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23 mayo 2019

Tecnosoles: suelos a la carta

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Un solo centímetro de suelo requiere de cientos de miles de años para formarse, mientras que al ser humano le bastan unos días —o un instante— para degradarlo. Y cualquier suelo que contenga más de un 20% de materiales manipulados por nosotros tiene nombre propio, es un tecnosol. La mayoría han adquirido propiedades nocivas, pero en algunos casos sirven para fines más positivos, como aumentar la productividad o recuperar zonas dañadas.

Terra preta del Amazonas. Un tecnosol que crearon los indígenas durante cientos de años. Crédito: Holger Casselmann

Un caso de éxito es el de las fértiles terras pretas del Amazonas, resultado de la actividad indígena. Y más recientes han aparecido los tecnosoles a la carta, que nacieron a comienzo de la década de 1990 con el objetivo de recuperar zonas gravemente contaminadas. Este desarrollo científico consiste en diseñar y fabricar suelos que en un tiempo récord logran cambiar todo un ecosistema; un procedimiento que podría ser el camino para llegar a cultivar desiertos o para modificar los suelos de otros planetas para terraformarlos.

1. Una manera de acelerar el ritmo de la naturaleza

El avance de la edafología, ciencia que estudia la composición y el comportamiento del suelo, ha permitido desarrollar los tecnosoles a la carta, basándose en los propios procesos que tienen lugar en los ecosistemas naturales. En la biosfera, los suelos constituyen un importante sistema de control, al reducir la movilidad y disponibilidad de los compuestos que llegan al agua y a los seres vivos. “Ya que copiamos de la naturaleza, hay muchos modelos para generar tecnosoles. Eso sí, nosotros podemos hacer que los procesos naturales se aceleren o magnifiquen”, asegura a OpenMind Felipe Macías, catedrático de Edafología de la Universidad de Santiago de Compostela, en España, y director de su Laboratorio de Tecnología Ambiental, el único del mundo que diseña este tipo de suelos.

El equipo de Macías estudió durante años cómo preparaban antiguas culturas sus suelos: desde las islas flotantes del lago Titicaca hasta los plaggen de Holanda o los sambaquis guaraníes de Brasil. Estos suelos mejorados se convirtieron en una manera de garantizar las cosechas de aquellos pueblos. Los tecnosoles a la carta los reproducen en buena parte, pero para resolver problemas más concretos. “Por ejemplo, tenemos una superficie con un exceso de metales pesados tóxicos como el zinc, el cadmio, el mercurio o el arsénico, pues generamos un suelo sambaqui que los inmoviliza en función de las condiciones que queremos obtener”, explica Macías.

2. Tratamiento ambiental alternativo

Para generar este tipo de suelos se emplean todos los recursos posibles que hay in situ o en zonas próximas. «A ellos se les puede añadir roca molida, sedimentos, otros suelos, materias primas (por ejemplo, caolinita o yeso) y también residuos», detalla Macías. Para conocer el tratamiento exacto que necesita una superficie, primero se estudia en el laboratorio y más tarde se elaboran tecnosoles piloto con los que se ensaya a pequeña escala. Tras comprobar su efectividad se elaboran a nivel industrial y se aplican.

En la restauración ambiental de la mina de As Pontes se usaron tecnosoles a la carta. Crédito: José Manuel Loureiro

Fabricar un tecnosol puede llevar meses, y tras ubicarlo, se comprueba si funciona con controles periódicos sobre el pH de las aguas circundantes y la presencia de sustancias contaminantes. Los suelos a la carta ya son una alternativa ambiental al uso de encalantes, como la caliza, que se suelen emplear para neutralizar materiales peligrosos que aparecen en las grandes excavaciones para construir infraestructuras. Puntualiza Macías que “la normativa indica que un tecnosol debe tener siempre menos contaminantes que el suelo donde se va a aplicar, y además debe estar diseñado para converger con él, es decir, que con los años el tecnosol debe mimetizarse con el suelo del entorno que lo rodea”.

3. Aumento de la productividad de una superficie

Aunque hasta ahora la mayor parte de los tecnosoles se utilizan con fines de mejora ambiental —el 33% del suelo mundial está degradado—, también es posible aplicarlos para incrementar la capacidad productiva de una zona determinada. “Por ejemplo, podemos diseñar tecnosoles que retengan más agua disponible para las plantas, para que ajusten mejor su periodo vegetativo y mejore la producción”, relata Macías.

El equipo de Macías ha conseguido cosechas de colza en lugares donde antes no crecía. Crédito: Mike Berg

Cualquiera de las característica que magnifica un tecnosol es posible encontrarla en un suelo natural; como la capacidad de producir vegetación, filtrar agua o retener elementos. Pero con este sistema puede lograrse mucho en muy poco tiempo. Cuenta Macías que “hemos tenido cosecha de colza de primavera o colza de verano sin ningún tipo de problema, a los tres meses de haber instalado un tecnosol en un lugar donde antes no crecía”. En ese sentido, la mejora que se consigue con este procedimiento en suelos es comparable a la hibridación y selección de plantas que hizo la agricultura durante siglos, para lograr mejores cultivos.

4. Soluciones a casos extremos

Todavía parece lejano que el uso de tecnosoles pueda convertir un desierto en un vergel, pero ya se han hecho algunas pruebas en lugares extremos. «Hemos diseñado con éxito tecnosoles para el desierto de La Guajira, en Colombia, y para el de Calanda, en España. Siempre es posible mejorar las condiciones de suelos existentes, especialmente los degradados por la erosión, tanto de zonas desérticas como de lugares que se han quemado», dice Macías. Así, emplazar un tecnosol supone una recuperación mucho más veloz que la que necesitaría el suelo sin ningún tipo de intervención.

Se han hecho pruebas de tecnosoles para lugares extremos, como el desierto de La Guajira en Colombia. Crédito: Petruss

Una antigua mina de cobre en Touro, en España, es el lugar donde el equipo de Macías ha llevado a cabo más ensayos. Allí han desarrollado los tecnosoles más sorprendentes. Describe Macías que “uno de ellos es capaz de que absorber agua con un pH muy ácido de 2,6 y cargada de sulfatos y de aluminio, y devolver un agua a un pH de 6,5 sin sulfatos ni alumnio. En ese mismo suelo, un lugar donde no crecía nada, ahora hay instalada vegetación y hasta se produce madera. También se ha desarrollado la cadena trófica, con la aparición de insectos, gusanos, aves… , y se está generando un ecosistema cada vez más complejo”.

5. Terraformación de otros planetas

Una ilustración de plantas creciendo en una base imaginaria de Marte. Crédito: NASA

La imagen de un lugar que recupera su ecosistema casi de la nada recuerda a la trilogía de ciencia ficción Marte rojo, Marte verde y Marte azul. El escritor Kim Stanley Robinson plantea en sus novelas las ventajas y los inconvenientes de terraformar el planeta rojo.

Macías explica que en el supuesto de conseguir establecer una colonia en Marte, podríamos imaginar cómo fabricar un suelo con los propios materiales del planeta sumando otros que aportasen la materia orgánica, para generar la estructura y la retención hídrica de un suelo. Pero, hoy por hoy es ciencia ficción”. En cualquier caso, imaginarlo es el primer paso.

Bibiana García Visos

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