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14 enero 2016

La ciencia que viene en 2016

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Soplan vientos favorables para las esperanzas de curación de genes enfermos. En 2015 quedó consagrada la nueva tecnología de edición genómica conocida como CRISPR, una innovación que debutó tres años antes, y cuyo reciente desarrollo y progresivas mejoras la han convertido en el gran avance del momento. El nuevo año ha arrancado con la publicación en Nature de un refinamiento de la técnica que casi logra eliminar los errores. CRISPR ya ha demostrado que puede curar el gen causante de la distrofia muscular en ratones, pero su posible aplicación a embriones humanos ha suscitado un debate ético que se formalizó el pasado diciembre a través de una gran reunión internacional de expertos. Se espera que a lo largo de 2016 la discusión cristalice en una postura consensuada sobre los límites éticos de esta tecnología.

Técnicas de edición genómica

Fotomontaje: Gernot Krautberger

Pero mientras CRISPR continúa creciendo, otras técnicas genéticas más consolidadas están llegando ya al terreno terapéutico. Este año la compañía californiana Sangamo BioSciences iniciará el primer ensayo clínico de edición genómica in vivo, es decir, la corrección de genes defectuosos (en este caso el factor responsable de la hemofilia B) directamente en las células del paciente. Sangamo ya ha probado con éxito su tecnología para tratar la infección por VIH actuando ex vivo, es decir, modificando células en cultivo que después se transfunden al paciente. La misma compañía, en colaboración con la también estadounidense Biogen, pretende también lanzar estudios clínicos para el tratamiento de otras dos enfermedades de la sangre, la anemia falciforme y la beta-talasemia. Los primeros ensayos con CRISPR in vivo podrían llegar en 2017.

En el campo de la física, los resultados preliminares del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) anunciados el pasado diciembre mantienen en vilo a los científicos, ante el posible hallazgo de una partícula que podría ser un nuevo bosón, seis veces más pesado que el de Higgs y cuatro veces más que la partícula más masiva conocida hasta ahora, el quark Top. El anuncio ya ha inspirado la elaboración de cientos de estudios que especulan sobre el posible significado de los datos. Aunque los responsables del LHC advirtieron de que los resultados aún no cuentan con el suficiente nivel estadístico de confianza como para asegurar un descubrimiento, los indicios son sugerentes, ya que la misma joroba apareció en los gráficos de dos experimentos distintos del LHC, el ATLAS y el CMS. En marzo se reanudará la toma de datos con el objetivo prioritario de esclarecer este misterio.

En busca de las ondas gravitatorias

Centro de control del observatorio de ondas gravitatorias (LIGO). Crédito: Kim Fetrow

La física de otras grandes instalaciones será noticia también este año; el experimento Advanced LIGO, liderado por Caltech y el MIT, podría ofrecer la primera prueba de las hasta ahora esquivas ondas gravitatorias. Mientras, China prevé finalizar la construcción del que será el mayor radiotelescopio del mundo. Con su medio kilómetro de diámetro, el FAST dejará pequeños los 305 metros del que hasta ahora ostentaba la marca, el de Arecibo en Puerto Rico. Otro gran proyecto que comenzará a funcionar este año tiene un especial significado político: el SESAME es un sincrotrón ubicado en Jordania, fruto de la colaboración de nueve países de Oriente Próximo, incluyendo enemigos tradicionales como Israel y Palestina. El acelerador extenderá sus aplicaciones desde la biomedicina a la arqueología y contribuirá a impulsar la ciencia en estos países emergentes.

En el espacio existen también iniciativas que abren nuevos caminos para la ciencia fuera de las potencias tradicionales: China no es novata en la exploración espacial, pero hasta ahora sus misiones se han concentrado en objetivos tecnológicos más que científicos. El pasado diciembre, el lanzamiento del observatorio de materia oscura DAMPE inauguró el nuevo enfoque científico del programa espacial chino. Este año seguirán dos misiones más: el primer satélite de comunicaciones cuánticas y un observatorio de rayos X.

El primer velero espacial

Recreación de la nave espacial LightSail. Crédito: Josh Spradling / The Planetary Society

Lejos de la Tierra no faltarán los focos de interés. 2016 nos presentará el primer ensayo general de una prometedora tecnología de propulsión espacial que no requiere combustible: LightSail-1 será el primer velero espacial, impulsado exclusivamente por la corriente de fotones emitida por el Sol. La organización sin ánimo de lucro Planetary Society promueve el proyecto, que contará con un cohete de la empresa SpaceX para el lanzamiento. El artefacto tiene el tamaño de una barra de pan de molde, pero una vez desplegadas sus cuatro velas, con una superficie de 32 metros cuadrados, podrá ser visible desde la Tierra.

En un horizonte espacial más lejano, la Agencia Europea del Espacio (ESA) y Rusia lanzarán en marzo la primera de sus misiones marcianas ExoMars, compuesta por un pequeño módulo de descenso llamado Schiaparelli y el orbitador Trace Gas Orbiter. Este se dedicará principalmente a estudiar la presencia atmosférica de metano, un gas que podría revelar la existencia de una posible fuente biológica. Por otra parte, la ESA pondrá fin a su exitosa misión Rosetta, que ha investigado el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko y que en septiembre morirá estrellada contra el objeto de su estudio.

La NASA tiene en su agenda dos hitos principales para 2016. El primero es la misión Juno, enviada al espacio en 2011 y que en julio se convertirá en la segunda de la historia en la órbita de Júpiter, después de Galileo en 1995. Juno será también la sonda más lejana que funciona exclusivamente con energía solar sin depender de combustible nuclear. Por último, la agencia estadounidense lanzará en septiembre la misión OSIRIS-REx, destinada a visitar el asteroide 101955 Bennu y traer muestras de vuelta a la Tierra. Los resultados se harán esperar: la cápsula con el material no regresará hasta 2023.

Javier Yanes para Ventana al Conocimiento
@yanes68

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