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13 diciembre 2016

El visionario de las auroras boreales

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Hace casi 150 años, Kristian Birkeland vislumbró en la belleza de las auroras boreales, que iluminaban las noches de su noruega natal, un misterio que debía resolverse. Decidido a dar una explicación al fenómeno, este genial e incomprendido científico comenzó una búsqueda que lo alejó de los suyos, mermó su salud y lo llevó a una misteriosa muerte en la habitación de un hotel japonés.

Para los vikingos eran el brillo de las armaduras de las guerreras valkirias y para los esquimales un sendero que conducía al lugar donde habitaban los espíritus de sus antepasados. Muchos pueblos han buscado una explicación a las auroras boreales, pero probablemente ninguna persona se haya obsesionado tanto con descubrir el porqué de este espectacular fenómeno natural como el científico noruego Kristian Birkeland (13 de diciembre de 1867 – 15 de junio de 1917).

Aurora boreal sobre el lago Bear, en la base de la Fuerza Aérea Eielson en Alaska. Crédito: United States Air Force.

Birkeland nació en la ciudad de Christiania, hoy en día Oslo, y con 18 años ya había escrito su primer artículo científico. Era el comienzo de la carrera de un brillante físico, inventor e ingeniero, que pronto se convertiría en catedrático de la Universidad de Christiania. Una de sus aportaciones más destacadas fue la generación de fertilizantes artificiales para mejorar la producción agrícola. Junto a su socio empresarial Samuel Eyde, desarrolló el procedimiento Birkeland-Eyde, un proceso industrial para la obtención de fertilizantes a base de compuestos nitrogenados gracias a la fijación del nitrógeno atmosférico. Este proceso de ingeniería química permitió la creación de una de las mayores compañías noruegas, Norsk-Hydro, que hoy día continúa en funcionamiento. Birkeland también tuvo tiempo para patentar multitud de aparatos como un radio-teléfono o un cañón eléctrico.

Las “luces del norte”

Pero sin duda la gran obsesión de Kristian Birkeland fue descubrir qué provocaba las llamadas luces del norte. En el invierno de 1899 comenzó una serie de expediciones al norte de Noruega, que más tarde amplió a Islandia y Rusia, para establecer observatorios que recogiesen datos del campo magnético terrestre cuando tenían lugar las auroras boreales. Su hipótesis planteaba que las auroras se ven solo en los dos polos, porque el campo magnético que rodea la Tierra desvía rayos de electrones que llegan desde el sol hasta esas zonas. Allí, esos rayos de electrones interaccionan con la atmósfera provocando auroras polares: boreales, si son en el polo norte, y australes, si son en el polo sur.

Para probar sus ideas, Birkeland también desarrolló un experimento de laboratorio. Construyó varias terrellas, esferas metálicas magnetizadas que simulan el campo magnético de la Tierra, dentro de un tanque de vacío. Sobre ellas lanzó rayos catódicos, lo que produjo luminosidad en zonas alrededor de los polos de la terrella. Aún así, los principales geofísicos de la época no se tomaron en serio su hipótesis y la ridiculizaron.

Su obstinación y dedicación por el trabajo causaron que su matrimonio con Charlotte Hammer durase poco más de 5 años (de 1905 a 1911) y que nunca tuviese descendencia. Además, Birkeland desarrolló problemas para dormir, por lo que recurría con frecuencia al consumo del barbitúrico veronal para conciliar el sueño.

Magnetosfera

Tuvieron que pasar 50 años desde la muerte de Birkeland para que, en 1967, un satélite de la armada de Estados Unidos confirmase sus ideas. Ahora sabemos que una aurora se produce cuando un intenso viento solar choca con la magnetosfera de la Tierra, un campo magnético generado por el núcleo terrestre, que desvía hacia los polos esa corriente expulsada por el sol.

El científico Kristian Birkeland ilustra los billetes de 200 coronas noruegas. Crédito: Wikimedia Commons.

Birkeland no pudo ver cómo su teoría sobre las auroras se confirmaba y era aceptada por la comunidad científica. Debido al consumo abusivo de barbitúricos, tuvo un trágico final. Sufrió paranoia y murió en misteriosas circunstancias en la habitación de un hotel de Tokio mientras visitaba a unos colegas de la universidad de la capital nipona. Su autopsia reveló que la noche de su muerte había consumido 10 gramos de veronal, cuando la dosis máxima recomendada era de 0,5 gramos.

En vida, Birkeland fue candidato en ocho ocasiones al premio Nobel, cuatro en su categoría de física y otras cuatro en química, sin embargo nunca se lo concedieron. Tras su muerte, uno de los cráteres de la Luna recibió el nombre de Birkeland en su honor y hoy en día los billetes de 200 coronas noruegas llevan grabado su rostro, en reconocimiento a uno de los más grandes científicos del país nórdico.

Bibiana García para Ventana al Conocimiento

@dabelbi

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