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28 febrero 2017

¿Por qué estornudamos?

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Aunque en apariencia humanos e iguanas no tengamos mucho en común, nos parecemos en algo: estornudamos, algo que también hacen otros animales como perros o gatos. Pero los humanos somos únicos en nuestro complejo ritual del estornudo. No solamente lo acompañamos con sonoras onomatopeyas, diferentes según el idioma y ausentes en las personas sordas, sino que respondemos a él con una fórmula de cortesía, peculiarmente religiosa; desde el “God bless you” del inglés al “Jesús” del español.

El estornudo es un reflejo violento de expulsión de aire que emplea un gran número de músculos. Crédito: Tina Franklin/Flickr

Y es que el estornudo tiene una larga historia cultural, desde los tiempos en que se le atribuían supersticiones y significados místicos, como el de buen augurio. Hoy sabemos que el estornudo no es más que una curiosa respuesta fisiológica, un reflejo violento de expulsión de aire que emplea un gran número de músculos. En el caso más general, el estornudo se inicia por una estimulación de la mucosa nasal debida a agentes físicos, como cuerpos extraños, o químicos, como sustancias irritantes. Este mensaje de irritación, iniciado por la liberación de histamina, es recogido por las terminaciones del nervio trigémino y transmitido al bulbo raquídeo, el centro de control del estornudo, situado entre el cerebro y la médula espinal.

Desde el bulbo raquídeo se envía la orden de estornudar a distintos sistemas de la cara, la garganta y el pecho. Nuestros ojos se cierran, inspiramos profundamente, la glotis se cierra, la presión en los pulmones aumenta, y por último se abre la glotis y se produce esa impetuosa expulsión de aire, que encuentra salida por la nariz y la boca; arrastrando, dice la teoría, la causa original que ha motivado el estornudo.

Nube de miles de gotitas

El resultado final es una nube de miles de diminutas gotitas cuya expulsión sólo dura 150 milisegundos y cuya fracción más gruesa cae a un par de metros de distancia, pero cuyas partículas más pequeñas pueden viajar hasta ocho metros, atravesando toda una habitación. Dado que un estornudo puede contener microbios patógenos, se recomienda contenerlo con un pañuelo o con el antebrazo, no con la mano, para evitar la dispersión de infecciones.

Una fotografía captura un estornudo en progreso. Crédito: James Gathany/CDC

Tal es la fuerza del estornudo que existen casos descritos de daños en el organismo, llegando al desgarro de la arteria aorta, e incluso una paciente expulsó un implante dental por la nariz. Por el contrario, no existe registro verídico de que nadie haya expulsado los globos oculares de sus órbitas por estornudar con los ojos abiertos, según reza un mito popular. Es cierto que al estornudar cerramos los ojos de forma automática, pero se debe a la comunicación cruzada entre los nervios que controlan el parpadeo y los implicados en el estornudo.

Conexión entre nariz y ojo

La conexión nerviosa entre nariz y ojo es el origen de otro singular fenómeno: estornudar cuando se mira una luz brillante, como la del sol. Los científicos lo llaman Reflejo Fótico del Estornudo, pero también utilizan un acrónimo humorístico: ACHOO, que más o menos se corresponde con las siglas de Autosomal dominant Compelling Helio-Ophthalmic Outburst syndrome (síndrome de estallido helio-oftálmico compulsivo autosómico dominante).

Suele decirse que el ACHOO ocurre hasta en un 35% de la población, pero un nuevo estudio en Alemania eleva el porcentaje al 57%. El oftalmólogo Alberto Parafita, del Complejo Hospitalario de Pontevedra (España), apunta a OpenMind que el ACHOO es un rasgo genético que se transmite con un “patrón de herencia autosómico dominante con penetrancia parcial”. Es decir, que el rasgo no se expresa en todos los hijos que lo heredan de su padre o madre. “Aún no podemos decir cuál es el gen responsable”, añade.

Parafita es coautor de un reciente estudio, dirigido por el también oftalmólogo Carlos Sevillano, que ha estudiado la estructura del ojo en las personas con ACHOO en busca de algún rasgo anatómico que pudiera relacionarse con este reflejo. Los investigadores encontraron que el 67% de los sujetos examinados tenía nervios corneales más prominentes que la media; “es decir, más visibles en la exploración oftalmológica habitual”, dice Parafita. Aunque se trata de una pista interesante, los investigadores se muestran cautos: “puede haber relación, aunque no podemos decir que esté bien establecida”, concluye el oftalmólogo.

Estornudar después del orgasmo

Hay otros casos aún más peculiares documentados en la literatura médica: algunas personas estornudan cuando tienen el estómago lleno, o después de un orgasmo, o incluso con la simple excitación sexual. En resumen, aún hay muchas cosas que no sabemos sobre este reflejo. “Aunque el estornudo es una respuesta refleja de protección, poco más conocemos sobre él”, decía una revisión publicada en 2009.

Un estornudo grabado con el kinetoscopio de Edison en 1894. Crédito: W.K.-L. Dickson

De hecho, hay quien pone en duda su función supuesta, la de expulsar violentamente el agente causante de la estimulación nasal. En 2012, el profesor emérito de la Universidad de Sídney (Australia) y neurocientífico William Burke decidió poner a prueba lo que todos daban por hecho sin haberlo comprobado: si el estornudo era capaz de arrastrar su causa fuera de la nariz. Y sorprendentemente, los experimentos mostraron que ni la presión generada ni la expulsión de aire por la nariz eran suficientes para cumplir esta misión.

En su estudio, publicado en la revista Medical Hypotheses, Burke proponía una teoría alternativa: “la alta presión [en la boca, no en la nariz] estimula neuronas secretoras por medio de ramificaciones en el cielo de la boca. La secreción nasal diluye el material irritante en la nariz y así le impide llegar a los pulmones”, escribía el científico.

En otras palabras: más que expulsar violentamente un cuerpo extraño como el polen, Burke propone que el estornudo produce moco que lo envuelve para que sea finalmente tragado o vertido al exterior por el flujo nasal. “Muchos estudiantes han repetido los experimentos descritos en el artículo y lo han confirmado”, señala Burke a OpenMind. El estornudo ya no es un enigma místico, pero aún tiene mucho de misterio científico.

Por Javier Yanes

@yanes68

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