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14 agosto 2018

Cómo la muerte de Lawrence de Arabia llevó al uso del casco de moto

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Le recordamos sobre todo por la inolvidable recreación de Peter O’Toole en el largometraje de David Lean (1962). Arqueólogo, militar, escritor y arabista, el británico Thomas Edward Lawrence, conocido como Lawrence de Arabia, acumuló sobrados motivos para convertirse en leyenda. Sin embargo, mucho menos conocido es cómo su muerte prematura llevaría a la popularización del uso del casco para los motoristas.

Después de amalgamar la revolución árabe contra el imperio turco durante la Primera Guerra Mundial, Lawrence de Arabia ( (16 de agosto de 1888 – 19 de mayo de 1935) regresó a su patria, donde su inquietud le llevaría a enrolarse en la Royal Air Force. A los 46 años, recién licenciado de este servicio, disfrutaba de un tranquilo retiro en su cottage de Dorset, donde se entregaba a otra de sus grandes pasiones: las motocicletas.

La mañana del 13 de mayo de 1935, Lawrence montó su Brough Superior SS100, conocida por entonces como el Rolls-Royce de las motos y que le había regalado el dramaturgo George Bernard Shaw. En ella se acercó a la base militar de Bovington Camp para enviar un telegrama. Nunca regresó a casa. A su vuelta, una maniobra brusca para esquivar a dos niños en bicicleta le lanzó por encima del manillar. Fue trasladado al hospital de Bovington, donde permaneció en coma hasta fallecer el 19 de mayo.

T.E. Lawrence en su Brough Superior. Fuente: Wikimedia

La muerte de Lawrence de Arabia causó conmoción internacional. Y entre los afectados por la pérdida estaba Hugh Cairns, un cirujano de 38 años que ejercía en Londres y que había sido requerido por los médicos de la base para atender al paciente. Cairns no pudo salvarlo; su traumatismo craneoencefálico era demasiado grave.

Lawrence no llevaba casco en el momento del accidente, ya que por entonces su uso en Reino Unido solo era obligatorio en carreras deportivas. Después de aquel suceso, el cirujano convertiría la protección de la cabeza de los motoristas en el núcleo de su carrera.

El referente de la neurocirugía inglesa

Nacido en Port Pirie (Australia), Cairns (26 de junio de 1896 – 18 de julio de 1952) sirvió en Oriente Próximo y Francia durante la Primera Guerra Mundial, y a su  término se instaló en Gran Bretaña. Como joven y prometedor cirujano, en 1926 se trasladó a Boston (EEUU) para aprender una nueva disciplina, la neurocirugía, de uno de sus fundadores, Harvey Cushing. Por entonces la cirugía cerebral apenas se practicaba y no existía la especialidad. Gracias a la experiencia en EEUU, a su regreso al London Hospital Cairns se convirtió en la referencia de la neurocirugía inglesa. Y por tanto, en el experto a quien recurrir cuando Lawrence yacía en coma con una lesión cerebral masiva.

En los años posteriores al accidente de Lawrence, y desde su recién fundado Departamento de Cirugía Nuffield de la Universidad de Oxford, Cairns emprendió un estudio pionero sobre la mortalidad y las lesiones cerebrales sufridas por motoristas. Y con el estallido de la Segunda Guerra Mundial se demostró la importancia del casco: en 1941 Cairns escribía en la revista British Medical Journal (BMJ) que 2.279 motoristas habían fallecido en Reino Unido durante los primeros 21 meses de la guerra, un 21% más que en tiempo de paz. “En un número de casos el desenlace fatal podría haberse evitado si se hubiera llevado protección adecuada para la cabeza”, escribía, subrayando que solo siete accidentados tratados por él llevaban casco, y todos ellos habían sobrevivido.

Cairns realizó un estudio pionero sobre la mortalidad y las lesiones cerebrales sufridas por motoristas. Crédito: Sidney Smith

La razón del aumento de los accidentes de tráfico, incluso cuando el combustible estaba racionado, se debía en parte al apagón motivado por la guerra: la iluminación pública no se encendía por precaución contra los bombardeos y los vehículos circulaban con las luces atenuadas. Pero la razón de las muertes de los motoristas era sin duda la ausencia del casco: Cairns descubrió que, de 149 casos analizados, las lesiones en la cabeza causaron la muerte en 102.

Uso obligatorio de casco en el ejército

El estudio concitó una notable atención y sirvió para que en noviembre de 1941 el uso del casco se hiciera obligatorio para los motoristas del ejército británico. Para su siguiente trabajo, publicado en BMJ en 1943, Cairns contó con la ayuda del físico de Oxford y motociclista A. H. S. Holbourn. Según relataba el médico e historiador John Trevor Hughes en un artículo publicado en 2001 en la revista Journal of Medical Biography, Holbourn calculó las fuerzas ejercidas sobre el cerebro en un accidente, explicando que al impacto directo se sumaba el golpe del cerebro contra el cráneo. El físico llegó a fabricar un modelo del cerebro con gelatina y formaldehído para ensayar los efectos de los accidentes.

En su trabajo de 1943, Cairns y Holbourn resumían 106 casos de motoristas accidentados que llevaban casco, con el fin de examinar qué modelo era más seguro de los dos más utilizados entonces, uno fabricado con goma vulcanizada y el otro con pulpa de madera comprimida. Comparando los resultados, concluían: “en lo que se refiere a la prevención de fracturas del cráneo, el casco de pulpa es cuatro veces mejor que el vulcanizado”. Ambos cascos llevaban cubierta externa y sujeción interna para amortiguar el golpe, pero el segundo era más resistente y estaba mejor diseñado.

En 1941 el uso del casco se hizo obligatorio para los motoristas del ejército británico. Crédito: Imperial War Museum

Cairns falleció de cáncer en 1952 sin llegar a ver impuesta la obligatoriedad del casco para todos los motoristas, pero otros continuaron su labor y la medida fue aprobada por fin en Reino Unido en 1973. Según señala a OpenMind el ingeniero de la Universidad de Aveiro (Portugal) Ricardo Alves de Sousa, especializado en biomecánica de lesiones cefálicas y sistemas de protección, en las últimas décadas los cascos han evolucionado gracias al uso de la fibra de carbono o el kevlar para la cubierta externa y el poliestireno expandido para el interior, al que se unen ahora otros materiales como EVA, EPP o D3O. Pero aún hay “enormes posibilidades de mejora”, valora el ingeniero. Un progreso tecnológico que salva millones de vidas y que comenzó con la historia de dos genios que nunca llegaron a cruzar una palabra.

Javier Yanes

@yanes68

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