterra, Gales y Escocia con los que se podrá controlar en directo el consumo de gas y luz. Se han dado de plazo hasta 2020 para llegar a todos los hogares de la isla.

En Estados Unidos ya han sido conectados a los hogares más de 51 millones de contadores avanzados, según el departamento de Energía estadounidense. Y otras urbes como Oslo también han comenzado iniciativas similares a nivel municipal, para facilitar la creación de una red de cargadores para vehículos eléctricos.
Potenciar el sistema de salud inteligente:
Los tigres asiáticos, entre los que destacan Singapur, Japón o Corea del Sur, han comenzando a llevar la innovación a sus sistemas sanitarios. Por los pasillos de uno de los principales centros de Singapur, el Changi General Hospital, ya se pasean pacientes, médicos y robots. HOSPI, del tamaño de una persona, lleva dos años y su misión es transportar medicamentos, archivos y muestras de sangre de un lado a otro de este hospital de cuatro edificios. No es el único del centro, donde también operan aparatos autónomos de carga y robots cirujanos. Estos últimos son también habituales en el país nipón.

Otras iniciativas apuntan a la geolocalización de pacientes dentro del edificio para facilitar el trabajo al personal o la monitorización del enfermo desde la cama —gracias a la instalación de fibra óptica en los colchones— para controlar a distancia la temperatura o la respiración.
Ofrecer datos abiertos y transparentes:
Conceptos como el ‘Big Data’ se han vuelto habituales en el desarrollo de las ciudades inteligentes. Pero, ¿qué aplicación tiene realmente el almacenamiento de millones de datos? Algunos gobiernos municipales como los de Tampere o Helsinki, en Finlandia, han decidido recolectar información de sus ciudadanos pertenecientes al tráfico, la posición geográfica, el presupuesto de la ciudad y el consumo.

Se trata de datos agregados, donde la cantidad es tan inmensa que resulta imposible identificar a ningún individuo, pero que pueden dar una visión de conjunto y crear oportunidades de negocio. Solo hay una condición: estos datos deben ser abiertos y transparentes, es decir, deben estar disponibles y al alcance de cualquier ciudadano.
Apostar por la educación ‘programada’:
El último gran proyecto que necesita una ciudad inteligente es precisamente el que asegura todos los demás: la educación. Los aparatos e ideas que harán la vida más fácil al ciudadano deberán ser desarrollados por aquellos que hoy solo están en la escuela. Singapur, vencedor del informe PISA, tiene clara su apuesta: enseñar a programar. Esta medida ya llega a más de 20.000 niños, entre tres y 12 años. Se empieza desde las escuelas infantiles, donde los más pequeños comienzan a jugar con robots para aprender a programarlos de forma básica. Una vez en los colegios, la programación se convierte en una materia troncal: videojuegos, drones, impresoras 3D, circuitos y robots.

La pequeña ciudad francesa de Saint-Quentin en Francia demuestra cómo no hace falta ser uno de los países con mayor PIB del mundo para tratar de encabezar este cambio. En el últimos años, ha inaugurado un festival y jornadas de robótica para niños, ha abierto nuevos grados en la Universidad sobre robots digitales y ha abierto cursos para personas en paro sobre programación informática. El cambio se inicia, también, en pequeño.
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