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04 noviembre 2022

Siete cosas de casa que dañan el medioambiente

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El respeto al medioambiente cada vez está más presente en los hogares, gracias a la introducción de prácticas destinadas a reducir la huella ambiental de nuestras actividades domésticas. Hoy se ha generalizado la separación de residuos, las bombillas tradicionales se han sustituido por las de bajo consumo, las bolsas de la compra se reutilizan y existe una mayor concienciación del uso que hacemos de la energía. Sin embargo, en los rincones de nuestras casas aún se esconden infinidad de productos que pueden ser medioambientalmente agresivos sin que lo sepamos.

Repasamos aquí algunas cosas de casa que quizá deberíamos eliminar de nuestras vidas para conseguir hogares más sostenibles.

1. Cosméticos con microesferas

Las microesferas de plástico (microbeads) comenzaron a introducirse en los productos cosméticos, de aseo y limpieza, en los años 70 del siglo XX, pero fue en la década de los 90 cuando las marcas comenzaron a incorporarlas de forma masiva. Pastas dentífricas, cremas, lociones, champús o detergentes incluían las microesferas como la gran innovación del momento para conseguir un efecto abrasivo, reemplazando a los materiales de origen natural empleados hasta entonces.

Pastas dentífricas, cremas y detergentes incluyeron las microesferas como la gran innovación, para conseguir un efecto abrasivo. Crédito: Thegreenj

Sin embargo, ya en este siglo, los estudios han revelado que los sistemas de filtrado de aguas residuales no retienen estas partículas de tamaño inferior a un milímetro y que estos microplásticos terminan contaminando los hábitats marinos y sus cadenas tróficas a razón de 1,3 millones de toneladas al año, el 11% de toda la polución plástica que se vierte a los océanos. A diferencia de los microplásticos secundarios, originados en el medio ambiente por la fragmentación de los plásticos de mayor tamaño, las microesferas son microplásticos primarios que se añaden deliberadamente a los productos y se vierten de forma directa; como escribía en The Conversation el ecotoxicólogo Henk Bouwman, de la North-West University, “se usan para exfoliar la piel durante un minuto o dos antes de aclararse e ir a parar al medio ambiente, donde pueden durar 10.000 años”.   

Actualmente las autoridades de diversos países están retirando estos cosméticos: en EEUU se prohibió su fabricación en 2017 y al año siguiente desaparecieron de los estantes de los comercios. Reino Unido siguió idéntico camino el mismo año, y otros países han hecho lo propio. En cambio, la Unión Europea va con retraso, y en 2022 todavía se encuentra tramitando la prohibición. A la espera de que la eliminación de estos microplásticos se globalice, la reducción en su venta depende de que los consumidores opten por productos sin microesferas o con alternativas de origen vegetal, como granos triturados de yoyoba, avena, cáscaras de almendra o café.

2. Cápsulas de café

Las máquinas de café de cápsulas han revolucionado los desayunos de millones de personas, ofreciendo una opción cómoda y práctica para preparar un espresso o un latte con calidad de cafetería. Datos de 2020 indican que en EEUU el 27% de los consumidores de café utilizan estas máquinas. En 2016 se vendieron en todo el mundo 48.000 millones de cápsulas, el 27% de metal y el 73% de plástico, con un 70% del mercado global concentrado en Europa occidental y Norteamérica.

Cada año, millones de cápsulas de aluminio o plástico acaban en los vertederos
Cada año, millones de cápsulas de aluminio o plástico acaban en los vertederos. Crédito: Joe Shlabotnik

Sin embargo, tener la cafetería en casa tiene un coste para el medio ambiente: cada año más de medio millón de toneladas de cápsulas acaban en la basura. La magnitud de esta contaminación ha impulsado distintas iniciativas en los últimos años: en 2016 la ciudad alemana de Hamburgo se convirtió en la primera en prohibir las cápsulas de café en sus edificios públicos, al mismo tiempo que el propio ex CEO de Nespresso, Jean-Paul Gaillard, calificaba de “desastre” la polución causada por estos residuos. Como respuesta a las críticas, la compañía propiedad de Nestlé puso en marcha una campaña de reciclaje de sus cápsulas de aluminio mediante puntos de recogida. Otras compañías han optado por vender cápsulas compostables, pero una revisión de 2021 concluye que todavía “las soluciones son insuficientes para el tratamiento de estos residuos a escala global”. Mientras, la imaginación popular ha convertido las cápsulas de café en uno de los materiales preferidos por los artesanos del reciclaje.

