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27 noviembre 2018

La inteligencia artificial que compone como los Beatles y escribe como J.K. Rowling

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Dos brazos robóticos que sujetan un bolígrafo comienzan a dibujar con trazos cortos en un par de folios dos ojos, una boca y la silueta de un rostro. Retratan de frente y de perfil a Eliseo Carrera Bustillo, un estudiante de 26 años sentado en un taburete mientras dos cámaras le observan y analizan atentamente. Ambas máquinas imitan el estilo de su creador —el artista francés Patrick Tresset— y apenas tardan media hora en acabar el retrato y firmarlo. Cada vez son más los sistemas de inteligencia artificial que pintan cuadros, componen música, crean poesía o escriben novelas. ¿Pero qué diferencia hay entre una obra creada por una máquina y un humano? ¿Sustituirán estos sistemas a los artistas? ¿Podrán romper la barrera de la creatividad?

Dos brazos robóticos retratan a Eliseo Carrera Bustillo en el Espacio Fundación Telefónica. Crédito: I.R.

Christie’s se convirtió en octubre en la primera casa de subastas en vender una obra de inteligencia artificial. La pintura Portrait of Edmond de Belamy, creada en 2018 con la técnica de Red Generativa Antagónica (GAN, son sus siglas en inglés) fue vendida en Nueva York tras más de seis minutos de pujas por 432.500 dólares —378.700 euros—, 40 veces más de su valor estimado de 10.000 dólares. Tresset destaca la espontaneidad de las máquinas frente a las personas: “Los dibujos hechos por robots son más espontáneos que los de un humano porque no saben lo que están haciendo”. Pero según este artista francés, los sistemas de inteligencia artificial no son creativos: “Para serlo tienes que tener una intención al crear arte y las máquinas no la tienen”.

Las máquinas siguen las pautas del algoritmo con el que han sido programadas. “Una inteligencia artificial no tienen la capacidad de comprender el significado de los símbolos que maneja, ni de interpretar frases, partituras o dibujos. Jamás será posible que una máquina se acerque a la grandiosidad artística de Goya o Beethoven”, explica Claudia Giannetti, experta en la relación entre arte, ciencia y tecnología y comisaria de la exposición del Espacio Fundación Telefónica Más allá de 2001: Odiseas de la inteligencia, en la que está expuesta la creación de Tresset.

El campo de la música fue uno de los primeros en el que prestaron atención los especialistas de inteligencia artificial, en la década de 1950. Giannetti señala que “los logros han sido extraordinarios”. Por ejemplo, en 2016 se estrenó en Londres el primer musical con partitura y libretos creados por ordenador, ya existen robots capaces de dirigir una orquesta sinfónica y bandas compuestas únicamente por robots. Es el caso de Z-Machines, formada por un robot teclista, un guitarrista con 72 dedos y un batería con 22 brazos creados en la Universidad de Tokio y capaces de interpretar cualquier partitura, según la cadena CNN.

Sistemas que imitan a los Beatles

También se han desarrollado sistemas de inteligencia artificial que componen música: DeepBach está programado para componer corales en el estilo de Johann Sebastian Bach y Flow Machines puede componer canciones en el estilo de los Beatles. “Los algoritmos generadores de música van a tener un enorme impacto a corto plazo en el ámbito de la música comercial, música para medios audiovisuales, cine y publicidad”, explica Gustavo Díaz-Jerez, compositor y principal asesor musical en el proyecto Melomics en la Universidad de Málaga. Esta última iniciativa consiste en el desarrollo de IAMUS, un programa que crea música contemporánea cuyas obras han sido interpretadas y grabadas en un disco por la Orquesta Sinfónica de Londres, entre otros artistas.

Los sistemas de inteligencia artificial, según Díaz-Jerez, “abaratarán enormemente los costes de producción, pero no van a sustituir al compositor: “Las máquinas nos pueden ayudar a los humanos a ser más creativos y proporcionarnos material musical que luego podamos incorporar a nuestras propias obras, modificándolo, ampliándolo y adaptándolo a nuestro lenguaje”.

‘Portrait of Edmond de Belamy’, creado con IA por el colectivo Obvious. Fuente: Christie’s

En la misma línea se posiciona Jorge Calvo Zaragoza, un informático que ha sido galardonado este año con el premio a Jóvenes Investigadores Informáticos que otorgan la Fundación BBVA y la Sociedad Científica Informática de España y cuya investigación se centra en enseñar a los ordenadores a leer partituras. “Se puede hacer una analogía con el ajedrez: la forma en la que un ajedrecista juega es totalmente distinta a cómo juega una máquina. Por lo tanto, la máquina puede proporcionar nuevas estrategias o planteamientos de juego que un humano quizá no consideraría, y por lo tanto, mejorar su juego en base a ello. Es algo que, de hecho, hacen los ajedrecistas profesionales”, explica Calvo.

La música, según sostiene el informático, se compone de elementos puramente matemáticos que son fácilmente modelados por un ordenador. Pese a que un sistema de inteligencia artificial “no puede sentir”, puede aprender a modelar qué características hacen que los humanos consideren unas composiciones como “tristes” y otras como “alegres” y componer una canción en base a esas características. “Las máquinas pueden llegar a ser mucho más creativas que un humano porque pueden ser desprovistas de toda experiencia y por lo tanto generar composiciones sin ningún tipo de influencia, algo difícil que haga un humano que siempre estará influido por sus propias vivencias”, afirma.

Máquinas que generan poesía

Pero entre los expertos no hay un consenso sobre si las máquinas pueden ser creativas. El ingeniero informático de la Universidad Complutense de Madrid Pablo Gervás ha creado desde el año 2000 varios programas que generan poesías tras analizar miles de textos periodísticos, poemas clásicos o novelas como Tarzán, El libro de la selva o Peter Pan. “Las computadoras que generan bocetos de obras literarias simples pueden identificar combinaciones de forma y contenido que resulten innovadoras. Que eso sea creativo o no es algo más subjetivo, igual que cuando se pregunta si el director de Hollywood que hace un remake de un éxito de los cincuenta es creativo, o si el escritor que escribe múltiples novelas con la misma fórmula es creativo”, explica Gervás.

El cluster de computación ‘Iamus’, compositor de música que ha sido insterpretada por la Orquesta Sinfónica de Londres. Crédito: Suphysis

Botnik Studios ha creado un bot entrenado con los siete libros de Harry Potter que ha escrito la novela que continuaría a la saga y la editorial china Cheers Publishing ha llevado a las librerías el poemario La luz solar se perdió en la ventana de cristal, escrito por un sistema de inteligencia artificial. Estos programas, según Gervás, “pueden resultar útiles a autores humanos del mismo modo que las aplicaciones de retoque fotográfico a los fotógrafos o las de efectos especiales por computadora a los cineastas”.

Ya ha habido ocasiones en las que el público no ha sido capaz de diferenciar entre una pieza realizada por una inteligencia artificial y por un humano, tanto en el ámbito de la música, como el de las artes plásticas o la literatura. Pese a ello, Giannetti asegura que “no hay una amenaza real de que el arte sea invadido por sistemas de inteligencia artificial que sustituyan a los artistas: cuando apareció la fotografía se debatió si significaría la muerte de la pintura y cuando apareció el vídeo se debatió si significaría la muerte del cine. Nada de eso pasó ni corre el riesgo de suceder. Los sistemas pueden ser redundantes, desarrollarse en paralelo, hibridarse, colaborar, fusionarse, pero no necesariamente unos sustituyen a otros”.

I.R. para Ventana al Conocimiento

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