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29 septiembre 2021

Nos estamos comiendo el planeta

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En 2021 culmina la AGENDA 21, el plan de Naciones Unidas considerado antecesor de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que se firmó en 1992 en la Conferencia de Río de Janeiro sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD). La lucha institucional y científica por la conciencia medioambiental y el rediseño del sistema de consumo y convivencia con el entorno natural cumple así 29 años, en un momento histórico en el que pasar a la acción se ha impuesto como un requisito indispensable para garantizar la habitabilidad del planeta en las condiciones necesarias para la supervivencia de las especies que lo habitamos.

La alimentación es, inevitablemente, uno de los factores clave y uno de los principales campos que han de ser revisados si queremos construir un sistema de existencia sostenible en la Tierra. Por eso, en 2021 la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) ha elegido la producción sostenible como eje central del Día Mundial de la Alimentación. Agricultura y ganadería son actividades primordiales para generar el alimento que sustenta a la población, y es fácil imaginar la repercusión que esto tiene en el medioambiente. Es necesario analizar por qué el mundo debe replantearse qué comer, pues no solo es esencial para erradicar el hambre y acabar con la malnutrición, las muertes por inanición o la creciente incidencia de las enfermedades cardiovasculares, sino porque, literalmente, nos estamos comiendo el planeta.

Según datos de la FAO, cada consumidor desperdicia entre 95 y 115 kg de alimentos al año en Europa y América del Norte , mientras que esta cifra es mucho menor en otras regiones del planeta como el África subsahariana y Asia meridional y sudoriental, donde se desperdician entre 6 a 11 kg al año

Un tercio de la comida que se produce nunca es consumida por los seres humanos.

Esta otra visión numérica del problema, mucho más ilustrativa, la aporta el programa Save Food, una iniciativa para erradicar la pérdida y el desperdicio de alimentos en el mundo, que aúna gobiernos, industria, sociedad civil y todos los agentes implicados en el proceso. Nuestros patrones de alimentación actuales no son sostenibles y el cambio tiene que producirse a distintos niveles, pues implica una transformación de los valores y los propios parámetros de consumo de comida. La racionalidad ecológica debe incorporarse a la lógica que domina la demanda de alimentos. La concienciación social es sin duda un paso esencial en ese proceso.

Además, este tercio de alimentos desperdiciados provoca unas pérdidas económicas que ascienden a 940.000 millones de dólares y un 8% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, según indican desde el mismo programa. Si este es el punto de partida, el futuro será todavía más oscuro: la población aumentará hasta 9.600 millones de personas en 2050.

Alimentación sostenible = agricultura sostenible

La producción agrícola debe aumentar hasta un 60% para 2050 si el planeta quiere alimentar a una población de tal envergadura, según estima la FAO. ¿Cómo es posible desarrollar una agricultura más productiva y que al mismo tiempo respete y fortalezca el ecosistema?

Por primera vez, el informe Global Risks 2016 del Foro Económico Mundial sitúa el fracaso en la lucha por la mitigación del cambio climático a la cabeza de su ranking y señala el sector de la agricultura como uno de los más sensibles a las variaciones del clima. Además de ser muy vulnerable a dichos cambios, el sistema mundial de alimentos es en sí mismo un importante motor del cambio climático, al que contribuye con un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo (figura 1). Otro dato ilustrativo aportado por la Universidad de Queensland: prácticamente el 60% de los gases de efecto invernadero producidos a partir de alimentos se genera a través de productos de origen animal.

Imagen: Oxfam (2014), Standing on the Sideliness.

Cualquier alimento producido en el planeta tierra tiene una huella ecológica. Hay una herramienta online que permite comprobar la marca que dejan en el planeta algunos de los alimentos más consumidos en el mundo (arroz, maíz, soja,…). ¿Son todos los alimentos “verdes” igual de sostenibles? No basta con eliminar la carne y los derivados de los animales, así como los productos procesados industrialmente de nuestra dieta. Hay que elegir muy bien qué cultivamos. A este respecto, la ONU ya nos dió una pista en 2019 dedicando  oficialmente cada día 10 de febrero al Día Mundial de las Legumbres, dentro de su iniciativa ‘Objetivos 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible y Hambre Cero’ por su papel en la sostenibilidad del planeta, su importancia estratégica en la seguridad alimentaria mundial y sus beneficios nutricionales claves para conseguir una dieta equilibrada y cuidar nuestra salud.

Se calcula que, en todo el mundo, alrededor de 190 millones de hectáreas de legumbres aportan entre cinco y siete millones de toneladas de nitrógeno a los suelos, por lo que necesitan menos fertilizantes que la mayoría de los cultivos. Contribuyen así las legumbres al mantenimiento de la seguridad alimentaria, pues reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, proporcionan el aporte nutricional necesario.

Puedes conocer más datos sobre las legumbres en esta infografía que la FAO preparó para difundir toda la información el día mundial de las Legumbres.

Dory Gascueña para OpenMind

@dorygascu

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