3. Toallitas húmedas

Comenzaron siendo una ayuda inestimable para padres y madres a la hora de enfrentarse al turbio momento del cambio de pañal del bebé, pero pronto comenzaron a reinventarse como desodorantes, desmaquillantes, desinfectantes y sustitutos del jabón de manos, e incluso como papel higiénico para los adultos. La pandemia de COVID-19 disparó las ventas de toallitas desinfectantes, en algunos casos hasta un 200%, según fuentes del sector. Pero la proliferación desbocada de estos productos viene con una consecuencia dramática: los fatbergs, inmensos acúmulos que bloquean las redes de alcantarillado y que están compuestos en un 93% por toallitas no degradables arrojadas al retrete.

Las toallitas húmedas se han convertido en un artículo común en cualquier hogar, pero crean inmensos acúmulos que bloquean las alcantarillas.
Las toallitas húmedas se han convertido en un artículo común en cualquier hogar, pero crean inmensos acúmulos que bloquean las alcantarillas. Crédito: Your Best Digs

Desde que en 2013 se tuvo que extraer un fatberg del tamaño de un autobús de las cloacas londinenses, numerosas ciudades en todo el mundo han sufrido este problema a escalas incluso mayores. Incluso si superan con éxito las redes de saneamiento, las toallitas permanecen durante 100 años en el medio ambiente, generando microplásticos. Hoy los fabricantes tienden a comercializar toallitas que puedan arrojarse al retrete sin problemas, pero para ello deben ser biodegradables, dispersables y compatibles con los sistemas de alcantarillado, y los estudios muestran que no todos los productos etiquetados como tales cumplen estas condiciones. En Reino Unido existe una iniciativa para prohibir el uso de plásticos en las toallitas. Otra opción, siempre más ecológica, es renunciar a los productos de usar y tirar.

4. Algunas lociones solares

Dado que la exposición al sol está ampliamente reconocida como un factor de riesgo de cáncer de piel, la protección solar es una práctica recomendada por cualquier autoridad sanitaria que se precie. Pero ¿con qué debemos protegernos? Los estudios emprendidos por el ecotoxicólogo Craig Downs y otros expertos han mostrado que diversos ingredientes de las lociones solares son nocivos para la vida marina, sobre todo la oxibenzona, un filtro de ultravioleta presente en multitud de estos productos y que es dañina para los corales. En 2022 un estudio de la Universidad de Stanford descubrió que las células del coral metabolizan este compuesto, convirtiéndolo en lo contrario de lo que es: de ser un bloqueante pasa a ser una toxina que se activa por la luz.

Diversos ingredientes de las lociones solares son nocivos para la vida marina, sobre todo la oxibenzona. Crédito: chezbeate

En algunos lugares se ha comenzado a actuar contra esta amenaza ambiental: el estado de Hawái y otros lugares ya han prohibido las lociones solares con oxibenzona y octinoxato, otro ingrediente tóxico para la vida marina. El problema, según Downs, es que no existe una alternativa clara, ya que otros filtros pueden ser igualmente tóxicos. Por ejemplo, el octocrileno, otro de los bloqueantes utilizados, es perjudicial para los peces, los corales y otros invertebrados. La Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU enumera hasta 10 ingredientes de las lociones solares que son dañinos para la vida marina. Según algunos expertos, actualmente la etiqueta de “seguro para los arrecifes” en algunas lociones es solo un reclamo publicitario sin significado real, ya que no existen estándares al respecto. Sin duda, la opción más ecológica es… la sombra.

