Si miramos la Tierra desde la estratosfera, queda patente que vivimos en el Planeta Azul. Sin embargo, el color que caracteriza a nuestro planeta es muy difícil de encontrar en la naturaleza y la escasez de fuentes materiales —ya sean vegetales, animales o minerales— para obtener tintes y pigmentos naturales ha hecho que, durante mucho tiempo, los pigmentos azules fueran tan ansiados como cotizados.
Esto motivó una constante búsqueda de alternativas, principalmente mediante la investigación y la síntesis química, de las que surgieron estos cinco pigmentos que han hecho historia.
>> Detrás de cada imagen verás una obra de arte realizada con ese pigmento.
El secreto de su preparación fue recuperado en 1815, cuando el químico inglés Sir Humphry Davy lo investigó. Y el azul de Egipto volvió a ponerse de moda en la primera década del siglo XXI al descubrirse que exhibe una intensa luminiscencia infrarroja cuando es expuesto a la luz ultravioleta. Esto ha llevado a estudiar su posible aplicación en biomedicina y también ha permitido ver con nuevos ojos las pinturas egipcias, pues la enorme estabilidad del pigmento hace que mantenga esa capacidad luminiscente incluso transcurridos miles de años.
El ultramarino desembarcó en Europa a través de los puertos italianos (de ahí su nombre) en el siglo XIV y de inmediato se convirtió en el pigmento más apreciado y preciado. Debido a su escasez y a la dificultad de su preparación, llegó a ser más valioso que el oro, por lo que los grandes pintores lo reservaban casi en exclusiva para pintar los ropajes de Cristo y la Virgen. Cuenta la leyenda que Miguel Ángel dejó inacabado su “Santo Entierro” al no disponer de fondos para adquirir el cotizado pigmento.
En 1824, las autoridades francesas ofrecieron un premio de 6.000 francos para quien fuese capaz de producir una alternativa más asequible. Cuatro años después, el premio era para el químico francés Jean Baptiste Guimet, que había desarrollado un método secreto para obtener un análogo sintético bautizado como “ultramarino francés” y que, tras comenzar a producirse en 1830, sustituyó al pigmento natural.
Sea como fuese, el método de obtención implicaba la oxidación de una sal de hierro con ferrocianuro potásico para obtener un compuesto inicial blanco e insoluble que al oxidarlo se convertía en hexacianoferrato, de color azul.
Diesbach comenzó a producir y vender su nuevo azul, que pronto ganó gran popularidad entre los artistas. Pero su importancia iba a trascender la pintura a partir de 1842, cuando el astrónomo inglés John Herschel descubrió la gran sensibilidad del compuesto a la luz, lo que lo convertía en el medio o sistema ideal para realizar copias de mapas, planos y dibujos y dando paso así a la aparición de la tecnología que hoy está detrás de las máquinas fotocopiadoras.
Thénard había sido comisionado por el ministro francés Chaptal para obtener un nuevo pigmento azul, ante la escasez y el alto coste del lapislázuli, y para que asimismo mejorase al azul de Prusia. El químico centró su investigación en los compuestos de cobalto — pues desde 1777 se sabía que eran responsables del color azul de algunos minerales— y en concreto en el arseniato de cobalto, utilizado para colorear la porcelana de Sevres.
De este modo, comprobó que si calentaba una mezcla de alúmina (óxido de aluminio) y arseniato de cobalto, obtenía un pigmento de un vibrante y profundo azul. Y que, además, resultaba estable frente a la acción de la luz solar y la exposición a ácidos y bases (al contrario que el azul de Prusia que se oxida con relativa facilidad con la luz y el aire y requiere la aplicación de un barniz protector).
El nuevo color, bautizado como bleu Thénard comenzó a producirse en Francia en 1807.
Mientras experimentaban con materiales que pudiesen ser aplicados a la electrónica, descubrieron que al calentar una mezcla de óxidos de itrio, indio y manganeso ésta adquiría un intenso color azul. El responsable es un nuevo compuesto cuyas moléculas presentan una estructura que hace que absorba por completo las regiones verde y roja del espectro, dando como resultado un azul particularmente limpio o puro.
Su poco sugerente nombre no es más que la sucesión de los elementos químicos que lo componen: Itrio (Y), Indio (In) y Manganeso (Mn).
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