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21 febrero 2017

El regreso de la fotografía instantánea

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El 21 de febrero de 1947, Edwin H. Land presentaba ante la Sociedad Óptica de EEUU lo que casi parecía un truco de magia: una cámara que hacía una fotografía y la revelaba en un minuto. Tal fue el éxito de su invento que para la Navidad del año siguiente Land ponía a la venta la cámara Polaroid Model 95 y su película Type 40 en los almacenes Jordan Marsh de Boston por 89,75 dólares, un precio asequible dirigido a una clase media estadounidense de nuevo preparada para gastar tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

El inventor de la fotografía instantánea, Edwin Land. Crédito: Polaroid

Y gastaron; no sólo en EEUU, sino en todo el planeta. Las cámaras y las películas Polaroid revolucionaron el mundo de la fotografía en su uso más popular, el de los recuerdos de vacaciones o los eventos familiares. La posibilidad de ver una imagen al momento de capturarla no tendría un sucesor hasta más de medio siglo más tarde, con la fotografía digital.

El invento de Land fue el fruto de un precoz interés por la ciencia y su aplicación a la gran innovación, aquella que cambia las reglas del juego. Este estudiante de Harvard nacido en 1909 en Bridgeport, Connecticut, nunca terminó su carrera, porque desde joven se embarcó en proyectos que debían ser “manifiestamente importantes y casi imposibles”, según sus propias palabras. Interesado en las propiedades de la luz, comenzó desarrollando filtros polarizadores, que lanzó al mercado en 1932 junto a su socio George Wheelwright. Cinco años después, la compañía Land-Wheelwright Laboratories cambiaría su nombre por el de Polaroid.

El ídolo de Steve Jobs

Aunque los polarizadores de Land encontraron múltiples aplicaciones, desde los laboratorios científicos a las gafas de sol, el gran proyecto de su vida empezaría a gestarse en 1944. Durante unas vacaciones en Santa Fe (Nuevo México), Land tomó una fotografía a su hija Jennifer, de tres años. La niña preguntó entonces por qué no podía ver la imagen al instante, y esa idea encendió la bombilla en el cerebro de Land. “Mientras paseaba por el pueblo encantador me propuse solucionar el problema que ella me había planteado”, escribió. “Antes de una hora, ya tenía muy claro cómo debían ser la cámara, la película y la química física”.

La cámara Polaroid SUN 630 LMP creada en 1980. Crédito: Recito Prasida

Pero comprimir un cuarto oscuro y todos los reactivos para el revelado y el fijado en el interior de una cámara no era algo fácil. Las primeras fotografías Polaroid, en sepia en lugar de blanco y negro, se curvaban unos meses después de su uso. Pero cuando Land tenía un objetivo, nada le apartaba de él; incluso prescindía de comer o de cambiarse de ropa. Se le ha comparado con Steve Jobs, y no por casualidad: el cofundador de Apple confesó que Land era su ídolo.

En 1963 el color llegaba a las fotos Polaroid, y durante décadas la compañía navegó viento en popa mientras sus cámaras se extendían por el mundo. Su dominio traspasaba el de la foto de familia o el primitivo selfie: Land produjo una serie de cámaras gigantes para uso de artistas, y figuras como Andy Warhol se prodigaron en el uso de Polaroid. El éxito atrajo competidores como Fuji, además de motivar una agria disputa de patentes con Kodak, que quiso lanzar su propia línea de cámaras instantáneas tras haber fabricado película para la compañía de Land.

La nueva era de la fotografía digital

Pero entonces llegó la fotografía digital. Las primeras cámaras de consumo invadieron el mercado en los años 90, y la Polaroid pasó a convertirse en una reliquia. Su fundador no vivió para ver el desastre: falleció en 1991. Y aunque por entonces la compañía aún disfrutaba de una facturación histórica, el desplome fue vertiginoso. Tras una primera quiebra en 2001, una refundación no consiguió reflotarla, y en 2008 volvió a declararse en bancarrota.

Sin embargo, ni Polaroid ni la fotografía instantánea han muerto. La compañía persiste bajo una nueva propiedad, llevando la impresión instantánea a la tendencia hoy mayoritaria, la imagen digital. Pero la fotografía instantánea analógica también sigue viva. En 2008, un pequeño equipo de entusiastas se hizo con instalaciones que la compañía liquidaba y creó The Impossible Project, una empresa destinada a fabricar película instantánea, “reinventándola desde cero”.

A la cabeza estaba el ecléctico Florian Doc Kaps, biólogo y emprendedor, un enamorado de la tecnología Polaroid porque, según resume a OpenMind, “no tienes que agitarlo para sentir la magia”. En 2013 lanzaron un dispositivo que permite exponer en película fotografías tomadas con un iPhone, y en 2016 comenzaron a vender su propia cámara, la I-1, una máquina analógica instantánea con controles digitales.

Nueva pequeña edad dorada

Se diría que la fotografía instantánea vive hoy una nueva pequeña edad dorada; sin tantos seguidores como en su antiguo apogeo, pero más apasionados. Puntos de encuentro virtuales como Polanoid.net, cofundado por Kaps, cuentan con miles de usuarios registrados, y numerosos artistas actuales son adictos al formato.

La fotografía digital ha convertido a la Polaroid en una reliquia para sus seguidores. Crédito: Rachael Crowe

Según cuenta a OpenMind el investigador en historia de la fotografía del Photographic History Research Centre (PHRC) de la Universidad De Montfort (Reino Unido) Gil Pasternak, la imagen digital aún es el estándar en el ámbito periodístico, editorial y comercial, pero hay un “regreso a la fotografía analógica” en otros entornos. Pasternak ha elaborado un estudio, aún sin publicar, en el que ha indagado en las razones de este interés: hay algo de nostalgia, pero incluso entre los nativos digitales hay un descubrimiento de un proceso que para ellos es “mágico e inusual”, y que en ocasiones les ofrece más espacio a la creatividad.

Tal vez este diferente cariz entre ambas tecnologías pueda facilitar una convivencia a largo plazo, como ha sucedido con la radio y la televisión, o el cine y el vídeo. Para el historiador de la cultura visual de la Universidad de Leicester (Reino Unido) Geoffrey Belknap, autor del reciente libro From a Photograph: Authenticity, Science and the Periodical Press, 1870-1890 (Bloomsbury, 2016), cada tecnología ofrece “una visión específica del mundo” y una particular “presencia material”, señala a OpenMind. “Yo no diría que volvemos a tecnologías analógicas, sino que simplemente estamos empezando a recordar la especificidad de su valor haciendo cosas que las imágenes digitales no pueden hacer”, añade.

Para algunos como Kaps, la opción por lo analógico es irreductible. El emprendedor se retiró de The Impossible Project en 2013, pero continúa creando iniciativas como Supersense, una tienda-factoría-café en Viena dedicada a las “delicias analógicas”. “Para mí esto no es una moda, sino el (no muy sorprendente) descubrimiento de que la moda llamada digital sólo crea productos virtuales destinados a experimentarse con nuestros ojos y oídos”, dice Kaps. “Así que la gente ha empezado a redescubrir las cosas reales que pueden sostener en las manos, chupar y oler, amar y guardar en sus bolsillos y en sus almas para siempre”.

Por Javier Yanes

@yanes68

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