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10 abril 2017

Martin Rees: el viaje sin retorno del poshumano

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Martin Rees es cosmólogo y científico espacial; fue director del Institute of Astronomy, investigador y rector del Trinity College y presidente de la Royal Society. Es uno de esos físicos transformados en filósofos de inicios del siglo XXI.

Rees forma parte del grupo de autores incluidos en El próximo paso: la vida exponencial, último número de la colección anual del BBVA, una colección que se publica desde 2008, dedicada al “análisis y la divulgación de cuestiones fundamentales de nuestro tiempo”, en este caso un recorrido por las 18 ideas clave para mirar al futuro.

El artículo de Rees, titulado Viajes Interestelares y Poshumanos, descansa sobre lo que hoy es algo más que un presagio o un simple acto de fe en el mañana, “un porvenir poshumano en el que nuestros descendientes podrán algún día trascender las limitaciones humanas aquí en la Tierra, pero, más probablemente, fuera de ella”.

Para un viaje tan largo, que igual parece será para siempre, la visión que convierte a los humanos en el último eslabón evolutivo no será suficiente, puesto que terminaremos convertidos “en una especie surgida en una fase temprana en la sucesión temporal de especies, con aptitudes concretas para una evolución diversificada, y tal vez de importancia cósmica, como punto de partida de una transición hacia entidades basadas en el silicio (y potencialmente inmortales), que puedan trascender las limitaciones humanas con mayor facilidad”.

Selección por diseño

En su artículo, Rees describe cómo tres grandes tecnologías sientan las bases en las que se sustentará aquel viaje cósmico, no tan despacio, dado que la “evolución futura no se dará en la escala temporal de millones de años propia de la selección darwiniana, sino a un ritmo mucho más acelerado”, producto de la biotecnología avanzada, la inteligencia artificial, la robótica, y la exploración espacial.  En su conjunción, la evolución por selección natural dará paso a la selección por diseño, una transición no exenta de problemas éticos y morales.

Pixabay: skeeze

En el caso de la biotecnología, Rees menciona a CRISPR, la nueva técnica de precisa edición genética, y los llamados experimentos de incremento de función, que nos llevarán a una época donde “los niños serán capaces de diseñar y crear nuevos organismos de manera rutinaria”. No oculta el “lado negativo, la amenaza del bioerror o del uso del bioterror. Si ‘jugar a ser Dios en la mesa de la cocina’ (por así decirlo), se convierte en una posibilidad real, hay probabilidades de que nuestra ecología, e incluso nuestra especie, no salgan indemnes”.

Por su parte, la robótica y la inteligencia artificial reciben el efecto multiplicador de la Ley de Moore en el diseño de ordenadores y el procesamiento de datos y “los impresionantes avances en el denominado aprendizaje generalizado de las máquinas”, como DeepMind, famosa por vencer al campeón mundial del juego de mesa de origen chino Go que, sin programación previa, “aprendió absorbiendo enormes cantidades de partidas y jugando contra sí misma una y otra vez”, o los millones de imágenes procesadas o de lecturas hechas que terminaron en sistemas que pueden traducir documentos e identificar rostros humanos.

O ejemplos más recientes incluso, como DeepCoder, un sistema que escribirá el código fuente de otros sistemas, o como Flint, que personaliza su correo de noticias conforme vaya interactuando con usted, producto, afirman, de la “inteligencia artificial y colectiva”, o lo que llaman chatterbot, robots conversacionales, que “entienden la semántica, la sintaxis y la gramática” de con quien actúan. Otro ejemplo sería Kick My Bot, disponible ya para interactuar dentro de una red social con el nombre de JobLink, para buscar empleo, al menos en Francia.

Inteligencia poshumana fuera de la Tierra

En el futuro, robots o aquellos que hayan trascendido la biología, “fusionándose con ordenadores”, acabarán por “observar, interpretar y alterar su entorno tan eficazmente como nosotros”, por lo que serán considerados, “seres inteligentes, en cuyo caso, “algún día pueden darse escenarios en los que robots autónomos se rebelen” pero también será esa misma“inteligencia pos humana seguramente la que se extenderá mucho más allá de la Tierra”.

Pixabay: skeeze

Los robots ya se encuentran en la Estación Espacial Internacional y en las distintas sondas espaciales no tripuladas. Rees visualiza “flotillas de pequeñas naves robóticas” que “explorarán y cartografiarán la totalidad del sistema solar” y “después la minería y fabricación espacial” en medio de “enormes placas solares y desmesuradas redes informáticos en el espacio”.

Ciertamente,no se prevé una emigración masiva desde la Tierra, puesto que ni siquiera hay un lugar en nuestro sistema solar con “un entorno habitable… No existe el planeta B”.  Además, las cada vez más sofisticadas sondas, los costes, la hostilidad, los riesgos, las condiciones “solo de ida”, alejan la posibilidad que el viaje sea realizado por los humanos o que sea financiado con recursos públicos, tal como lo muestra Dragon, el primer cohete reutilizable, propiedad de Space X.

Artist’s concept of SpaceX’s Falcon 9 Launch Vehicle and Dragon crew and cargo capsules / NASA

Los viajes humanos quedarán limitados a los planetas y alrededores. Los largos, o los sin retorno, serán hijos de las tecnologías que permitan adaptarse al hostil espacio; “criaturas orgánicas”, “cerebros no orgánicos” o “intelectos poshumanos”, a los que “simplemente deberíamos desearles buena suerte. El suyo podría ser el primer paso hacia la diferenciación en una nueva especie: el comienzo de la era poshumana”, desarrollando “conocimientos tan alejados de nuestra imaginación como lo está la teoría de cuerdas para un ratón”, concluye Rees.

Doodle dedicado a los 7 exoplanetas descubiertos recientemente ” “Trappist-1 System”/ Google

Pero, ¿somos únicos o ya hay vida inteligente ahí fuera?, se pregunta. Hay algunos que esperan encontrar fósiles u organismos simples en nuestro sistema solar pero nadie aguarda una biosfera compleja. Para eso habrá que mirar más allá, en los exoplanetas, aunque nada garantiza encontrar vida, ni primitiva ni avanzada y está la cuestión de que sepamos reconocer otras formas de vida, distintas a la nuestra. Dada esa incertidumbre, los proyectos SETI, el Breakthrough Listen o el nuevo telescopio espacial James Webb, podrían proporcionar alguna pista.

Por ahora, dado el estado actual de nuestros conocimientos, “tal vez el cosmos rebose de vida, o bien nuestra Tierra podría ser única entre los miles de millones de planetas que seguramente existen”. Una respuesta que, ciertamente, merece el viaje cósmico que nos propone Martin Rees.

Walter Farah Calderón

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