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06 marzo 2018

La Capilla Sixtina, ¿un tratado oculto de anatomía humana?

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Pocos personajes célebres tienen el privilegio de pasar a la historia con su nombre de pila, es un honor reservado a los más grandes como Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni, conocido simplemente como Miguel Ángel. El artista nacido en la República de Florencia el 6 de marzo de 1475 ha legado a la humanidad algunas de las piezas más admiradas de la historia del arte, como los frescos de la Capilla Sixtina o el David. Su obra es famosa por su fidelidad anatómica, pero un dato no tan conocido es la fuente de este conocimiento: Miguel Ángel practicó numerosas disecciones de cadáveres que le inspiraron incluso, afirman algunos investigadores, para esconder todo un tratado de anatomía interna en sus frescos vaticanos.

La faceta de Miguel Ángel como estudioso de la anatomía arranca en su juventud temprana en Florencia. Tras la muerte en 1492 de su protector, el mecenas Lorenzo de Medici, el artista talló en madera un Cristo crucificado para el prior del convento de Santo Spirito, quien le permitía utilizar una sala para diseccionar cadáveres del hospital asociado a la iglesia. Según escribió su discípulo y biógrafo Ascanio Condivi, al maestro le producían un gran placer estos estudios de anatomía.

La faceta de Miguel Ángel como estudioso de la anatomía arranca en su juventud temprana en Florencia. Fuente: Metropolitan Museum of Art, colección online

Aunque el tabú de la disección del cuerpo humano se había mitigado en la Edad Media y en el Renacimiento se aconsejaba a escultores y pintores que asistieran a estas operaciones públicas para documentarse, el florentino fue uno de los primeros artistas que emprendió estos estudios en persona. Condivi describía un dibujo de Miguel Ángel que representaba a dos hombres diseccionando un cuerpo a la luz de una vela clavada en el vientre del cadáver. El artista continuó practicando disecciones hasta una edad avanzada, cuando las abandonó porque llegaron a producirle asco.

Un cerebro humano en la creación de Adán

Para entonces, Miguel Ángel había adquirido un conocimiento profundo del cuerpo humano. Condivi relató cómo era capaz de impartir toda una lección magistral de anatomía con un cadáver en sus manos, revelando detalles que ni siquiera los médicos de la época conocían. Incluso planeó publicar un tratado en colaboración con el eminente anatomista Realdo Colombo, su amigo, médico y, al menos en una ocasión, proveedor de cadáveres.

Pero aunque su tratado de anatomía nunca llegara a materializarse, hay quienes afirman que Miguel Ángel dejó representados numerosos detalles del interior del cuerpo humano en su decoración de la Capilla Sixtina. Según el médico estadounidense Frank Lynn Meshberger, el manto rosado que rodea a Dios en el panel de la creación de Adán tiene un sospechoso parecido con la forma de un cerebro humano, lo que para este autor esconde un mensaje codificado por Miguel Ángel: el regalo de la inteligencia concedido por el creador.

Vista compuesta de la tesis pictórica de F. L. Meshberger sobre la imagen incrustada del cerebro en la Creación de Adán. Crédito: F. L. Meshberger

En 2000 el nefrólogo Garabed Eknoyan publicó un estudio en el que establecía una similitud en estructura y colores entre el manto de Dios en el fresco de la separación de las tierras y las aguas, y un riñón derecho diseccionado. Eknoyan no sólo relacionaba esta aparente semejanza con los propios problemas de riñón que sufría el artista, sino que además interpretaba esta representación como una metáfora deliberada de la función renal en la separación de sólidos y líquidos, tal como se entendía entonces.

Un Dios con bocio

Por su parte, los médicos suecos Lennart y Anne-Greth Bondeson sostienen que el Dios plasmado en otro panel, la separación de luz y oscuridad, muestra en su cuello claros signos de bocio, una dolencia tiroidea que pudo padecer el propio artista. Los Bondeson sugieren que mediante tal representación Miguel Ángel quiso conferirse un estatus divino a sí mismo. Pero curiosamente, este mismo cuello de extraños volúmenes e iluminación incoherente tiene para el neurocirujano Rafael Tamargo y el ilustrador médico Ian Suk otro significado muy distinto: se trata de un esbozo del tronco cerebral humano, al que acompañan una médula espinal y un nervio óptico en los pliegues de los ropajes.

Varios investigadores ven la Capilla Sixtina como un tratado encubierto de anatomía humana. Crédito: Antoine Taveneaux

Aquí no acaban las especulaciones: una articulación del hombro dibujada en el cuerpo de una sibila, una vértebra en el de Holofernes, el hueso hioides en la postura de Dios separando la luz de la oscuridad, un pulmón en la forma del manto de Dios creando a Eva… Todo un “código Miguel Ángel” en el que varios investigadores han querido ver la Capilla Sixtina como un tratado encubierto de anatomía humana, pero de cuya veracidad difícilmente existirá jamás una sola prueba.

Javier Yanes

@yanes68

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