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27 octubre 2021

Tecnología low-cost de países pobres que salva vidas en los países ricos

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En los últimos años ha surgido en el mundo en desarrollo un modelo de innovación que trata de dar solución a sus problemas haciendo de la necesidad virtud. Tecnologías y diseños baratos triunfan en sus países de origen y se exportan al primer mundo gracias a su eficiencia y sencillez.

A comienzos de la década de 1990 el doctor Therdchai Jivacate comenzó a trabajar en una idea revolucionaria: proporcionar prótesis a los ciudadanos de Tailandia a un precio razonable. Probablemente, la clave de esta historia radica en el concepto “razonable”. ¿Acaso es razonable pedir hasta 20.000 dólares por una pierna ortopédica en un país en el que se ganan 2 dólares al día? Therdchai Jivacate pensó entonces que lo razonable para un campesino tailandés era pagar unos 30 dólares por esa prótesis. Y, gracias a su espíritu innovador, convirtió lo sensato en real. A partir de botellas de yogur bebible, su fundación moldea piernas y pies ortopédicos que hacen la vida más fácil a miles de personas.

Innovación inversa: cuando la necesidad aprieta

Es una solución barata, pero no de baratillo. “Aunque pueda sonar contrario a la lógica, la calidad exigida por la gente pobre tiende a ser más alta que la calidad exigida por los ricos“, explica Vijay Govindarajan, uno de los hombres que mejor conoce este tipo de apuestas por la innovación desde los países en desarrollo. Los habitantes de las zonas rurales de Tailandia no necesitan las prótesis para pasear por las aceras de una gran ciudad occidental, sino para meterse en los arrozales, transportar bienes en bicicleta o subir a los árboles. Por eso, la ortopedia debe ser más duradera, resistente y manejable.

“Se trata de exprimir el paradigma de rendimiento ofreciendo más por menos”, resume Govindarajan, creador del término “innovación inversa” (reverse innovation), que define estos estallidos de ingenio que surgen donde la necesidad aprieta, en países del Sudeste asiático, de África o América Latina, y cuyos logros pueden exportarse hacia el primer mundo. Hoy, mientras a muchas personas de los países desarrollados les cuesta una fortuna costearse una prótesis, los damnificados por las minas de Laos, Birmania, Malasia o Tailandia cuentan con soluciones que se adaptan tanto a sus piernas como a sus bolsillos.

BBVA-OpenMind-Innovacion inversa 1 - Diversos proyectos han desarrollado prótesis asequibles para pacientes de África y Asia. Imagen: World Bank
Diversos proyectos han desarrollado prótesis asequibles para pacientes de África y Asia. Imagen: World Bank

Govindarajan comenzó a desarrollar este concepto cuando descubrió que muchos de los sofisticados inventos occidentales no llegaban a los países en vías de desarrollo por su elevado precio y complejo funcionamiento. En los años en los que estuvo al frente de la asesoría de innovación de General Electric, el gigante estadounidense desarrolló un aparato de electrocardiogramas que sólo cuesta 500 dólares, frente a los 10.000 de los que encontramos en hospitales de Europa o EEUU. Además, su sencillo funcionamiento no obliga a que lo use un técnico especializado que también se encargue del mantenimiento. Se desarrolló pensando en las necesidades de India o África, pero se ha vendido por millares en 125 países.

Ahora, son los innovadores de las regiones pobres del planeta los que diseñan sus propias soluciones tecnológicas por cuatro perras, perfectamente adaptadas a sus necesidades y exportables al primer mundo gracias a su eficiencia. “Debido a los bajos ingresos per cápita en el mundo en desarrollo, las condiciones son propicias para innovaciones que ofrecen una calidad decente a un precio ultrabajo, es decir, una solución del 50%, a un coste del 5%. Al principio, una solución del 50% es poco atractiva en el mundo rico, pero con el tiempo el rendimiento se eleva hasta que finalmente también le resulta atractivo”, escribían Govindarajan y su colega Chris Trimble en su blog.

La tecnología sanitaria como epicentro de la innovación

Los ejemplos comienzan a brotar como setas tras la lluvia, como los sistemas de telemedicina desarrollados en África que ya se están empezando a estudiar en EEUU por su eficacia y ahorro. En India se han desarrollado pañales con un sencillo chip que diagnostica infecciones potencialmente mortales al entrar en contacto con las heces de los bebés. En la pasada década, el mecánico de automóviles argentino Jorge Odón inventó un dispositivo hinchable para ayudar en los partos que se complican, sustituyendo el uso de los dañinos fórceps. El sistema, que cuenta con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud, fue adquirido por la compañía Becton Dickinson para su desarrollo, y ahora se encuentra en proceso de ensayos clínicos. 

Demostración del sistema facilitador de partos desarrollado en Argentina y avalado por la OMS. Crédito: Daiub Esteban Odón

La innovación inversa, que nace entre pobres y deslumbra a ricos, comienza a encontrar su hueco en el mundo gracias al talento para hacer virtud de la falta de recursos. Y uno de los objetivos claves es, obviamente, el cuidado de la salud: es mejor inventar un nuevo método que adaptar uno traído de fuera.

