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10 marzo 2022

Inventoras que cambiaron nuestra vida

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Aunque el número de patentes que incluyen al menos a una mujer como inventora se ha disparado en las últimas décadas, aún no llegan a un 20% del total en EEUU. Según el Institute for Women’s Policy Research (IWPR), que se ha ocupado de recopilar estos datos, a la menor representación de las mujeres en la ciencia y la tecnología se suma que su presencia es aún inferior en los campos intensivos en patentes, como la ingeniería. A ello se unen trabas más generales como la brecha de género en el mundo laboral que a su vez recorta las redes y recursos a disposición de las mujeres para patentar. Y sin embargo, subraya el IWPR, “aumentar la diversidad y fomentar la participación más activa de las mujeres en la ciencia comercial podría producir tecnologías aún más eficaces en el futuro”. Prueba de ello son estas revolucionarias tecnologías que hoy usamos a diario y cuyas creadoras fueron mujeres, que en la mayoría de los casos pasaron desapercibidas en un mundo en el que sobre todo alcanzaban visibilidad los hombres. Recuperamos sus historias y reivindicamos sus creaciones, sin las cuales nuestra vida sería muy diferente.

Envasado al vacío

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La neoyorquina Amanda Jones (1835-1914) desarrolló el proceso Jones para conservar alimentos en 1872. Ideó un método de envasado al vacío que fue mejorando con sucesivas patentes, hasta conseguir que frutas, verduras o carnes pudiesen consumirse durante mucho más tiempo del habitual. Sus propuestas incluían desde la esterilización antes del envasado hasta la deshidratación de los productos, siempre conservando los alimentos en un ambiente carente de atmósfera, lo que impedía la proliferación de los microorganismos que degradan la comida.

Antes de convertirse en inventora, Jones escribía poemas y relatos que publicó en seis libros. En un intento por cambiar de vida, fundó la empresa de envasado y conservas Women’s Canning and Preserving Company, con sede en Chicago. Como gran defensora de los derechos de las mujeres, todas las accionistas de su compañía eran féminas, así como todas las empleadas. Pero su aventura empresarial fracasó y tuvo que emigrar a Kansas junto a dos de sus hermanas. Allí continuó trabajando en perfeccionar sus inventos hasta su muerte, debido a una gripe.

Limpiaparabrisas

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La estadounidense Mary Anderson (1866–1953) fue una mujer polifacética que se dedicó a la promoción inmobiliaria o la viticultura, aunque será recordada por ser la inventora del limpiaparabrisas. Tuvo la idea de su desarrollo en un recorrido en tranvía por Nueva York. Esta emprendedora se fijó en que el conductor del vehículo debía salir cada poco tiempo para limpiar el parabrisas, sobre el que caía agua. De regreso a su Alabama natal, decidió idear un artefacto que lo limpiara de manera automática, y acabó fabricando uno con la ayuda de una empresa local.

En 1903 Anderson consiguió su primera patente, que era por 17 años, para una máquina que limpiaba el cristal del coche y podía controlarse desde el interior del vehículo mediante una palanca: en esencia ya era un dispositivo similar a los actuales limpiaparabrisas. Dos años más tarde, en 1905, intentó vender su invento a una firma canadiense, que rechazó comprárselo. En 1922, cuando la patente de Anderson ya había caducado, los Cadillac se convirtieron en los primeros coches en adoptar el limpiaparabrisas como equipamiento de serie.

Filtro de café

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Las cafeteras tipo Melitta reciben su nombre de Melitta Bentz (1873–1950), la alemana que desarrolló el filtro de café en 1908. Como buena ama de casa, Bentz observaba que los coladores de la época no filtraban bien el café y dejaban restos en la bebida. Decidida a encontrar una alternativa, probó con distintos tipos de filtros hasta usar papel secante —que obtuvo del libro de ejercicios de uno de sus hijos— sobre una placa perforada. Así logró hacer un café sin impurezas que cosechó gran éxito, lo que la animó a montar un negocio basado en su invento.

