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17 marzo 2023

El amor animal como terapia emocional

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El lector de este artículo que tenga su perro al lado se identificará con ciertos humanos proto-alemanes de hace 14 milenios, aunque poco o nada en las circunstancias de este ciudadano actual coincide con las de aquellos. Salvo, precisamente, el perro. 

Hablamos de la tumba de Bonn-Oberkassel (oeste de Alemania), donde reposaron juntos los restos de dos personas, un hombre y una mujer, y dos canes durante 14.000 años. Podría tratarse de la prueba más antigua de una conexión emocional entre especies, ya que el enterramiento sugiere un vínculo familiar compartido entre los individuos inhumados, y también porque el más joven de los perros, que era sólo un cachorro, parece haber sobrevivido a una enfermedad grave, posiblemente gracias a los cuidados que recibió de sus compañeros bípedos.

La tumba de Bonn-Oberkassel, donde reposaron juntos los restos de dos personas y dos canes durante 14.000 años, podría ser la prueba más antigua de una conexión emocional entre especies. Crédito: The ice age hunters from Oberkassel COPY Karol Schauer

Al cabo de tanto tiempo, esto nos consta: la persona que cuidó a aquel animal, al hacerlo también se cuidó a sí misma. Dicho de otra forma, están científicamente demostrados los efectos terapéuticos de ese vínculo en el equilibrio emocional humano, tan asediado en el siglo XXI y no digamos ya durante y tras la pandemia

Eso sí, no todas las investigaciones son exhaustivas, y para precisar qué conclusiones respalda el consenso científico consultamos a Nuria Máximo, directora de la cátedra Animales y Sociedad en la Universidad Rey Juan Carlos, y a Paula Calvo, investigadora, etóloga y experta en antrozoología —el estudio de la relación humano-animal—. 

Para empezar, citan un párrafo de la doctora Helen Ballantyne sobre esa empatía ya sugerida en el yacimiento germano: “Los animales son nuestra familia, por eso el vínculo es tan profundo. Algunos de mis colegas médicos, menos familiarizados con estas poderosas emociones, se sorprenden al darse cuenta de que su paciente puede anteponer la salud y el bienestar de su animal a los suyos propios”.

Efectos variables según las especies y terapias

¿Beneficios probados fuera de toda duda? Sobre todo, que la compañía afectuosa de un animal puede reducir el nivel de depresión, mitigar los sentimientos de soledad profunda, de ansiedad y agitación, mientras mejora las relaciones y aptitudes sociales, según indica este estudio de 2018

La compañía afectuosa de un animal puede reducir el nivel de depresión, mitigar los sentimientos de soledad profunda, de ansiedad y agitación. Crédito: Westend/Getty Images
La compañía afectuosa de un animal puede reducir el nivel de depresión, mitigar los sentimientos de soledad profunda, de ansiedad y agitación. Crédito: Westend/Getty Images

Algunas líneas investigadoras como las de NIH (National Institutes of Health) de EEUU, además de demostrar cómo se reducen las hormonas relacionadas con el estrés y aumentan las placenteras endorfinas, se enfocan en grupos acotados. Por ejemplo, en pacientes terminales, personas con diferentes grados de autismo o trastorno bipolar, niños diagnosticados con déficit de atención por hiperactividad, o incluso el posible efecto preventivo de la convivencia temprana con canes y gatos en el agravamiento de enfermedades mentales, la esquizofrenia entre ellas. 

Sus resultados son bastante dispares tanto por terapias como especies, en el sentido de que la protección parece mayor en perros para algunas de estas patologías. Algunos experimentos son muy curiosos, como el realizado con niños hiperactivos que le leen cuentos a perros reales —entrenados especialmente para ese tipo de relaciones— y a muñecos que imitaban a esos mismos perros para comprobar después las diferencias en la comunicación o la interacción social de los niños.

