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01 octubre 2013

De ciencias a letras, ¿una decisión inevitable?

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En la mayoría de programas que se incluyen en las enseñanzas regladas nos encontraremos una separación, más o menos estricta, entre las ciencias y las letras; sin embargo, en las mayoría de personas se producen, a lo largo de sus vidas, cambios por diversos motivos en las preferencias y dedicación. En lo que sigue, voy a atender a uno de los cambios que, a mi parecer, merece una especial atención.

El escritor José Pla en el momento de preparar sus estudios universitarios empezó el curso de preparación para medicina, pero no tardó en abandonarlo para pasarse a derecho, aunque después no ejerció y se dedicó al periodismo y a las letras. Un ejemplo parecido lo encontramos en Camilo José Cela que aunque llegó a empezar la carrera de medicina, se cambió a derecho que también abandonó y se dedicó de lleno a las letras. Pío Baroja estudió la carrera de medicina, la terminó y además se doctoró en ella; sin embargo, fueron las letras las que se llevaron la mayor parte de su tiempo. Gabriel Celaya cursó los estudios de ingeniero industrial y se dedicó posteriormente a atender los negocios familiares, pero no tardó en dar un giro a su vida y abandonó su actividad para dedicarse por completo a escribir. Ahora, atendemos a los escritores Antón Chéjov y Fiódor Dostoyevski, el primero estudió medicina y el segundo cursó los estudios de ingeniero militar, pero las letras se cruzaron en sus vidas y se dedicaron a ellas de forma apasionada.

¿Se trata de meras coincidencias?, ¿por qué es tan inusual encontrar ejemplos en los que ocurre a la inversa?, ¿qué tiene la actividad literaria que hace que ciertas personas muy concretas den la espalda a laboratorios, fórmulas, ecuaciones y demás, por ella?

Estoy seguro de que habría mucho que comentar sobre las preguntas anteriores. Sin embargo, considero interesante traer aquí ciertos comentarios que hizo Henri Bergson sobre el arte. En la tercera parte de su obra La risa, el autor hace una serie de afirmaciones sobre el arte que, según mi criterio, son muy originales y merecen por ello que las comente. Resumiendo mucho, lo que aporta Bergson consiste en afirmar que la naturaleza por descuido crea seres que tienen una forma original de percibir, de forma que consiguen llegar a una visión más profunda de la realidad, en lugar de hacer lo de siempre que consiste en crear seres que perciban lo que les rodea en función del provecho práctico que obtienen de ello. Y así es, según Bergson, cómo surge el artista. Entre ellos están los que tienen el don de escribir, y a partir del mismo —cuando se ponen manos a la obra— hacen que los demás lleguemos a tener noticias de sentimientos que habitaban con nosotros a partir de la lectura.

Y bien: a partir de lo que he apuntado en el párrafo anterior, ¿a quién le extraña que personas que descubren lo que pueden conseguir a través de la literatura abandonen la actividad científica en la que se habían iniciado?

Para terminar, me gustaría dejar claro que, de ninguna manera,  se produce un desprecio hacia la ciencia, por parte de aquellos que se sienten llamados por el arte de escribir. De hecho escritores de la talla de Jules Laforgue, Marcel Proust y Edgar Allan Poe se interesaron por cuestiones científicas. Precisamente el último de ellos llegó a escribir Eureka, una curiosa obra de astronomía en versión poética.

 

Roberto Benavent

Licenciado en Ciencias y Técnicas Estadísticas, Alicante (España)

 

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