Tras un parón en la producción de sus filtros durante la Primera Guerra Mundial, en 1928 la demanda de su producto alcanzó las 100.000 unidades. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial la fabricación volvió a detenerse para recuperarse más tarde. A la muerte de Bentz, su compañía tenía unas ventas de casi cinco millones de marcos alemanes.

Cristal antirreflejante

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La primera doctora en Física por la Universidad de Cambridge, la estadounidense Katharine Burr Blodgett (1898–1979), cosechó ocho patentes a lo largo de su vida, la más destacada la del cristal antirreflejante, que desarrolló mientras trabajaba en la empresa General Electric. El vidrio normal refleja una importante porción de luz, pero Blodgett descubrió que usando como revestimiento finísimas capas de una sustancia podía conseguir que el 99% de la luz lo atravesase. Patentó ese método en 1938 con el nombre de “Film Structure and Method of Preparation”, que durante mucho tiempo fue la única manera de lograr cristales transparentes. Su invento se utiliza en la actualidad en gafas, cámaras, telescopios, parabrisas, ordenadores o pantallas de televisión.

Antes de su invención, con solo 21 años, había investigado la estructura química de las máscaras antigás, en pleno apogeo de la Primera Guerra Mundial. Blodgett determinó que las moléculas de carbono podían absorber casi todos los gases venenosos de las armas químicas del momento, lo que ayudó a mejorar las máscaras durante la Segunda Guerra Mundial. Su trabajo permitió salvar muchas vidas.

Kevlar

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Mientras trabajaba en la empresa química DuPont Company, la estadounidense Stephanie Kwolek (1923–2014) descubrió el kevlar (poliparafenileno tereftalamida, por su nombre científico), una fibra de color amarillo cinco veces más resistente que el acero. Kwolek buscaba materiales duros y ligeros para la fabricación de neumáticos, por lo que el primer uso de esta fibra fue para hacer ruedas. Hoy en día tiene más de 200 aplicaciones, la principal en la producción de chalecos antibalas para cuerpos de seguridad de todo el mundo. También puede encontrarse en cables submarinos, cascos, productos aeroespaciales o frenos de automóviles.

El kevlar no fue el único material con el que trabajó Kwolek; a lo largo de su vida logró 17 patentes. Sus trabajos le valieron la medalla Lavoisier e ingresar en el National Inventors Hall of Fame, siendo la cuarta mujer en conseguirlo. Después de cuarenta años en DuPont, Kwolek se jubiló en 1986 pero continuó trabajando para acercar la ciencia a los jóvenes, especialmente a las niñas.

Corrector líquido

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La mecanógrafa estadounidense Bette Nesmith Graham (1924–1980) inventó en 1956 el primer corrector líquido, que al principio denominó Mistake Out (fuera errores). Buscaba eliminar de forma eficaz los fallos que ella misma cometía en su trabajo, donde empezaban a usarse máquinas de escribir eléctricas. Así desarrolló un tipo de pintura de témpera blanca que los cubría, y sobre la que podía volver a teclear. El primer lote de aquel líquido lo mezcló en su propia cocina, para después distribuirlo entre sus compañeros de trabajo en botellitas con el nombre del producto.

Dos años después, en 1958, Graham fundó la Mistake Out Company y continúo trabajando desde su casa por las noches y durante los fines de semana para generar aquellos frascos. Poco después cambió el nombre de su invento por Liquid Paper y se lo ofreció a IBM, que declinó la oferta para adquirirlo. Finalmente, en 1979, la Gillette Corporation compró a Graham su invento por casi 50 millones de dólares (casi 190 millones de dólares actuales). Por entonces se fabricaban 25 millones de botellas de Liquid Paper al año.

