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24 abril 2019

El héroe de la Soyuz 1, entre el mito y la realidad

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El 24 de abril de 1967, el cosmonauta ruso Vladimir Komarov (16 de marzo de 1927 – 24 de abril de 1967) se convertía en la primera víctima mortal de un vuelo espacial, tres meses después de que los tres tripulantes del Apolo 1 dejaran sus vidas en la plataforma de lanzamiento a causa de un incendio durante una prueba. Como la de los tres astronautas estadounidenses, la historia del piloto de la Soyuz 1 es la de los pioneros caídos en la búsqueda de nuevos horizontes. Pero como ocurre a menudo en estos casos, los hechos se han adornado con leyendas que tratan de magnificar aún más el heroísmo trágico del suceso.

Estos son los hechos. El 23 de abril de 1967, Komarov despegaba hacia la órbita terrestre a bordo de la primera nave Soyuz tripulada. En pleno fragor de la carrera espacial, la Unión Soviética había perdido comba frente a su rival norteamericano. A pesar del triunfo inicial que supuso el vuelo orbital de Yuri Gagarin en 1961, desde 1965 la URSS no había enviado un hombre al espacio, mientras que la NASA había completado con éxito numerosas misiones tripuladas. Era el momento de recuperar el terreno perdido, y las autoridades soviéticas querían un golpe de efecto que sirviera para conmemorar el 50º aniversario de la Revolución Bolchevique y la festividad del primero de mayo.

Urgencia por vencer al adversario

Así, la presión política fue un factor decisivo que apresuró la preparación de la misión, según Asif Siddiqi, historiador de la Universidad de Fordham (EEUU) especializado en la carrera espacial rusa. Sin embargo, incluso en aquellos momentos en que la urgencia de vencer al adversario primaba sobre la seguridad, enviar la Soyuz al espacio con un piloto a bordo era una apuesta sumamente arriesgada: los tres vuelos de prueba sin tripulación habían fracasado, y algunos de los técnicos responsables habían señalado al menos 101 anomalías en distintos sistemas de la nave. Con todo, el optimismo se impuso a la prudencia; y Komarov, un piloto con amplia experiencia y con un vuelo espacial a sus espaldas, era el hombre adecuado para conquistar aquel hito del poderío tecnológico soviético.

Vladimir Komarov y Yuri Gagarin. Fuente: Wikimedia

De hecho, la misión era aún más ambiciosa: mientras Komarov orbitaba la Tierra, estaba previsto que una segunda Soyuz despegara con tres tripulantes a bordo. Ambas naves debían encontrarse en el espacio para que dos de los cosmonautas de la Soyuz 2 se unieran a Komarov antes del regreso a la Tierra. Pero casi desde el primer momento se hizo evidente que dejar tantos cabos sueltos al azar había sido un error. Nada más alcanzar la órbita terrestre, los dos paneles solares de la Soyuz 1 debían desplegarse. Uno no lo hizo.

Una cadena de fallos

Fue solo el primero de una cadena de fallos, desde los sistemas de telemetría y sensores hasta los de orientación y propulsión. Parecía que la nave de Komarov estaba destinada al desastre. Oficialmente, el lanzamiento de la Soyuz 2 se canceló a causa de una tormenta. “Fuentes rusas post-URSS dejan claro que la cancelación se debió a graves problemas con la Soyuz 1”, señala a OpenMind James Oberg, exingeniero de la NASA e historiador del programa espacial ruso. “La cancelación salvó las vidas de los dos hombres que debían transferirse a la nave de Komarov y volver a casa con él”.

Pese a todo, la inmensa pericia de Komarov logró superar todos los obstáculos para orientar su nave hacia una reentrada correcta en la atmósfera. Cuando las autoridades rusas volaron hacia el lugar de aterrizaje estimado, todavía esperaban encontrarse con el cosmonauta sano y salvo. Solo un sistema más debía funcionar, y no lo hizo: el fallo en la apertura de los paracaídas hizo que la nave se estrellara contra el suelo a 144 km/h. El impacto mató a Komarov, pero no fue la última desgracia de su nave. Los primeros testigos que llegaron pudieron presenciar cómo los retrocohetes, que debían suavizar el aterrizaje, se activaban una vez en tierra, lo que prendió el resto del combustible y convirtió el vehículo en un amasijo de metal fundido.

Soyuz 1. Fuente: Spaceth

Solo los oficiales de alto rango contemplaron lo que quedó del cuerpo de Komarov, una “masa negra sin forma”, según relató el teniente general de la Fuerza Aérea Nikolai Kamanin, responsable del entrenamiento de los cosmonautas. Los restos fueron incinerados y sepultados con todos los honores en el muro del Kremlin. “El fallo del paracaídas se atribuyó a un empaquetamiento excesivo del mismo en el compartimento”, apunta Oberg. Según Siddiqi, extraoficialmente se sugirió también un error en el acabado del compartimento; pero en cualquier caso, parece seguro que el paracaídas de la Soyuz 2 tampoco habría funcionado.

El principio de la leyenda

Aquí terminan los hechos, y comienza la leyenda. En el libro Starman de Jamie Doran y Piers Bizony (Walker & Company, 2011) se aseguraba que Gagarin, gran amigo de Komarov, había elevado un informe a las autoridades repasando los múltiples fallos de las Soyuz, que ambos cosmonautas sabían que la misión era un pasaje a la muerte, y que a pesar de todo Komarov decidió volar para salvar a su amigo, que era su piloto de reemplazo. “Hasta donde sabemos, en términos de pruebas fiables, Gagarin nunca protestó por los defectos en la Soyuz”, precisa Siddiqi a OpenMind. “Pienso que todos los cosmonautas sabían que era una misión de alto riesgo, pero no creo que ninguno esperara que fuera fatal”.

“La historia de que Komarov aceptó la misión aunque esperaba morir, para salvar a Gagarin, es la clase de mitos de autosacrificio heroico que les encantan a los rusos, y a todo el mundo”, añade Oberg. “Pero suficientes diarios personales de figuras clave en la decisión del lanzamiento no ofrecen ningún indicio de confirmación”.

Vladimir Mikhaylovich Komarov, su mujer Valentina Komarov, y su hija Irina. Fuente: Wikimedia

De acuerdo con otro relato ampliamente divulgado, Komarov era tan consciente de su inminente fin que desde la órbita terrestre se habría despedido de su mujer y de un alto mandatario soviético, y habría caído a tierra gritando de rabia y maldiciendo a quienes le habían colocado en aquella nave malograda. Pero según Siddiqi y Oberg, nada de esto se apoya en pruebas reales. Oberg apunta que esta versión apareció primero en una revista, basada en la narración de un presunto agente de la inteligencia estadounidense. “Pero también pudo ser solo una historia increíble para contar a los novatos”, sugiere.

Lo cierto es que nadie le habría reprochado a Komarov que gritara y maldijera. Pero no consta que lo hiciera: al contrario y según se desprende de sus últimas comunicaciones, mantuvo la calma y la frialdad en todo momento mientras sus sistemas fallaban uno tras otro, incluso tranquilizando a sus compañeros en tierra. “Me siento excelente, todo está en orden”, dijo antes de escucharse sus últimas palabras: “Gracias a todos. La separación…”.

Javier Yanes

@yanes68

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