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15 noviembre 2018

Ofiuco, el signo 13 del zodíaco

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Se acerca el final del otoño, la época de los nacidos bajo el signo de Ofiuco. Si acudimos a las verdaderas raíces astronómicas de los signos del zodíaco, veremos que son 13 —y no 12, como nos indica el horóscopo. Reivindicar a la olvidada Ofiuco nos invita a descubrir nuestro verdadero signo y a contemplar las espectaculares constelaciones zodiacales que dominan las noches de esta época del año.

Hay un catastro que divide el cielo en parcelas, que ayudan a los astrónomos a identificar la posición de las estrellas, planetas y objetos en la bóveda celeste. A estas fincas les llamamos constelaciones y son agrupaciones de estrellas que se corresponden con la mitología celeste heredada de la antigua Grecia. Algunas son más famosas que otras. Pocas veces se oye nombrar las constelaciones de Camelopardalis, Sagitta o Boyero; sin embargo, otras como Sagitario, Tauro o Capricornio son mucho más conocidas.

Estas últimas son las constelaciones del zodíaco, del griego zoodiakos, que significa “rueda de los animales”, aunque en este grupo se hayan colado una báscula, una virgen, unos gemelos y un aguador (Libra, Virgo, Gemini y Acuario). Está claro que no es una relación animal la que las hace especiales, estas constelaciones están en una zona muy particular del cielo, la línea por donde avanza el Sol durante el año.

Diagrama que muestra por qué el Sol “está” en la constelación de Ofiuco a principios de diciembre. Crédito: Borja Tosar

Detrás del Sol hay estrellas, aunque no las podamos ver debido a la dispersión de la luz en la atmósfera de la Tierra. Pero si las pudiéramos ver, diríamos que en cualquier momento del año el Sol “está” en alguna de las constelaciones zodiacales, ya que en su recorrido anual el astro siempre aparenta ocupar una de estas parcelas. Y cuando decimos que alguien es Tauro o Sagitario, lo que indicamos es la constelación en la que estaba en Sol en el momento de su nacimiento: el signo zodiacal no es más que una referencia astronómica a la posición del Sol en el cielo con respecto a las estrellas de fondo.

El encantador de serpientes

Sin embargo, estos signos no están bien calibrados. Si utilizamos un planisferio celeste, veremos que entre el 30 de noviembre y el 18 de diciembre el Sol ocupa una de esas constelaciones poco famosas: Ofiuco, el Serpentario o encantador de serpientes. Los nacidos entre estas fechas son, por necesidad, de signo zodiacal Ofiuco.

Si seguimos observando la relación entre la posición del Sol y el fondo de estrellas, veremos que poco coincide con el calendario de signos al que estamos habituados según los horóscopos:

TABLA: Signos zodiacales reales, según las fronteras entre constelaciones que estableció la Unión Astronómica Internacional (IAU) en 1930

Signo Inicio Fin
Capricornio 19 de enero 15 de febrero
Acuario 16 de febrero 11 de marzo
Piscis 12 de marzo 18 de abril
Aries 19 de abril 13 de mayo
Tauro 14 de mayo 19 de junio
Géminis 20 de junio 20 de julio
Cáncer 21 de julio 9 de agosto
Leo 10 de agosto 15 de septiembre
Virgo 16 de septiembre 30 de octubre
Libra 31 de octubre 22 de noviembre
Escorpio 23 de noviembre 29 de noviembre
Ofiuco 30 de noviembre 17 de diciembre
Sagitario 18 de diciembre 18 de enero

 

¿Por qué no aparece Ofiuco como constelación zodiacal en el horóscopo? ¿Por qué no coinciden las fechas? No lo hacen porque hace 2.500 años, cuando se originó el horóscopo en la antigua Babilonia, el Sol pasaba en fechas diferentes por cada una de las constelaciones zodiacales, aproximadamente cuatro semanas antes.

