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13 marzo 2017

Metafísica de nuestro tiempo: seres digitales

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Ser o no ser ya no es la cuestión

La revista Newscientist dedicó un número especial a las “grandes preguntas”; las que, históricamente, “se dejan a los filósofos” pero que, según afirman desde la publicación, “los científicos están demandando cada vez más como propias”.

Una de esas preguntas, se entiende su grandeza teórica, es aquella de ¿cómo sé qué existo? pero que, en el siglo XXI de inmediato podría derivara en otra distinta: ¿puedo estar seguro que no existo en una simulación creada por una inteligencia más avanzada?

Imagen: jesse orrico / unsplash

No hay certeza para responder que no. La reproducción digital de la actividad neuronal de un animal, conectarlo a un aparato mecánico para que interactúe, y que lo consiga ya no es ciencia ficción. Si nosotros lo hemos podido hacer, también sería posible aplicar una transformación similar al cerebro de un ser humano o de una máquina. Es la indefinición a la que tendremos que acostumbrarnos con el futuro que viene.

Un gusano clave para la ciencia

Fuente: Busbice (2014). Extending the C. Elegans Connectome to Robotics.

El gusano Caenorhabditis elegans es, por sus características, un gran apoyo para la ciencia. Es microscópico (un 1 mm de longitud), pero su gracia para la investigación reside, entre otras cosas, en sy genoma: se ha podido secuenciar tanto su genoma como su conectoma. Así, fue en 1998 cuando se convirtió en el primer organismo multicelular en ser secuenciado genéticamente por completo.

Además, no solo conocemos las 302 neuronas que conforman su cerebro, sus 6418 sinapsis y los 95 músculos inervadores, sino que, desde 2014, un investigador, Tim Busbice, dio a conocer que había logrado reproducir digitalmente dichas neuronas.

Fueron necesarios 302 programas, uno por cada neurona, conectados todos ellos entre sí, de una manera similar a la llamada comunicación sináptica. A continuación, conectó ese sistema a un robot, originalmente un Lego Mindstorms EV3 Robot, y dejó que interactuara libremente con el entorno.

“Wrapping the entire connectome into a framework whereby sensory input can be derived from robotic sensors and directed to connectome sensory neurons, which in turn activates interneurons, which activate motor neurons, and muscle output can be accumulated to activate robotic motors, the simulated connectome and connectome framework allows for a biological simulation and study of the entire connectome from sensory input to muscular output” (Busbice, 2014. Extending the C. Elegans Connectome to Robotics).

Fuente: Busbice (2014). Extending the C. Elegans Connectome to Robotics.
Fuente: Busbice (2014). Extending the C. Elegans Connectome to Robotics.

Al encender el robot, Busbice logró que se moviera tras captar un sonido, como le ocurre al gusano biológico, buscando encontrar trazas de alimento.  Moviéndose, el robot se encuentra con un obstáculo, busca sortearlo, pero no por programación previa alguna, sino como resultado de su propia interacción, aprendizaje, una y otra vez, neurorobótica: un sistema neurodigital.

El trasfondo filosófico del “robot-gusano”

A propósito de la cuestión de saber qué existimos, es intrascendente el hecho de que el robot mecánico conozca, sepa, o sea consciente de que intercara gracias a un cerebro, digital. Esa, podría ser nuestra situación futura como seres humanos: los seres vivos, en realidad, es posible, sean  seres simulados, por una inteligencia superior.

Lo peor, por definición, excepto una revolución en el futuro, puede ser que nunca lo descubriéramos, y algunos podrían aprovechar y argumentar que precisamente nuestra incapacidad para descubrir por qué existimos, demostraría ya nuestra condición de simulación, quizás a causa de un algoritmo que nos lo impide.

En cualquier caso, habrá que esperar un tiempo para que la red neuronal del C. elegans pueda llegar al “pienso, luego existo” de Descartes, o al Yo de Fichte, o la Autoconciencia de Hegel o, a su propio sorpresivo: “¡Oh! ¿qué hago yo, un C. elegans, con ruedas mecánicas?”

Está también la cuestión acerca de qué tipo de ente considerar a este ser, dado que es una combinación de un ser mecánico con una reproducción digital de un cerebro biológico, y que en esa triple condición interactúa con su entorno. ¿Podemos hablar de un animal digital?

Busbice ha seguido con sus investigaciones y hoy se encuentra al frente de su propio negocio, The Connectome Engine, cuyo propósito, afirma, es la creación de seres inorgánicos. No puede pasar desapercibido el uso de la palabra creación para referirse a seres inorgánicos, que ya no es tanto un problema de metafísica, ni siquiera de antropología, filosófica, obviamente, aunque tampoco el antropo empieza a servir de mucho en este contexto.

Por ahora, el panorama para referirse a estos nuevos seres parece un callejón sin salida  y al mismo tiempo, un callejón con muchas opciones de salida. Sería comparable a la mejor tradición de lo desconocido, en la que Andrónico de Rodas, el filósofo griego del siglo I, sistematizador del Corpus Aristotelicum, utilizó por vez primera el término metafísica para referirse a “ta meta ta physika”, lo que está más allá de la física o, al menos, de nuestra física o de la que viene, la de aquellos, los seres digitales.

Walter Farah Calderón

Filósofo

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