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01 julio 2016

Buckminster Fuller, el hombre que inventaba el futuro

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Así como otros personajes célebres son físicos, escritores o médicos, definir a Buckminster Fuller  con una etiqueta gremial parece una misión imposible. Además, dado que fue expulsado de Harvard antes de obtener un título, no ejerció una profesión determinada. Inventó y patentó, pero ninguna de sus aportaciones alcanzó un uso generalizado. Y si bien se le suele presentar como arquitecto debido a su legado más conocido, la cúpula geodésica, en realidad otro la creó antes que él. Por encima de todo, Buckminster Fuller fue un innovador fuera de lo convencional, y quizá por ello la palabra que mejor lo define es una que en realidad no existe, pero que él empleó para identificar gran parte de su trabajo: Dymaxion.

Buckminster Fuller en 1979 con su esfera de tensegridad, prototipo de ciudad volante. Crédito: PBS

Richard Buckminster Fuller (12 de julio de 1895 – 1 de julio de 1983), Bucky para sus allegados, debutó temprano como inventor: a los 12 años pergeñó un sistema que permitía remar mirando en el sentido de la marcha del bote. Pero inventar fue sólo un medio para un fin. Y este fin se le reveló en un momento que cambió su vida. En 1927, Fuller atravesaba su etapa más baja. El golpe de la pérdida de Alexandra, su primera hija, por complicaciones de la polio, encontraba algo de alivio con el nacimiento de la segunda, Allegra. Pero la pequeña llegaba en el peor momento: Fuller acababa de ser expulsado del negocio de construcción eficiente que había tratado de montar con su suegro. No tenía ahorros, y su experiencia profesional se limitaba al empaquetamiento de carne y a su paso por la Marina durante la Primera Guerra Mundial.

Un día, Fuller paseaba junto al lago Michigan sumido en pensamientos funestos, acariciando el suicidio como solución para que su familia cobrase su seguro de vida. Cuando, de repente, experimentó una especie de visión: se encontró envuelto en una esfera luminosa elevada sobre el suelo, mientras una voz le decía: “No tienes derecho a eliminarte a ti mismo. No te perteneces. Perteneces a Universo”. Fuller empleaba este último término así, sin artículo; una de las muchas peculiaridades lingüísticas que definieron su estilo.

Diseñando el hogar del futuro

No queda claro si realmente Fuller sintió la experiencia de este modo, o si simplemente inventó una metáfora para explicar cómo llegó a la proposición que orientaría el resto de su vida: tratar de aportar el mayor beneficio a la humanidad. A ello destinó el resto de su existencia, poniendo a funcionar una inteligencia privilegiada de la que continuamente brotaban ideas innovadoras. Para muchas de ellas no encontraba palabras adecuadas en el diccionario, lo que le llevaba a inventar las suyas propias: efemeralización, o hacer más con menos; sinergética, o la ciencia de un sistema que superaba la suma de sus partes. O la célebre Dymaxion, una composición de “dinámico”, “máximo” y “tensión”.

Esta última no fue en realidad una creación exclusiva suya. Cuando en 1929 diseñó su primer concepto de casa prefabricada portátil inspirada en la construcción aeronáutica, los grandes almacenes de Chicago Marshall Field’s quisieron incorporar el prototipo de Fuller a su exposición sobre el hogar del futuro. Se necesitaba un nombre pegadizo, y con este fin los almacenes contrataron a un experto que trabajó con Fuller hasta dar con un vocablo que representaba tanto a la idea como a su creador. De hecho, a éste le gustó tanto que en adelante lo empleó como marca de muchas de sus obras: la casa Dymaxion, el coche Dymaxion, el mapa Dymaxion… Incluso el Cronoarchivo Dymaxion, el magno empeño de Fuller por dejar documentada exhaustivamente toda su vida, y que hoy consta de más de 200.000 páginas que ocupan 1.300 metros de archivos en papel, además de 2.000 horas de audio y vídeo, y miles de otras piezas.

Un coche de tres ruedas

El coche Dymaxion. Crédito: Starysatyr

Con su línea compacta y aerodinámica, sus tres ruedas y sus giros en seco, el coche Dymaxion causó sensación en la década de 1930, sobre todo en la Feria Mundial de Chicago. Pero como era habitual en las ideas de Fuller, aquello pretendía ser mucho más que un coche; era el primer paso hacia lo que algún día sería el Omni Medium Transport, un vehículo capaz de elevarse volando sobre el tráfico. Pero ni siquiera como coche llegó a triunfar: sólo se construyeron tres prototipos, y el modelo perdió su popularidad cuando uno de ellos sufrió un accidente que le costó la vida a su conductor, un piloto de carreras.

El coche Dymaxion simbolizaba la filosofía de Fuller: conducir al ser humano hacia un futuro mejor que era necesario inventar, dado que no llegaría por sí solo. Fuller fue uno de los grandes modernos en la época dorada de la modernidad; su pensamiento revolucionario y libertador le convirtió en un icono contracultural. Su visión se popularizó con su idea más conocida, la cúpula geodésica. Aunque había sido creada 30 años antes por el alemán Walther Bauersfeld, Fuller progresó a partir de su casa Dymaxion para construir cúpulas autosostenidas que maximizaban el espacio cubierto con una cantidad mínima de estructura: más con menos, y según un criterio de sostenibilidad medioambiental adelantado a su tiempo.

La Biosfera de Montreal, diseñada por Buckminster Fuller para la Expo’67. Crédito: Cédric Thévenet

Moléculas de carbono con forma de balón

Pero aunque sus cúpulas fueron muy admiradas y algunas perduran hoy, como la llamada Biosfera de Montreal, tampoco en este caso su inspiración guió el futuro. Su propio discípulo y antiguo defensor de las cúpulas geodésicas, el escritor y ecologista Stewart Brand, escribiría en 1994 que las estructuras de Fuller resultaron en un “masivo y total fracaso”: un habitáculo indivisible, con demasiado espacio desperdiciado y una construcción compleja imposible de sellar por completo; siempre había goteras.

Hoy el recuerdo de las cúpulas de Fuller vive sobre todo en un hallazgo de otros: en los años 80, una nueva familia de moléculas de carbono con forma de balón o de esfera geodésica recibió el nombre de fullerenos o buckyballs, en honor al gran diseñador del futuro. Hoy no faltan quienes discuten la figura de Fuller por la escasa materialización de sus inventos. Sus defensores, en cambio, insisten en que su foco estaba más allá de todos sus objetos. Como curiosa metáfora, Fuller era hipermétrope de nacimiento; veía mal de cerca. Y tal vez el único fallo en su aguda visión de lejos fue no haber previsto que tras la modernidad llegaría la posmodernidad.

Javier Yanes para Ventana al Conocimiento

@yanes68

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