5. Palillos desechables

La popularidad de la comida oriental en todo el mundo ha multiplicado el uso de los palillos, que en la inmensa mayoría de los casos son desechables. Parecen utensilios inocentes, pero son madera de usar y tirar. Según datos publicados por el gobierno chino, en 2011 aquel país producía anualmente 57.000 millones de pares de palillos, lo que requería la tala de 3,8 millones de árboles, o más de 1,18 millones de metros cuadrados de bosque. La mitad de esta producción se consume en la propia China, mientras que el 77% del resto se exporta a Japón. Aunque circule la idea de que los palillos se fabrican con restos de madera o especies de crecimiento rápido, mucha de la producción procede de árboles maduros

China produce anualmente 57.000 millones de pares de palillos, lo que requiere la tala de 3,8 millones de árboles. Crédito: Tookapic
China produce anualmente 57.000 millones de pares de palillos, lo que requiere la tala de 3,8 millones de árboles. Crédito: Tookapic

Para concienciar de este problema, Greenpeace erigió en Pekín cuatro árboles de cinco metros fabricados con más de 80.000 palillos reciclados. Para la organización ecologista y otros expertos, la solución pasa por decir “no” a los palillos desechables y ceñirse a los reutilizables. Existe además una razón humanitaria para abrazar esta opción: según Amnistía Internacional, muchos de los palillos que China exporta se producen en campos de trabajos forzados.

6. Bolsitas de té de plástico

En tiempos recientes, varias compañías fabricantes de té han reemplazado la tradicional bolsita de papel por otra de malla con un tacto más sedoso y una forma a menudo piramidal. Estas nuevas bolsitas se comercializan como la opción del gourmet, ya que suelen contener fragmentos de hoja más grandes e incluso hojas enteras. Pero no son necesariamente más ecológicas: muchas de ellas están fabricadas con náilon o tereftalato de polietileno (PET), por lo que aumentan nuestro consumo de plástico. Además, y dado que actualmente se recomienda reutilizar de forma limitada las botellas desechables por la posible contaminación del líquido, beber infusiones hervidas en los mismos plásticos puede no ser lo más aconsejable. De hecho, un estudio de la Universidad McGill de Canadá reveló que el hervido de una sola bolsita de té de plástico libera en la taza 11.600 millones de partículas de microplásticos y 3.100 millones de nanoplásticos.

Las nuevas bolsitas de té están fabricadas con náilon o tereftalato de polietileno (PET), por lo que aumentan nuestro consumo de plástico. Crédito: Skitterphoto
Las nuevas bolsitas de té están fabricadas con náilon o tereftalato de polietileno (PET), por lo que aumentan nuestro consumo de plástico. Crédito: Skitterphoto

Es más, incluso las bolsitas de té tradicionales, las de papel, suelen llevar una pequeña cantidad de polipropileno para el sellado. Según una estimación, el 96% de las que se venden en Reino Unido contienen este plástico no biodegradable. Algunas marcas utilizan en su lugar algún bioplástico como el ácido poliláctico, pero continúa siendo un plástico de un solo uso. Existen iniciativas para lograr que las bolsitas sean cien por cien compostables, pero la opción más ecológica es comprar el té sin envasar y emplear bolas infusoras reutilizables. 

7. Purpurina

Uno de los materiales favoritos de muchos niños y niñas es el último en sumarse a la lista de las cosas de casa que pueden ser menos inocuas de lo que aparentan. Cuando una cadena de escuelas infantiles de Reino Unido decidió prescindir del uso de la purpurina por motivos ambientales, puso de manifiesto una obviedad que algunos científicos ya se habían encargado de advertir: la purpurina no es otra cosa sino pequeños fragmentos de PET, es decir, un microplástico que contamina el medio acuático como el resto de los microplásticos.

dañan el medio ambiente
La purpurina no es más que pequeños fragmentos de PET . Fuente: Max Pixel

Ciertos expertos promueven una iniciativa para prohibir la purpurina plástica, mientras que otros se muestran cautos, señalando que aún no existen suficientes datos. Para quienes se adhieran al principio de precaución, las alternativas biodegradables ya están en el mercado. Sin embargo, organizaciones ecologistas como Marine Conservation Society advierten de que no existe un estándar del término biodegradable referido a estos productos, y que “los microplásticos biodegradables aún pueden ser persistentes y causar efectos ecológicos similares a los microplásticos convencionales”. Algunas marcas apuestan por la purpurina compostable, pero es obvio que difícilmente la purpurina usada va a compostarse.

Javier Yanes

 
Nota del editor: artículo actualizado el 4 de noviembre por Javier Yanes

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