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20 enero 2017

¿Es el coche autónomo el nuevo Gran Hermano?

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La carrera por el desarrollo del coche autónomo acaba de dar el pistoletazo de salida. Están ya en sus puestos las grandes empresas tecnológicas (Google, Uber  o Apple) y las compañías automovilísticas (Tesla, Mercedes o General Motors). Ninguna firma quiere quedarse atrás. Los expertos anuncian que para 2020 el primer coche completamente autónomo ya habrá llegado a la meta. Los que saldrán por el camino necesitarán todavía la supervisión de un conductor humano.

La seguridad se ha convertido en el objetivo principal de la competición y se ha subestimado el hecho de que estos coches guardarán tanta información personal como un teléfono móvil o una tarjeta de crédito. Así, el ritmo incesante y frenético se está dejando por el camino grandes interrogantes. ¿Quién tiene acceso a toda esta información? ¿Lo sabe el propietario? ¿Se van a convertir los coches autónomos en el nuevo Gran Hermano?

Recopilar una gran cantidad de datos es imprescindible para el funcionamiento normal del coche autónomo. La información de la que disponga se traducirá en la rigurosidad de las decisiones que tome. El coche necesita saber dónde está, hacia dónde se dirige y debe ser capaz de tener registrado cualquier objeto que pueda estar en la carretera. Esto no tiene porqué ser necesariamente malo. Tener datos y compartirlos con otros vehículos o incluso con las futuras ‘carreteras inteligentes’ puede suponer una reducción drástica de accidentes al tener un control sobre la velocidad y la distancia entre coches, al poder reaccionar de forma automática ante posibles incidentes e incluso advertir de la degradación de piezas o componentes.

El coche autónomo de Google. Crédito: Smoothgroover/Flickr

“Los datos son la nueva gasolina”, sentenció el CEO de Intel Brian Krzanich en una conferencia durante el evento AutoMobility en Los Ángeles. “Si tu coche tiene muchos datos será capaz de gestionar situaciones complejas en la carretera; si no los tiene, se parará”, aseguró. Sin embargo, cuando se analiza en detalle, la cantidad de información que almacena supera cualquier expectativa. Cuando más personalizado está el vehículo, o más comodidades ofrece, más información personal tiene que incorporar en sus servicios. Así, la cuestión radica en cuáles de esos datos tienen un propósito operativo y cuáles una función comercial.

Tu coche sabe reservar restaurantes

Pongamos un ejemplo. El propietario de un coche sin conductor abre la puerta, rápidamente el vehículo saluda, da los buenos días y le propone ir a por un café de camino al trabajo, que ya sabe dónde está y cuál es la ruta que debe seguir. Después, al pasar por delante de un resturante, le pregunta al usuario si quiere que realice una reserva para el jueves por la noche, que sabe que lo tiene libre, porque conoce su agenda. El usuario accede porque se trata de uno de sus restaurantes favoritos, aunque no recuerda habérselo dicho al sistema del vehículo. Finalmente, llega al trabajo con la sensación de las comodidades innegables que supone un coche autónomo.

Sin embargo, al rebobinar este trayecto se pueden descubrir varios hechos: el primero es que quizás, el café al que el coche se ha dirigido en primer lugar no era el que mejor cuadraba en la ruta, sino uno patrocinado. Es decir, uno cuyo dueño había pagado por recibir más visitas y aparecer en las rutas por encima de otros. Igual que funcionan ahora los anuncios de Google. En cuanto al restaurante, el vehículo conoce sus preferencias porque busca y analiza palabras claves en correos, en mensajes y en conversaciones.

2. Los coches autónomos tendrán tanta información personal como los teléfonos móviles. Crédito: Wikimedia Commons

Gran parte de esta información es capturada por las múltiples cámaras, sensores y radares de los que disponen este tipo de vehículos. Solo una cámara, en función de la calidad de la imagen, general alrededor de 40 MB por segundo. Así, Intel apunta que un solo coche autónomo creará más de 4.000 GigaBytes (GB) por hora de conducción. Las estimaciones sobre el coche de Google señalan el mismo camino: 1 GB cada segundo (3.600 GB a la hora). Puestas en contexto, estas cifras todavía cobran más relevancia: una persona produce a lo largo de un día (contando el visionado de vídeos, de conversaciones y cualquier otro uso de internet) alrededor de 650 MB.  “Un coche autónomo en la carretera generará tantos datos como 3.000 personas”, aseguraba Krzanich. En definitiva, una mina de oro para las empresas. Un pozo sin fondo de datos que nadie controla.

Falta de legislación

En 2014 los grandes fabricantes de automóviles adoptaron de forma voluntarios unos “Principios prácticos sobre información justa”. Estos incluían compromisos sobre transparencia, posibilidad de elección del consumidor, minimización de los datos recogidos y retención de los mismos. Además, estos principios pedían una alta protección para la información identificable como geolocalización, comportamiento del conductor o datos biométricos. El problema de estos principios voluntarios reside principalmente en eso: eran voluntarios. Hay suficiente ambigüedad sobre esta cuestión para que cada fabricante actúe conforme a diferentes estándares

Los coches autónomos están equipados con multitud de sensores y cámaras. Crédito: Joseph Thornton/Flickr

Además, ninguna ley estatal ha incorporado estos compromisos para convertirlos en obligación. Solo ocho estados de Estados Unidos han aprobado leyes sobre vehículos autónomos —aunque en muchos otros están en el tintero— y la principal preocupación en todos ellos es la seguridad física del vehículo (la responsabilidad en caso de accidentes, en la mayoría de los casos). Lo que deja sin examinar todos los asuntos relacionados con la privacidad y la ciberseguridad.

De momento, solo California ha esbozado, de manera muy superficial, una regulación para  hacer frente a la privacidad de los datos. En ella señala que será necesario notificar y pedir el consentimiento de los propietarios de los coches antes de que su información pueda ser recogida por los operadores del vehículo. Al tratarse de un solo estado, se evidencia la desprotección de los usuarios que quedan a merced de las empresas que fabrican estos automóviles.

Estándares de privacidad

A principios de 2016, varias compañías —Google, General Motors y Lyft (una compañía de servicios similares a Uber)— respondieron a las preguntas de senadores de Estados Unidos en un congreso. Cuando Ed Markey, senador demócrata de Massachusetts, preguntó de forma repetida sobre si se iba a incluir un mínimo estándar para la protección de información privada, ninguna de las tecnológicas allí presentes pudo ofrecer una respuesta clara. Tampoco sobre si se podían comprometer a que la información obtenida por estos vehículos iba a servir para un propósito meramente funcional y no comercial.  “Creo que es demasiado pronto para tener muchas reglas diciendo: no deberías hacer X, Y o Z con los datos”, contestó David Drummond, vicepresidente de Google.

Algunas de las soluciones que se barajan para proteger esta privacidad son anonimizar todos los datos que recojan los coches autónomos, pedir la confirmación del usuario para poder recopilar la información e incluso dar la opción de dejar de compartirla. Algunos expertos, como Amnon Shashua, cofundador de MobileEye, una empresa que también está invirtiendo en tecnología autónoma, defienden el interés que pueden tener compañías como Google o Uber en gestionar bien los asuntos de privacidad: “Si no lo hacen bien, pueden perder el negocio”.

Beatriz Guillén

@BeaGTorres

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