Este otro estudia confirma “el refuerzo de la personalidad, el fomento de la autoestima y el desarrollo cognitivo, entre otras muchas ventajas”, en niños y niñas. No obstante, recuerda que la relación con mascotas no es una panacea, hay que planificarla para evitar accidentes o un trato brusco a los animales, y recomienda la compañía de perros o gatos en lugar de las especies no tradicionales o exóticas. “Tener un animal ayuda a los niños a aprender sobre la responsabilidad y a cuidar de los demás”, apunta otro paper.

Un beneficio bidireccional

Entre las lecciones respaldadas por la comunidad científica, destaca que el vínculo es bidireccional, beneficia tanto a animales de dos como de cuatro patas. Para que desarrolle todo su potencial, debe priorizar la calidad y fundarse en actividades compartidas —como ocurre con las mismísimas relaciones entre personas—. “La capacidad de los animales domésticos para responder afectuosamente a las atenciones humanas y provocar un comportamiento prosocial y un afecto positivo puede ser una de las razones por las que dichos animales son más sensibles a las atenciones”, apunta este análisis.

Con la ayuda de una legislación favorable se podría definir a medio plazo qué especies o qué ejemplares son los más adecuados para cada tratamiento. Crédito: Getty Images
Con la ayuda de una legislación favorable se podría definir a medio plazo qué especies o qué ejemplares son los más adecuados para cada tratamiento. Crédito: Getty Images

 Ahora bien, hay que entender estas investigaciones como un proceso no concluido de mejora continua. Han avanzado mucho, pero les queda mucho más por avanzar. Demuestran los efectos positivos, pero no tanto la causa que los desencadena. “Todavía desconocemos los mecanismos subyacentes del vínculo entre animales y personas, está claro que no basta con la mera presencia del animal, es necesaria una relación de apego seguro para que se den esos beneficios”, explica Nuria Máximo.

Para la profesora, un frente de avance es incluir los aspectos sociodemográficos de las personas que conviven con animales en contraposición con las que no lo hacen para así afinar los resultados, por ejemplo, cuando no muestran mejorías emocionales sino todo lo contrario. “De ahí la importancia —continúa la experta— de realizar más investigaciones de tipo longitudinal, es decir, que estudian la evolución a lo largo plazo de cómo cambia el bienestar de las mismas personas en cada etapa de su vida, teniendo en cuenta cuándo conviven con otros animales o no”.

Uno de los objetivos de ese conocimiento más preciso sería entender mejor el vínculo, incluso en relaciones o contactos más breves como en terapias puntuales, para apurar toda su capacidad. Y no solo individual sino social como ayuda, más allá del ámbito familiar, en hospitales o residencias de ancianos. Incluso para mejorar la convivencia y la reinserción de grupos difíciles como los presos violentos.

Entre las lecciones respaldadas por la comunidad científica, destaca que el vínculo es bidireccional, beneficia tanto a animales de dos como de cuatro patas. Crédito: Westend61 / Ramon Espelt/Getty Images

Claves de la capacidad curativa de los animales  

Nuria Máximo apunta algunas de las claves para progresar en ese conocimiento tan complejo como prometedor de los efectos de nuestras relaciones con los animales:

  • Las relaciones con los otros animales producen beneficios sobre todo cuando respetamos sus necesidades. Por lo tanto, hagamos el esfuerzo de comprender cómo se producen, cómo cuidarlas. 
  • En ámbitos como los recursos humanos o la gestión de empresas, la diversidad de los equipos vale oro. En entender el poder benéfico de los animales, también. Imaginemos si en esos estudios, además de profesionales de la salud y el comportamiento humano y animal, colaboran sociólogos, economistas, legisladores, criminólogos, incluso urbanistas para integrar mejor a las mascotas en las ciudades.
  • Con la ayuda imprescindible de una legislación favorable y sensata, esa visión más avanzada haría posible a medio plazo definir qué especies o qué ejemplares son los más adecuados para cada tratamiento, y con qué profesionales implicados. 
  • En todo caso, la formación en empatía hacia los animales se convierte en una herramienta de protección para una sociedad más justa y más sana, finaliza la experta.

Juan Pablo Zurdo

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