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13 julio 2015

Una banca más práctica: gracias al lenguaje de los hackers

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Casi todas las innovaciones que están obligando a las empresas a reinventarse provienen del lenguaje desarrollado por el hombre para controlar las máquinas. El software es el nuevo idioma del mundo. Las cinco compañías que más valen en bolsa están hechas de software, la lengua de los hackers. Una lengua con unas reglas en continua metamorfosis, fluida, que se ha convertido en fuente de creación económica y amenaza para industrias centenarias, como la banca. El principal peligro para los viejos negocios es que el software puede atacar toda su cadena de valor con inversiones de muy bajo coste y replicar el modelo para todo el planeta. A estos nuevos amos del universo, Internet les ha puesto la economía global a la distancia de un click.

La industria del software se ha metido en las tripas del negocio de los bancos y ha trastocado los cimientos de unas compañías que parecían intocables. El lenguaje de las máquinas ha terminado con la intermediación de los bancos en la cadena de servicios vinculados al dinero. Paypal, eBay o Alibaba, Facebook, Apple, M-Pesa, Equity, Quirky o Kicstarter son ahora los nuevos intermediarios bancarios.

Alibaba, el mercado mayorista online más grande del mundo, prevé conceder créditos de hasta 800.000 euros a pymes y depósitos a pequeños ahorradores. Tencent, su principal competidor, lanzó en enero el primer banco online en China, WeBank. La red social Facebook, que ya permite enviar dinero entre los amigos registrados, también ha solicitado una licencia bancaria. Amazon oferta créditos al consumo, iTunes tiene más tarjetas de crédito registradas en el mundo que muchos de los grandes bancos. Google presta dinero y también le gustaría convertirse en banco.

Nuevos clientes: nuevos retos

El último informe World Retail Report, de Capgemini, subraya que la brecha entre las expectativas de los clientes respecto al uso de las nuevas tecnologías y las prestaciones de los bancos es cada vez más grande. Los jóvenes quieren interactuar con su banco de la misma manera que lo hacen con Amazon, Apple, Twitter o Facebook. Para las nuevas generaciones, el valor simbólico de seguridad que sus padres otorgaban a las entidades financieras ha desaparecido. En su cabeza, el dinero ya no solo es patrimonio de los bancos.

Paradójicamente, los bancos que operan en los países menos desarrollados son los que mejor y más rápido se están adaptando a las necesidades de los nuevos clientes. Safaricom, hoy el principal banco de Kenia, era antes una empresa de telecomunicaciones. Gracias a M-Pesa, la plataforma móvil que Vodafone le desarrolló en 2007 para facilitar a las mujeres que recibían microcréditos el cobro y la devolución de los mismos, más de 19 millones de kenianos utiliza hoy su plataforma para realizar operaciones de cobros y pagos. Según un informe del Banco Mundial, el 60% del PIB de Kenya se transmite a través de M-Pesa. Cifras de la asociación GSMA indican que en marzo del año pasado se realizaron en Kenya transacciones móviles superiores a los 1.600 millones de euros, la mayoría a través de M-Pesa. Sobre el éxito de esta plataforma, el antropólogo y creador del concepto de economía informal, Keith Hart, ha subrayado que los bancos han comprendido que se puede ganar más dinero con la gente que no tiene dinero que con la que lo tiene.

En su carta anual de 2015, la Fundación Bill y Melinda Gates recogía que en 2030 más de 2.000 millones de personas que hoy no tienen una cuenta bancaria, podrán realizar cualquier transacción económica a través de sus terminales móviles. En Latinoamérica, las previsiones apuntan que a finales de año el número de personas que acceda a su banco a través del teléfono móvil supere los 140 millones de personas. En España, el país de la Unión Europea con más número de smartphones, se han multiplicado por cuatro el número de personas que accede a su banco a través del móvil.

En la India, la entidad financiera Kotak Mahindra Bank lanzó a finales del año pasado una cuenta de ahorro que se puede abrir y manejar desde las cuentas de Twitter y Facebook. Otro banco de la India, el ICICI, permite realizar transferencias desde el móvil a través de Twitter.

El observatorio de Innovación de la Unión Europea ha advertido de que el mercado de préstamos P2P (persona a persona) se transformará en una economía paralela a la de la banca convencional. La plataforma británica Social Finance ha entrado de lleno en los préstamos estudiantiles, con 1.300 millones de dólares en préstamos refinanciados.

Según el Banco Mundial, los fondos recogidos a través de crowdfunding crecieron más del 1.000% de 2009 a 2014. Las previsiones para 2025 apuntan hasta los 96.000 millones de dólares. A estas cifras, Forbes añade que solo en Estados Unidos hay 80 millones de millennials (la generación nacida entre 1982 y 2000), que disponen de un poder adquisitivo de más de 200.000 millones de dólares. En Estados Unidos, el ahorro no bancario en 2014 se situó en el 350%.

La sociedad del conocimiento que avanzó en 1968 el tratadista y  abogado austriaco Peter Drucker en su libro “La era de la discontinuidad”, ha provocado más cambios en la industria en los últimos diez años que en todo un siglo. El visionario Drucker avanzó entonces que el recurso principal para producir riqueza en nuestro tiempo era el conocimiento. El 90 % de los datos acumulados en el mundo se han generado en los últimos dos años y el volumen de conocimiento se duplica cada 18 meses. En 1994, Drucker dejó escrito que las tecnologías de la información y de la comunicación han transformado radicalmente las economías, los mercados, la estructura de la industria, los productos, los servicios y el mercado laboral. Cuando Drucker dijo esto, la web 2.0 estaba en mantillas y las redes sociales Facebook y Twitter esperaban su turno en los pasillos de Harvard. La era de la discontinuidad que avanzó Drucker se escribe con letras de software que hackean bits en las nubes.

Covadonga Fernández

Periodista en la subdirección de I+D+i del Canal de Isabel II

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