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31 mayo 2012

Los cuatro elementos de la química moderna

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La vida era sencilla durante 2000 años, controlada únicamente por cuatro elementos: tierrafuegoagua y aire. 

Hoy en día, la vida es exponencialmente más complicada con una lista que supera los 100. Pero cuando se trata de adoptar políticas innovadoras para mejorar la vida en todo el mundo, considero que podemos volver a asumir una perspectiva más simplificada. Esta perspectiva nos devuelve a una nueva lista de cuatro elementos, los cuatro elementos de la química moderna: alimentos, energía, agua y clima. Aunque ninguno de ellos son elementos químicos propiamente dichos, estas versiones modernas de los elementos clásicos son los componentes fundamentales para cualquier solución a los grandes retos de hoy en día.

El caso de los biocombustibles derivados de alimentos es un ejemplo que demuestra lo mucho que dependen entre sí los cuatro elementos de la química moderna. A fin de evitar el cambio climático, hemos desarrollado biocarburantes bajo la premisa de que las emisiones de dióxido de carbono quedan compensadas con los cultivos. En este ciclo neutral excesivamente simplificado del dióxido de carbono, la cantidad de energía consumida, principalmente derivada del petróleo y del carbón, en la producción de fertilizantes y otros materiales para el cultivo no se tiene en cuenta en la mayor parte de los casos.

La cantidad de agua necesaria para producir cada litro de biocombustible es otro coste que se suele pasar por alto, y la cantidad de agua necesaria puede variar en varios cientos, atendiendo al tipo de cultivo que se produzca. Un aumento de la demanda de cultivos consumibles provocado por la primera generación de biocarburantes tuvo consecuencias que, en general, se pasaron por alto por la mayoría de científicos y políticos hasta que un significativo incremento en los precios de los alimentos hizo que millones de personas se enfrentasen a la inanición.

Es cierto que las causas de los elevados precios de los alimentos son variadas. Pero utilizar los alimentos para producir combustible supone un coste elevado respecto al consumo de agua y energía. Lo mismo ocurre cuando se produce agua limpia derivada del agua del mar, que tiene posteriormente un efecto perjudicial sobre el medio ambiente. Los intentos para producir una nueva generación de biocarburantes a partir de cultivos no comestibles, desechos agrícolas o algas van en la dirección correcta, aunque no resuelven todos los problemas vinculados con el uso de biomasa para los combustibles.

Hoy en día, nuestro mayor reto es producir energía, alimentos y agua suficientes, seguros y sostenibles para 7 mil millones de personas sin perjudicar al medio ambiente más de lo que ya lo hemos hecho. Esto significa que tenemos que hacer algo más que mejorar los sistemas existentes de producción de energía, debemos crear nuevos sistemas. Sin embargo, a medida que el conocimiento científico aumenta, los científicos trabajan en proyectos cada vez más específicos en lugar de hacerlo en las soluciones holísticas, escalables y radicales que el mundo necesita. Para producir este cambio es necesario que los futuros científicos reciban una formación que fomente la innovación disruptiva, dado que las mejoras incrementales de las tecnologías existentes no servirán para afrontar el reto al que nos enfrentamos.

Nuestro siguiente reto es la creatividad. Aunque muchos científicos y tecnólogos destacan la importancia de la creatividad y originalidad, estas habilidades no son incentivadas lo suficiente en clase o en el laboratorio. De hecho, el pensamiento original con frecuencia se desincentiva en los colegios. Los libros de texto de todo el mundo contienen los mismos conceptos fundamentales, que se presentan utilizando ejemplos abstractos. Cuando los estudiantes han terminado la educación formal, rápidamente se dan cuenta de que destacar en el entorno académico es más sencillo si sus publicaciones científicas no cuestionan las teorías de colegas más experimentados. Esta es la lección equivocada que se enseña a la nueva generación de científicos.

Publicado originalmente en The Washigton Post

 

Javier García

Fundador de Rive Technology y Director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante (España)

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