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20 noviembre 2016

Edwin Hubble, el hombre detrás del telescopio

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La palabra ha quedado tan ligada al telescopio espacial que para el gran público el nombre de Hubble no designa a una persona, sino a una nave, como Titanic o Enterprise. Sin embargo, cualquiera puede imaginar que algo grande debió hacer en vida quien fue elegido para prestar su nombre a un gran logro de la ciencia espacial. Y así es; pero lo curioso es que la valoración de la figura de Hubble ha sido discutida, llegando a ponerse en tela de juicio su honestidad.

Retrato de Edwin Hubble en 1931. Crédito: Johan Hagemeyer

El destino de Edwin Powell Hubble (20 de noviembre de 1889 – 28 de septiembre de 1953) era seguir los pasos de su padre en la carrera legal. Como hijo obediente de una familia tradicional del Medio Oeste, estudió derecho. Pero según su biografía Edwin Hubble: Mariner of the Nebulae de Gale E. Christianson (University of Chicago Press, 1996), su pasión era el firmamento; a los ocho años miró por primera vez por un telescopio construido por su abuelo materno, mientras que con su abuelo paterno compartió charlas sobre los canales de Marte descritos por Percival Lowell.

De estudiar leyes a la Ley de Hubble

El giro en la trayectoria profesional de Hubble se produjo en 1913. Con la muerte de su padre, regresó a casa desde Oxford, donde estudiaba leyes. Cuatro años después se doctoraba en astronomía. Claro que tal vez su padre habría quedado satisfecho sabiendo que, irónicamente, su hijo que abandonó la carrera legal ha pasado a la historia gracias a algo llamado Ley de Hubble.

Hasta la época de Hubble, la idea más aceptada por los astrónomos era que todo lo observable en el cielo pertenecía a la Vía Láctea, incluyendo lo que entonces se llamaban “nebulosas espirales”. Pero en el Observatorio Lowell, fundado por el campeón de los canales marcianos, un astrónomo llamado Vesto Slipher había descubierto que la luz de muchas de estas nebulosas estaba desplazada hacia el color rojo, sugiriendo que se alejaban a grandes velocidades.

Desde el Observatorio californiano de Mount Wilson, donde ejercería hasta su fallecimiento en 1953, Hubble combinó los datos de Slipher con sus propias mediciones de las distancias a algunas de esas nebulosas, llegando a la conclusión de que estaban demasiado lejos como para pertenecer a la Vía Láctea: eran galaxias independientes. La relación entre distancias y corrimientos al rojo era casi lineal dentro de un rango de distancias; esto es lo que hoy se conoce como Ley de Hubble.

Una explicación para el Big Bang

El hallazgo de Hubble fue fundamental para entender la expansión del universo y para desarrollar el modelo cosmológico del Big Bang. Por este motivo al astrónomo se le recuerda hoy como “el hombre que descubrió el cosmos”, y en 1983 se le consideró merecedor de prestar su nombre al Large Space Telescope, o Gran Telescopio Espacial. Hubble no recibió el Nobel porque los estatutos del premio no incluían la astronomía entre las disciplinas de la categoría de Física, algo que cambiaría poco después de su muerte.

El telescopio espacial de Hubble inicia su separación del transbordador Discovery para comenzar la misión SM2. Crédito: NASA

Por todo ello, a veces se retrata a Hubble como el hombre que descubrió la expansión del universo. Y sin embargo, lo cierto es que Hubble no creía en este fenómeno. En su estudio fundamental, publicado en 1929 en la revista PNAS, establecía la relación entre velocidades y distancias galácticas, pero todavía en 1942 escribía que el corrimiento al rojo podía deberse a “algún principio natural no reconocido hasta ahora”.

De hecho, cuando Hubble supo que un astrónomo y sacerdote belga llamado Georges Lemaître había llegado a las mismas conclusiones y había propuesto una expansión del universo, se mantuvo escéptico. Lemaître se basaba en una solución a las ecuaciones de la relatividad general de Einstein propuesta por el ruso Alexander Friedmann. Pero la expansión chocaba con la visión del propio Einstein, que creía en un universo estático. Finalmente, Lemaître estaba en lo cierto, y Einstein se vio obligado a rectificar. La idea del “huevo cósmico” del belga derivaría en lo que hoy conocemos como Big Bang.

Acusado de censurar a Lemaître

Pero se da la circunstancia de que Lemaître publicó su estudio en una revista belga en 1927, dos años antes que Hubble. En 2011, el astrónomo Sidney van den Bergh averiguó que la traducción inglesa del estudio original de Lemaître, publicada en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society en 1931, apareció incompleta; faltaban los párrafos en los que el belga definía su propia versión de la Ley de Hubble y su constante asociada.

La extraña omisión fue objeto de un encendido debate, en el que llegó a sugerirse que el propio Hubble conspiró para censurar la traducción. Finalmente, el astrofísico Mario Livio descubrió en una carta de Lemaître la demostración de que fue el propio sacerdote quien editó su manuscrito para la versión inglesa, eliminando cálculos tentativos que Hubble ya había refinado para entonces. “Lemaître no estaba en absoluto obsesionado con establecer la prioridad de su descubrimiento original”, escribía Livio.

La memoria de Hubble ha salido airosa. Pero el episodio ha servido para destacar que la valoración de su contribución no debe eclipsar la de otros. El estadounidense debe compartir los honores históricos con un modesto cura belga que, a diferencia de él, nunca contrató a un agente publicitario para promover su propia candidatura al Nobel.

Javier Yanes  para Ventana al Conocimiento

@yanes68

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