De la preocupación por una nueva pandemia ha nacido una disciplina científica, la ecoepidemiología —que estudia cómo los factores biológicos y ambientales afectan a las enfermedades humanas—, cuyas predicciones alertan de inminentes brotes (en 2017 y 2018) de la enfermedad de Lyme: una infección transmitida por las garrapatas que, aunque no es mortal, sí puede dejar graves secuelas de por vida. Y que sigue extendiéndose, ante la falta de una vacuna.
Cambios en el clima y en los ecosistemas han convertido en un problema de salud pública una enfermedad que no es nueva. El caso más antiguo que se conoce es el de Otzï, cuya momia se conserva desde hace 5.300 años en los Alpes italianos. Aunque “el hombre de los hielos” no es el único paciente famoso de la enfermedad de Lyme, que está dejando de ser una epidemia silenciosa gracias a la visibilidad que le dan los recientes casos de actores como Alec Baldwin y Ben Stiller, cantantes como Thalía y Avril Lavigne, o políticos como George W. Bush.
Esta enfermedad fue descubierta en los años 1970, tras estudiar decenas de casos de lo que parecía una artritis reumatoide juvenil, que aparecieron en la localidad estadounidense de Old Lyme (Connecticut). Hasta hace dos décadas sólo afectaba a un área concreta: la franja más septentrional de EEUU, con especial incidencia en el nordeste. Pero el cambio climático ha traído inviernos más suaves, y se cree que esto ha propiciado su propagación en un mundo global mucho más comunicado. Las garrapatas portadoras de la enfermedad han aparecido en zonas donde nunca antes habían sido un problema.
La enfermedad de Lyme es una de las enfermedades transmitidas por vectores que más rápido crece en Occidente. En los últimos años su incidencia se ha multiplicado por 25 en los EEUU, estimándose en 300.000 nuevos casos cada año, y el Centro para el Control de Enfermedades (CDC) lo califica como “un importante problema de salud pública”. En Europa se ha confirmado un notable aumento de los casos documentados, que superan los 360.000 en los últimos 20 años. En el Reino Unido, los casos se han multiplicado por 10 desde 2001. Y también aumenta la incidencia en Asia.
Según el ecólogo estadounidense Rick Ostfeld, que estudia el mal de Lyme en el Cary Institute de Millbrook (Nueva York), “se espera que el verano de 2017 sea peor de lo habitual en gran parte del nordeste de EEUU, donde la previsión es que el área que se verá afectada sea bastante más amplia que en años anteriores”.
¿Qué es y cómo se transmite?
El mal o Borreliosis de Lyme es una infección causada por la bacteria Borrelia burdogferi y que se transmite por la picadura de varios tipos de garrapatas del género Ixodes. Los principales huéspedes de esta bacteria son pequeños mamíferos como los ratones de patas blancas, las musarañas o las ardillas. Las garrapatas se convierten en los agentes transmisores al parasitar a animales infectados. Y cuando saltan a otro huésped, en este caso un humano, le transmiten la infección a través de su picadura.
En el año 2006, el doctor Ostfeld identificó una pauta o ciclo que permite anticipar con dos años de margen cuándo es previsible que se produzca una plaga de garrapatas Ixodes y en consecuencia una epidemia de la enfermedad: un año en el que la cosecha de bellotas es especialmente abundante “conduce a un boom poblacional de ratones silvestres en el verano siguiente, que son los huéspedes idóneos para las larvas de garrapatas”, explica el investigador. Y esto a su vez provoca que “un año después se produzca una gran abundancia de garrapatas infectadas; que son la principal causa de contagio de la enfermedad en humanos”. Este ciclo justifica la expectativa de que “2017 sea un mal año para la enfermedad de Lyme, pues 2015 produjo una gran cosecha de bellotas en los bosques de robles”, añade Ostfeld.
Recientes estudios han confirmado ese mismo patrón trianual tras identificarlo en Polonia, una región a priori mucho más desfavorable. Allí 2016 fue un año muy próspero en bellotas, lo que favorece un hipotético y potencial brote de la enfermedad de Lyme en 2018. No obstante, el doctor Ostfeld matiza la situación: “No podemos hablar a ciencia cierta de una amenaza global de la enfermedad de Lyme. En Europa la oleada de la enfermedad se debería dar en 2018 [y en Norteamérica en 2017]. No hay razón para esperar que se produzcan al mismo tiempo en ambos continentes. El que esto pueda llegar a suceder en otro momento es algo que no podemos predecir por ahora”.
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