Nuestros astrónomos registran que ahora, cada año, el sol entra en Aries el 19 de abril, como un reloj. Pero debido al movimiento de precesión terrestre, el Sol es como un reloj que atrasa aproximadamente un cuarto de hora cada año. Al cabo de muchos siglos ese retraso se ha ido acumulando y ahora el Sol entra en Aries casi un mes después de lo que registraban los babilonios, y de lo que marcan los horóscopos.

Podría entonces decirse que a cada persona le corresponde realmente el signo inmediatamente anterior al que marca su horóscopo. Pero tampoco es cierto. El Sol solo transita una semana en Escorpio, mientras que en Virgo pasa mes y medio: estos tiempos de paso son iguales ahora que hace 2.500 años, y difieren mucho de la división de un mes por cada signo del horóscopo que establecieron de manera arbitraria los astrólogos babilonios, que decidieron prescindir de Ofiuco y quedarse con un número más redondo de 12 signos, como en el calendario de 12 meses.

Ophiuchus sosteniendo la serpiente, como se muestra en El espejo de Urania, un conjunto de tarjetas de constelaciones publicadas en Londres en 1825. Fuente: <em><strong>Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos</strong></em>
Ophiuchus sosteniendo la serpiente, como se muestra en El espejo de Urania, un conjunto de tarjetas de constelaciones publicadas en Londres en 1825. Fuente: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

Seguir ese calendario permitió a los astrólogos babilonios predecir cuando llegaba el verano o la época de la cosecha. El poder que eso les dio acabó derivando en que se aventuraran a predecir acontecimientos como el resultado de una batalla o la personalidad de un individuo, basándose en su signo del zodíaco.

Las constelaciones y sus leyendas

La base de la astrología no se corresponde con observaciones del mundo real, es una invención que no encajó con el movimiento de los astros ni siquiera en su origen. No tiene más utilidad que la de un calendario alternativo, con unos meses que se corresponden con figuras mitológicas. Pero el zodíaco nos puede servir como una guía para observar las figuras de sus constelaciones —que siempre se ven en el cielo sobre el horizonte sur, en el hemisferio norte (y sobre el horizonte norte, en el hemisferio sur)— y recordar sus correspondientes leyendas.

Zona de Sagitario, se pueden ver las nebulosas de La Laguna y Trífida. Crédito: Óscar Blanco

Durante este final de otoño y principio de invierno no podemos recomendar observar Ofiuco —conocido en la mitología como el “cazador de serpientes” y representado como un héroe luchando con un reptil—, porque justo cuando nacen los “ofiucos” es cuando el Sol pasa por delante de su constelación: al ser de día, no pueden verse sus estrellas. Pero sí podemos observar otras impresionantes constelaciones:

  • Tauro destaca gracias a su estrella más brillante, Aldebarán, una gigante fácilmente identificable a simple vista por su color rojo, representando uno de los ojos del animal. Sobre el lomo, también sin ayuda óptica, se puede ver un grupo de estrellas: las Pleyades.

    Primer plano (girado) de la las nebulosas de la Laguna y Trífida. Crédito: Óscar Blanco
  • Hacia el este de Tauro se puede ver la constelación de Gemini, en la que se identifican dos estrellas de primera magnitud, Castor y Polux, como las cabezas de los dos gemelos que representan.

  • Un poco más al este de Gemini, se puede ver Leo, una de las constelaciones con la forma más reconocible de todo el catálogo: muchas son las civilizaciones que coinciden en reconocerla como el León. Entre sus estrellas destaca Regulus, una de las más brillantes de todo el firmamento.

    Durante estos días parecerán salir de la constelación de Leo estrellas fugaces, ya que se produce la lluvia de Leónidas. Famosas por su espectacularidad, es fácil estas noches ver estrellas fugaces muy brillantes, pero en mucha menor cantidad que en otras lluvias como las Perseidas de agosto o las Gemínidas de diciembre.

Las constelaciones zodiacales no nos servirán para adivinar el futuro, pero son la excusa perfecta para alejarse de las luces de las ciudades o núcleos de población y disfrutar de una buena noche de observación.

Borja Tosar

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