Bolsas de papel

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La bolsa de papel ha recobrado fuerza en los últimos tiempos con la sustitución del plástico, pero este sencillo utensilio ya era de uso cotidiano en el siglo XIX. Claro que por entonces las más comunes, las que se producían industrialmente, eran poco más que sobres grandes con el fondo en V, de poca capacidad y que no se tenían de pie. Existían las de fondo plano que conocemos hoy, pero solo podían fabricarse a mano y eran caras. Hasta que en 1868 la estadounidense Margaret Knight (1838-1914), sin apenas estudios, creó una máquina capaz de cortar, doblar y pegar bolsas de papel de fondo plano, lo que antes requería el trabajo de 30 personas.

Cuando Knight fue a patentar su invento mientras construía el prototipo, supo que alguien que había visitado su taller le había robado la idea y se le había adelantado. Tuvo que poner una demanda para recuperar su invención, y la ganó. En 1870 fundó la Eastern Paper Bag Company, pero dejó la empresa en manos de otros para continuar haciendo lo que realmente le gustaba, inventar. Dejó casi una treintena de patentes para motores, marcos de ventana o máquinas de fabricar calzado, entre otras. A su muerte, un obituario la comparó con Edison.  

Pañales impermeables y desechables

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Suele decirse que los inventos creados por los hombres, que históricamente han acumulado la gran mayoría de las patentes, han desatendido los problemas de las mujeres. Y dado que tradicionalmente han sido ellas quienes se ocupaban de los bebés, quizá fue por eso que hasta mediados de los años 50 se utilizaban pañales de tela con los que un accidente manchaba también la ropa y las sábanas. Por entonces existían pantaloncitos de goma, pero provocaban dermatitis en los bebés.

En 1946 Marion Donovan (1917-1998) comenzó a experimentar con la cortina de su ducha para fabricar un pañal hermético, transpirable e impermeable con un bolsillo para el material absorbente. Después de muchas pruebas, dio con el diseño perfecto, fabricado con tela de paracaídas y con cierres de presión en lugar de imperdibles. Pero no encontró a nadie que quisiera fabricarlos, por lo que decidió hacerlo ella misma. Y cuando los puso a la venta en los almacenes Saks Fifth Avenue de Nueva York, fueron un éxito total. Finalmente Donovan vendió sus cuatro patentes de 1951 a Keko Corporation por un millón de dólares. Posteriormente introdujo los modelos de papel desechable, pero una vez más no encontró un fabricante interesado, hasta que sus ideas fueron la base de los pañales Pampers introducidos por Procter and Gamble en 1961.

Sujetador deportivo

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Como en el caso anterior, hoy puede parecernos insólito que hasta 1977 nadie se hubiese molestado en inventar un sujetador para que las mujeres pudiesen hacer deporte evitando el incómodo y hasta doloroso movimiento del pecho, algo para lo que no estaban concebidos los sostenes normales, cuyas costuras y broches además provocaban rozaduras. Aquel año Lisa Lindahl (1948), una corredora aficionada, planteó la idea a su amiga de la infancia, la diseñadora de vestuario de teatro Polly Smith (1949). Junto con la ayudante de Smith, Hinda Miller (1950), comenzaron a hacer pruebas cosiendo dos suspensorios (jockstraps) de los que utilizaban los hombres para el deporte o el baile, ya que el problema masculino sí se había resuelto desde el siglo XIX.

Lindahl probó este primer prototipo, y en 1979 las tres inventoras patentaron el Jogbra, un sujetador de compresión fabricado con licra, sin costuras en la parte delantera y que evitaba rozaduras, con tirantes cruzados y una banda elástica de soporte inferior. Fue un éxito inmediato que revolucionó la actividad física para millones de mujeres. En 1990 la compañía fue adquirida por Playtex Apparel, la cual a su vez se incorporó después a la empresa fabricante de los productos deportivos Champion. En 2001 Lindahl diseñó una variante especial del sujetador adaptada a las pacientes con cáncer de mama.

Bibiana García Visos y Javier Yanes

@dabelbi  @yanes68

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