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31 mayo 2016

Évariste Galois, el adolescente que revolucionó las matemáticas

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Siempre que hablamos de una aportación esencial en cualquier campo, la calificamos de “revolucionaria”. Tal vez abusamos tanto de este término que llega a perder parte de su significado. Pero en la Francia de comienzos del siglo XIX, ser un revolucionario tenía un carácter más literal, y por tanto más arriesgado. Évariste Galois (25 de octubre de 1811 – 31 de mayo de 1832) lo fue en dos campos, la política y las matemáticas, y desde muy joven; tal vez demasiado para disfrutar de una larga vida. Falleció trágicamente a los 20 años, aunque no por la política ni las matemáticas, sino por el motivo que forja la leyenda de todo genio romántico.

Retrato de Évariste Galois, con 15 de edad (aproximadamente). Autor: desconocido

La política le venía de familia. Su padre, el republicano Nicolas-Gabriel Galois, fue alcalde de la localidad de Bourg-la-Reine, cercana a París. Su madre, Adélaïde-Marie Demante, de amplia cultura clásica, se ocupó de educar a Évariste en casa durante su primera infancia. Cuando a los 12 años el niño comenzó a asistir al colegio, su carácter revolucionario afloró en una Francia de grandes tensiones políticas, regida por una monarquía constitucional de la que muchos recelaban.

En el colegio, Galois se enamoró de las matemáticas, ajenas a su tradición familiar. Su nivel era muy superior al de sus compañeros: devoró los Elementos de geometría de Legendre como si fuera una novela, y pronto dejó de lado los libros de texto para dedicarse a estudiar los trabajos originales de Lagrange. Su gran ambición le llevó en 1828 a intentar un ingreso prematuro en la École Polytechnique. Suspendió; pese a su inteligencia, aún no contaba con la formación necesaria.

Para Galois, la École Polytechnique no era sólo la mejor institución de matemáticas del país. La escuela era sede de un activo movimiento republicano que tendría un papel destacado en el derrocamiento en 1830 del rey Carlos X, el último Borbón de Francia. Cuando Galois suspendió el ingreso por segunda vez –según cuenta la leyenda, tras arrojar un borrador a un examinador incompetente–, tuvo que conformarse con la más modesta École Normale. Mientras la revolución prendía en las calles, Galois y el resto de alumnos de esta escuela quedaron encerrados bajo llave, y su queja posterior en una carta a la prensa motivó su expulsión.

Mientras, su carrera en matemáticas avanzaba a trompicones. Aunque publicó varios trabajos en vida, su mayor aportación se quedó bloqueada a las puertas de la Academia Francesa, primero por Cauchy y después por Fourier, cuya muerte resultó en la pérdida del manuscrito de Galois. Aquel trabajo resolvía un problema centenario, la demostración de las condiciones necesarias y suficientes para resolver ecuaciones polinómicas por raíces. Y sin embargo, su principal logro no vería la luz hasta después de su muerte.

Pero el de Galois no fue un caso de simple infortunio: su fervor político le convirtió en un imán para los problemas. Tras su expulsión del colegio se alistó en la unidad de artillería de la Guardia Nacional, una milicia republicana hostil al nuevo rey, Luis Felipe I de Orléans. Durante una celebración en abril de 1831, Galois brindó por el monarca con una daga sobre su copa, un atrevimiento que le llevaría a prisión. Fue liberado en junio, pero al mes siguiente volvería a enredarse con la justicia cuando el Día de la Bastilla, 14 de julio, fue detenido armado hasta los dientes y vistiendo el uniforme de su ilegalizada milicia.

Duelo a pistolas en el siglo XIX. Autor: Bauce et Rouget

Fue durante este segundo confinamiento, que se prolongaría hasta abril de 1832, cuando recibió una nueva carta de la Academia. En esta ocasión era Poisson quien rechazaba su trabajo. Afectado por este bloqueo y por el suicidio de su padre, Galois se emborrachó, intentó suicidarse y llegó a vaticinar su propia muerte, según transcribiría su compañero de cautiverio, el científico y republicano François-Vincent Raspail: “Y te digo, moriré en un duelo a causa de alguna coquette de bas étage [mujerzuela]. ¿Por qué? Porque me invitará a vengar su honor que otro ha comprometido”.

¿Qué motivó este vaticinio? Aquí es donde cae un velo de confusión y rumores. Lo único seguro es que al alba del 30 de mayo de 1832 Galois recibió un disparo en el abdomen durante un duelo; que quedó abandonado durante horas hasta que fue hallado por un campesino, y que fue trasladado al Hospital Cochin, donde moriría al día siguiente. El resto es terreno de especulación. Algunos biógrafos sugieren que fue asesinado por causas políticas, pero ciertos documentos apuntan a un conflicto por una mujer: Stéphanie-Félicie Poterin du Motel, hija del médico de la pensión donde vivió sus últimos días. La identidad de su asesino también es un misterio; Alejandro Dumas culpó al presunto prometido de la mujer y camarada de Galois, Pescheux d’Herbinville. Lo cierto es que la noche antes de su muerte, Galois escribió: “Perdonad a aquellos que me matan, pues son de buena fe”.

Aquella última noche ha alimentado la leyenda del genio romántico, dibujando a un Galois que reescribió toda su álgebra unas horas antes de acudir a su cita con la muerte. Lo cual no es cierto, pero sí lo es que reunió sus trabajos y escribió varias cartas de despedida. “No tengo tiempo”, anotó en un manuscrito. El 31 de mayo expiraba en brazos de su hermano: “¡No llores, Alfred! Necesito todo mi valor para morir a los veinte años”. Galois fue enterrado en una fosa común del Cementerio de Montparnasse. Hoy sus restos se han perdido, pero no su legado. Antes de morir escribió: “Por favor recordadme, ya que el destino no me dio vida suficiente para ser recordado por mi país”. Tal vez esta afirmación fue el penúltimo de sus grandes errores.

Javier Yanes para Ventana al Conocimiento
@yanes68

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