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15 mayo 2018

Microbioma: la próxima frontera de la medicina

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Más de la mitad de nuestro organismo no es humano. Sólo el 43% de las células que forman el cuerpo humano son de nuestra especie. El resto son organismos microscópicos, que viven en lugares como nuestra piel o en importantes colonias que conforman la flora intestinal. Es la microbiota, una enorme población muy personal, con una composición tan particular que creíamos que estaba escrita en los genes de cada individuo. Sin embargo, un sorprendente estudio acaba de desmontar esa creencia y podría traer una revolución médica, pues ese universo microbiano que llevamos dentro afecta a casi cualquier aspecto de nuestra la salud: de las alergias a enfermedades mentales; del peso corporal al cáncer.

Investigadores del Instituto Weizmann de Ciencias, en Israel, han concluido que la genética del huésped humano juega un papel muy minoritario, casi residual, en la composición de cada microbiota. Esto supone —en palabras del profesor Eran Segal, uno de los autores de este macroestudio— que “nuestra microbiota podría ser una poderosa vía para mejorar la salud. No podemos cambiar nuestros genes pero ahora sabemos que podemos actuar, e incluso remodelar, la composición de diferentes colonias de bacterias que se hospedan en nuestro organismo”.

Según un reciente estudio, la microbiota afecta a casi cualquier aspecto de nuestra la salud. Crédito: IBM

Formada sobre todo por bacterias —pero también por arqueas, hongos o virus— la microbiota puede variar mucho de un individuo a otro, aunque es más parecida entre individuos de la misma familia y también de la misma región o población. Así, todo apuntaba a que venía determinada fundamentalmente por los genes, que definen las condiciones particulares de cada entorno colonizado por los microorganismos. Y serían esas condiciones internas, como la acidez de los jugos gástricos o el pH de la piel, las responsables de que determinados microbios se adapten mejor y proliferen con mayor éxito. Pero ahora sabemos que el 98% de la composición del microbioma de cada persona viene determinado por factores externos, principalmente la dieta y el estilo o hábitos de vida.

Este revolucionario hallazgo coincide con el impulso que el gobierno de EEUU ha dado a la investigación en este campo, con un plan estratégico de cinco años (2018-2023), que financiará estudios no solo sobre las implicaciones de la microbiota para la salud, sino también para la bioseguridad, el medio ambiente o el desarrollo de nuevas técnicas forenses para resolver crímenes. Este nuevo plan se suma al que en 2007 inició una carrera científica para conocer mejor a nuestros compañeros microbianos, catalogando la totalidad de genes de ese conjunto de organismos —lo que se conoce como microbioma.

Flora intestinal que controla la ansiedad

Desde entonces el Proyecto Microbioma Humano ha llevado a descubrimientos tan relevantes como que las bacterias de la flora del intestino ejercen una acción remota sobre el cerebro —se cree que a través del nervio vago que conecta ambos órganos— regulando la producción de proteínas que controlan los estados de ansiedad. “La forma en que pensamos o cómo nos sentimos podría estar controlada por nuestra flora microbiana intestinal”, explica Gerard Clarke, uno de los coautores de aquel estudio.

De este modo la presencia o ausencia de determinadas poblaciones bacterianas intestinales determina que padezcamos (o seamos más propensos a) trastornos y desórdenes mentales, desde depresión a autismo. Tanto es así que, tal y como refiere Paul Cyran, profesor de neurofarmacología, “se ha acuñado el término psicobiótica para referirse a la intervención de la microbiota en la salud mental”.

Crédito de la composición de imágenes: Jonathan Bailey, National Human Genome Research Institute, NIH
El Proyecto del Microbioma Humano brindó la primera idea de la diversidad microbiana de humanos sanos y está explorando las posibles relaciones entre enfermedades humanas particulares y el microbioma. Hacia la derecha desde la esquina superior izquierda: Streptococcus; biopelícula microbiana de especies mixtas, del cuerpo humano; Bacillus y Malassezia lopophilis.

También se ha descubierto que determinadas bacterias que colonizan nuestra piel producen un compuesto que frena la síntesis de ADN en las células tumorales, y por eso los individuos que las portan están más protegidos frente al desarrollo de tumores cutáneos. Un hallazgo que realza aún más el “potencial del microbioma para influir sobre las enfermedades”, en palabras de Lindsay Kalan, bioquímica de la Universidad de Wisconsin-Madison. Y ese trascendental papel de la microbiota (y su microbioma) en nuestra salud tampoco debería resultar tan sorprendente, añade Cyran: “Toda la evolución humana y todos los sistemas de nuestro organismo han coevolucionado junto a sus huéspedes microbianos”.

Un complejo ecosistema con un delicado equilibrio

A nivel individual, es justo al nacer, al exponernos al mundo exterior, cuando cada persona comienza a adquirir su microbiota, que se modela en gran medida durante los tres primeros años de vida. A partir de entonces tiende a estabilizarse. Pero seguirá cambiando a lo largo de toda la vida en función de factores externos como enfermedades, medicamentos, condiciones ambientales, el clima, situaciones de estrés, hábitos de higiene o cambios en la dieta. En este sentido, otro estudio recién publicado ha demostrado que adoptar una dieta rica en fibra induce la proliferación de determinadas cepas bacterianas que al interactuar con el organismo favorecen la producción de insulina y por tanto reducen los niveles de azúcar en sangre, con lo que disminuye el riesgo de padecer diabetes.

Al nacer, cada persona comienza a adquirir su microbiota, que se modela en gran medida durante los tres primeros años de vida. Crédito: Darryl Leja, NHGRI

Pero que se pueda cambiar la microbiota no significa que sea sencillo. La flora y fauna microbiana de cada individuo constituye un ecosistema complejo con un delicado equilibrio. Cualquier cambio sutil puede sacudirlo y provocar a su vez toda una serie de cambios no deseados o inesperados. De ahí la importancia de estudiar el microbioma y de hacerlo como un todo. Tal y como lo explica Tim Spector, profesor de epidemiología genética: “Es como un bosque. Podrías tener un helecho que te hace muy feliz pero si no cuentas con una mayor diversidad en tu bosque, va a ser perjudicial para el sustrato”. Por eso resulta “importante entender cómo el microbioma interactúa con su anfitrión humano antes de comenzar a manipularlo para tratar dolencias y enfermedades”, puntualiza Lindsay Kalan.

De todas formas, los investigadores embarcados en su estudio se muestran esperanzados en que en un futuro se pueda actuar sobre la composición del microbioma y en consecuencia sobre la salud mediante alimentos pre y probióticos, así como modificando hábitos de vida y condiciones del entorno.

Miguel Barral

@migbarral

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