“En general, han tenido más éxito los esfuerzos para diseñar nuevas tecnologías en lugares con escasos recursos que los intentos de adaptar tecnologías existentes eliminando las características más costosas o complejas”, exponían en la revista Science la bioingeniera Rebecca Richards-Kortum y sus colaboradoras. Estas investigadoras de la Universidad Rice de Houston concluyeron, tras pasar un periodo en África estudiando sus sistemas sanitarios, que lo mejor es potenciar la innovación en estos países para que den solución a sus problemas.

Yendo un poco más allá del clásico “enseñar a pescar mejor que dar pescado”, Richards-Kortum y su colaboradora Maria Oden diseñaron un programa que proporciona herramientas y conocimientos para la innovación en la salud en entornos de bajos recursos en los que el diseño entra en conflicto con carencias de electricidad y agua potable, escasez de fondos, falta de suministros, ausencia de usuarios capacitados e insuficiencia de políticas de innovación.

Por ejemplo, gracias a un aparato de respiración para la resucitación de recién nacidos, manual, autoinflable y que no necesita energía eléctrica, se ha reducido un 47% la mortandad de neonatos en Tanzania. En colaboración con la Universidad de Malaui, se ha desarrollado un aparato para el tratamiento de problemas respiratorios en los bebés que utiliza bombas de aire de acuarios. El sistema, que en Malaui ha aumentado la supervivencia de estos bebés de un 24 a un 65%, ya se utiliza en más de 30 países, y proporciona los mismos cuidados que las terapias por las que se pagan hasta 6.000 dólares en EEUU, por un precio 15 veces menor.

BBVA-OpenMind-Innovacion inversa 3 Los dispositivos desarrollados por Rice Institute for global Health ayudan a reducir la mortalidad de recién nacidos en Malaui. Crédito: Rice University/YouTube
Los dispositivos desarrollados por Rice Institute for global Health ayudan a reducir la mortalidad de recién nacidos en Malaui. Crédito: Rice University/YouTube

Menos costoso pero no menos eficiente: Richards-Kortum y sus colaboradoras cuentan que tras un año de evaluación clínica de cinco máquinas instaladas en un hospital de Malawi, no falló ninguna de ellas. Normalmente, en estos países se avería el 40% de los aparatos de respiración porque están diseñados para trabajar con flujos estables de corriente eléctrica y no con los picos imprevisibles de suministro que se dan en algunos puntos de África, como es el caso. Desde el Rice 360° Institute for Global Health y en colaboración con centros locales, el equipo de Richards-Kortum ha diseñado también un dispositivo para el diagnóstico de la ictericia en los bebés o un aparato para el bombeo intravenoso de medicamentos, todo ello a partir de piezas y materiales baratos y disponibles en los países en desarrollo.    

Mejorar el saneamiento y abaratar pruebas de diagnóstico

También para África comienzan a desarrollarse aparatos para detectar la presencia del VIH cumpliendo con todas las recomendaciones de la OMS: baratos (menos de cinco dólares), de fácil uso (que apenas requieren un entrenamiento previo), rápidos y robustos (resultados en menos de una hora, sin requisitos especiales de temperatura, para el transporte o el almacenamiento) y que funcionen sin necesidad de conectarse a la red eléctrica.

Estas iniciativas recuerdan a muchos de los proyectos que la Fundación Bill y Melinda Gates está financiando para conseguir una nueva generación de preservativos baratos, irrompibles y sensibles o para deshacerse de manera eficiente de los residuos orgánicos de origen humano en poblaciones sin saneamiento ni alcantarillado. Pero no basta: “Se necesitan enfoques alternativos para diseñar tecnologías pensadas para funcionar en lugares sin recursos para el consumo”, señalan estas bioingenieras.

La mejora y abaratamiento de los sistemas de saneamiento y pruebas de detección de virus como el VIH o el virus del ébola salvan la vida de miles de personas en países en desarrollo. Crédito: UK DFID

También la pandemia de COVID-19 ha dado ocasión al crecimiento de nuevas iniciativas de innovación inversa. El estado de Massachusetts importó el sistema de rastreo de contactos de las personas contagiadas que se ha utilizado anteriormente en África contra enfermedades como el ébola, y que utiliza una extensa red de operadores humanos. También se han creado equipos de respuesta rápida inspirándose en la experiencia de los países en desarrollo donde los brotes infecciosos son más frecuentes. Algunos países en desarrollo han trabajado en la creación de respiradores de bajo coste y sistemas de testado sencillos y baratos.

El punto más atractivo de estas tecnologías emergentes es que viajan en el sentido opuesto al  habitual y pueden ayudar a hacer más fácil la vida de la gente, no sólo en países pobres, sino en todo el mundo gracias al ingenio que surge cuando falta todo lo demás. Según Greg Martin, director de la revista Globalization and Health que desde 2012 dedica una serie a revisar los avances en este campo, “estos estudios ilustran un ímpetu y un entusiasmo burbujeante (tanto a nivel individual como nacional) por empujar la salud mundial más allá de los estrechos límites del pensamiento tradicional. Somos conscientes de que hay un amplio movimiento mundial destinado a hacer efectivo el potencial real de los países de bajos y medianos ingresos para que contribuyan a los desafíos de los sistemas de salud de cualquier lugar. Tenemos que aprender, compartir y criticar los resultados emergentes para promover el aprendizaje bidireccional y avanzar con rapidez hacia un flujo de innovación verdaderamente global”.

Javier Yanes

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