En francés la palabra cuervo se traduce como corbeau. Jugando con el nombre del ave y el apellido Lecorbesier de un antepasado materno, el joven suizo Charles-Édouard Jeanneret adoptó el seudónimo de Le Corbusier. Este nombre pasó a la historia de la arquitectura moderna como uno de los más influyentes del siglo XX por su filosofía renovadora y sus famosos cinco puntos de una nueva arquitectura. Utilizó las matemáticas y la geometría como pilares de su carrera.
Le Corbusier (6 de octubre de 1887 – 27 de agosto de 1965) no tenía formación académica como arquitecto, su inspiración procedía sobre todo de las artes visuales en las que apreciaba el racionalismo de las proporciones clásicas, llegando a rechazar el cubismo por ser demasiado “romántico”. Su predilección por el hormigón armado —que le da a las piezas mayor ductilidad— le permitiría diseñar obras basadas en la ortogonalidad.
Una influencia clave fueron sus viajes, durante los cuales conoció algunas de sus construcciones más admiradas, como el Partenón (Grecia), toda una oda al trazado geométrico. De él escribiría: “por definición, el Partenón es el monumento excepcional, lugar de todos los matices. Es una verdadera escultura y no un edificio”.
En el libro Hacia una arquitectura (1923), Le Corbusier reconocía la importancia de la geometría en otras obras que admiraba, como la catedral de Notre Dame de París (Francia), en cuya fachada principal son recurrentes el cuadrado y el círculo. En este mismo libro, el arquitecto sienta las bases que regirán su carrera: la necesidad de orden para regular las formas y la línea como elemento integrador.
Como recuerda en un artículo Elsa Mª Gutiérrez Labory, profesora del departamento de Expresión Gráfica y Proyectos Arquitectónicos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (España), para Le Corbusier las matemáticas aportaban razón a la obra mediante el cálculo, mientras que la geometría daba sensibilidad al artista. “La sensación de orden es de calidad matemática”, señaló el arquitecto.
En 1926, Le Corbusier daría una vuelta de tuerca a los cánones establecidos con sus famosos cinco puntos de una nueva arquitectura. Según su filosofía, las construcciones debían diseñarse con una planta baja sobre pilotes, una planta y una fachada libres, una ventana alargada y una terraza-jardín.
Predilección por el ángulo recto
Según Gutiérrez Labory, entre todos los elementos geométricos, al que más importancia le da el artista es al ángulo recto. “Para él, trazar una cruz, que está hecha de cuatro ángulos rectos, implica apoderarse del espacio, tomar posesión cada uno de su universo, porque en la cruz están presentes los ejes de coordenadas, donde se puede medir y representar el espacio”, señala la experta.
Cálculo y geometría unidos en alta arquitectura. Un ejemplo es la Villa Savoya (Francia), asentada en pilotes de hormigón armado y en la que predominan los ángulos rectos. Tras más de 20 años estudiando la proporción, el arquitecto publicó en 1950 un ensayo que sería utilizado por sucesivas generaciones de constructores. El Modulor, ensayo sobre una medida armónica a la escala humana aplicable universalmente a la arquitectura y a la mecánica define en su largo título lo que es: un sistema de medidas proporcionadas a las magnitudes del cuerpo humano.
Le Corbusier se basaba en la proporción áurea —cuando la relación entre dos magnitudes es la misma que la de la suma de ambas y la mayor de las dos—, que calificaba como “una herramienta de medidas lineales u ópticas, similar al guión musical”.
De esta forma, sobre la mediana estadística del tamaño humano, fijó una serie de medidas para definir las proporciones de las partes de un edificio, sus estructuras e incluso los diseños gráficos. Por ejemplo, la altura de 2,26 metros, que se correspondía a un hombre con el brazo levantado, determinó la dimensión vertical de la Unidad Habitacional de Marsella (Francia) que el arquitecto diseñó.
“Es probablemente el sistema proporcional más completo que se haya imaginado durante el siglo XX”, asegura Jean-Louis Cohen, profesor del Instituto de Bellas Artes de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), en un artículo publicado en la revista Architectural Histories.
Patrimonio de la Humanidad
En 2016, medio siglo después de que el arquitecto falleciera de un fallo cardíaco mientras nadaba en la Costa Azul, la Unesco incluía su trabajo en la lista de Patrimonio de la Humanidad.
En total, el organismo reconocía 17 espacios repartidos en siete países como testimonio de la invención de un nuevo modo de expresión de la arquitectura, “en clara ruptura con sus formas anteriores”.
Entre ellas destacan la Unidad Habitacional de Marsella, la capilla de Notre Dame du Haut (Francia), el Museo Nacional de Bellas Artes de Occidente de Tokio (Japón) o el complejo del Capitolio de Chandigarh (India). La Unesco subraya cómo en esta última construcción el arquitecto empleó el Modulor como sistema armónico de proporciones.
“La influencia global conseguida por el trabajo arquitectónico de Le Corbusier en cuatro continentes es un nuevo fenómeno en la historia de la arquitectura y demuestra su impacto sin precedentes”, resalta el organismo. Una revolución arquitectónica que no se concibe sin la base geométrica.
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