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15 enero 2015

La estructura viva más fácilmente distinguible desde el espacio

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Sorpresa tras sorpresa. La Gran Muralla China no es la estructura artificial más fácilmente distinguible desde el espacio, el “honor” corresponde a los campos de invernaderos de Almería, al Sur de España. Si buscásemos la contrapartida biológica, ¿cuál sería la respuesta?

Se dice que la mayor estructura viva es la Gran Barrera de Coral, en Australia. Sin embargo, parece que no es completamente cierto. Aunque, como tantas otra cuestiones, depende del enunciado de la pregunta, y del tipo de contestación que se busque.

La Gran Barrera de Coral (“Great Barrier Reef”), está compuesta por un inmenso conjunto de colonias que cubren una extensión de unos más de 2,500 kilómetros de longitud hacia el noreste australiano. En ocasiones se afirma que es el animal más grande que existe (recordemos que los corales lo son), o en cualquier caso la estructura viva de mayor tamaño. Sea como sea, según dicen los expertos, es uno de los sistemas más complejos y variados que existen. También de los más delicados. La foto adjunta muestra esta estructura única vista desde una órbita cercana, por el satélite Terra. Los detalles corresponden a un tamaño de un kilómetro, aproximadamente, pero en la imagen original, en alta resolución, se pueden apreciar estructuras de hasta 250 metros.

Figura 1: La Gran Barrera de Coral, frente a la gran masa continental de Australia, vista por el Multi-angle Imaging Spectroradiometer, en el satélite Terra. Crédito NASA/GSFC/LaRC/JPL, MISR Team

Esta maravilla, patrimonio de la humanidad según la UNESCO y clasificada como la séptima de la naturaleza por una conocida cadena internacional de televisión, está en peligro. Desde 1985 ha perdido aproximadamente la mitad de los corales que la forman y está sometida a grandes presiones debido a distintos factores ambientales, entre los que destacan los creados por el hombre: el cambio climático, con la consiguiente subida de temperatura de los mares y su acidificación; y el efecto de la minería y la agricultura, que terminan depositando en las aguas próximas ingentes cantidades de material contaminante que afectan de manera muy negativa a la supervivencia de esta estructura, a la que se puede catalogar como verdadero termómetro de la salud del planeta. De hecho, recientemente el gobierno australiano ha publicado un plan para crear una situación más sostenible (“Reef 2050 Long-Term Sustainability Plan”). Sin embargo, la academia de ciencias australiana, en un informe reciente enviado a su gobierno, afirma que las acciones programadas son totalmente insuficientes incluso para mantener el arrecife es su estado actual, que está lejos de ser óptimo, por no decir deplorable.

A pesar de su espectacularidad y su magnitud, incluso en la situación presente, este conjunto de arrecifes coralinos no es la estructura viva más grande que se puede divisar desde el espacio… la respuesta está en una de las regiones, en apariencia, más desoladas de nuestro planeta. Probablemente sea incluso visible desde nuestro satélite, la Luna.

Figura 2: La banquisa antártica, cuya superficie cambia de manera estacional. Crédito National Snow and Ice Data Center.

Sí, es el continente antártico. Más concretamente, los mares antárticos y el ecosistema que se mantiene debajo de sus hielos estacionales. Bajo ellos se forma una verdadera pradera de la que depende una cantidad ingente de krill (crustáceos parecidos a los camarones) y de él, una extraordinaria biodiversidad que diríamos que corresponde a tiempos pasados. Ballenas y otros cetáceos dependen también del krill, bien directamente o por animales que se alimentan de esos crustáceos.

Basta con romper la banquisa antártica para ver que el hielo no tiene coloración uniforme. Su parte oculta, sumergida, presenta matices marrones y verdes: la verdadera pradera antártica, que cubre millones de kilómetros cuadrados, aunque su extensión es fuertemente estacional, variando entre casi tres hasta prácticamente los 20 millones. Este cambio favorece, por contraste, su identificación a distancia. No solo eso, este tipo de efectos, la variación del albedo o reflectividad del planeta, se está utilizando para estimar la detectabilidad de actividad biológica desde distancias interestelares mediante el uso de sofisticadas técnicas interferométricas, un curiosos efecto de la luz cuando interacciona consigo misma. Fenómenos análogos serían, por tanto, las primeras evidencias de que existe vida más allá del Sistema Solar.

Figura 3: La banquisa rota por el paso de un barco, que nos muestra la parte sumergida (cortesía R. Scharek).

Sí, la vida es variada bajo la banquisa, y sobre los fondos que se enriquecen con el material que sobre él se deposita. Una gran cantidad de fauna vive sobre el lecho marino en lo que se puede decir que es uno de los ecosistemas de mayor biomasa y también diversidad. Con esta riqueza biológica (y minera), no es de extrañar que se haya iniciado una carrera para controlar los recursos del continente blanco. Son decenas de millones de kilómetros cuadrados que albergan una sorprendente y compleja estructura viva, con cambios muy importantes dependientes de la estación, pero cuyos efectos reverberan en todo el planeta. Y, como decíamos al principio, discernible a una gran distancia desde el espacio. Un ecosistema esencial en peligro, cómo no, por el cambio climático y por la acción directa del hombre.

Figura 4: Distribución de la clorofila (del fitoplancton: amarillos y rojos implican mayores concentraciones) en los alrededores de la Antártida, obtenida con el satélite de NASA SeaWiFS.

David Barrado

CAB, INTA-CSIC Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC, Madrid)

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