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01 agosto 2016

¡Cuidado con la Lluvia Ácida!

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Cada vez que llueve en la ciudad donde ahora reside (Barranquilla, en la costa norte de Colombia), el médico Ernesto Carletti, de origen italiano, teme que caiga de nuevo lluvia ácida, cuyos estragos él mismo ha podido comprobar a lo largo y ancho del planeta, durante varios años de investigaciones científicas. Su temor no es infundado.

Y no lo es porque en el barrio Montecristo, de la capital del Atlántico, varios árboles murieron como consecuencia del extraño fenómeno, el cual a su vez arrasó con los bellos urapanes en Bogotá hace ya una década, igual que con la mitad de los bosques en Alemania y Suiza, como también está sucediendo en otras partes del mundo. Se trata, pues, de un fenómeno global.

Pero, ¿qué es la lluvia ácida? ¿Cuáles son sus causas y, sobre todo, cuáles son sus efectos, nocivos incluso para la salud humana, los seres vivos en general y hasta las piedras, afectando así nuestras viviendas?

La vida en peligro

Para empezar, si usted se baña con lluvia ácida no siente nada diferente al agua normal por no haber ninguna sensación extraña sobre la piel. El problema, sin embargo, no está ahí; está en el aire, tanto que las personas con predisposición a enfermedades como el asma, entre otras de tipo respiratorio, las desarrollan. Cuidado, entonces, con la lluvia ácida.

Los árboles, claro está, son sus mayores víctimas, lo cual por ende también nos afecta por ser en muchos casos comida natural, indispensable para nuestra alimentación. ¿Por qué? Muy simple: la lluvia ácida elimina la capa de protección que tienen las plantas, que se vuelven así presa fácil de los parásitos o plagas que finalmente provocan su muerte.

El mar, a su turno, tampoco se libra de los graves perjuicios. Al contrario, los peligrosos elementos químicos que traen las lluvias han destruido importantes bancos de plancton que alimenta a millones de peces pequeños, a ballenas y delfines o atunes, cuya reducción significativa perjudica la actividad pesquera, a pescadores y a la humanidad en su conjunto.

Del suelo, ni se diga. Al caer las aguas, se “acidifica”, es decir, se torna más acido, con mayor acidez que trae precisamente la lluvia ácida, y los diferentes cultivos sufren las penosas consecuencias, más aún cuando la tierra con el tiempo se vuelve improductiva, estéril, como si fuera un extenso desierto donde desaparece la vida.

En realidad -asegura el profesor Carletti-, la lluvia ácida altera toda la cadena biológica en la tierra y el mar, en la vegetación y los seres humanos, siendo en tal sentido un enorme problema ambiental que, junto al cambio climático con el cual está bastante relacionado, parece llevar a nuestro planeta, de forma acelerada, hacia su destrucción. ¡Nuestras vidas están en peligro!

¿Qué es la lluvia ácida?

Todo empieza con la quema de combustibles, sea en un incendio, en motores de autos con gasolina o en termoeléctricas con carbón. En dicha combustión usted ve el humo, pero no los elementos químicos como el dióxido de azufre y el dióxido de nitrógeno que ascienden por el aire, hasta las nubes.

Imagen: Todd Klassy, vía shutterstock

Es allá precisamente, en las nubes, donde surge el problema: esos gases, al mezclarse con el agua (H2O), forman ácido sulfúrico y ácido nítrico que luego caen al suelo con la lluvia, donde causan los estragos antes mencionados. ¿Por qué? Por la acidez excesiva que posee.

En efecto, el pH es el indicador universal, científico, de la acidez del agua, sabiendo de antemano que cualquier sustancia líquida es ácida o alcalina; la escala de medición en tal sentido va de 1 a 14, donde el punto medio de 7 indica que la solución es neutra, y si bien la lluvia, en condiciones normales, registra un pH mediano, de 6 a 7, la lluvia ácida va de 2 a 3, similar al zumo de limón. “Es una acidez extrema”, observa Carletti, consternado.

Dos males juntos

El investigador aclara, a propósito, que los gases en cuestión son diferentes a los gases del efecto invernadero, aquellos que, como el metano y el CO2, desencadenan el calentamiento global cuando impiden en la atmósfera, como una barrera, la salida de los rayos del sol tras golpear en la tierra. “Pero sí están relacionados”, precisa.

A decir verdad -explica-, los cada vez más ardientes rayos del sol aceleran la citada reacción química en las nubes, por lo cual la lluvia ácida se presenta con mayor regularidad, acentuando el problema del cambio climático y el correspondiente desastre ambiental al que contribuye de manera significativa, aunque silenciosa.

Extraña, sin embargo, que todo el mundo hable sobre el calentamiento global, mientras la lluvia ácida es un tema que suele pasar inadvertido, con poco despliegue en los medios de comunicación , acaso por la complejidad científica que le caracteriza, porque no se realizan los estudios debidos o porque simplemente hay poderosos intereses en juego. “Pensemos -dice- en las compañías petroleras, el sector automotor, las termoeléctricas, la industria en general…”

¿Qué debemos hacer?

Según Carletti, tan crítica situación obliga a implicarse de inmediato, tanto a las máximas autoridades del gobierno, con políticas y controles adecuados, como a las empresas que están en mora de adoptar tecnologías limpias y fuentes alternativas de energía, como los motores de coches que funcionan con energía eléctrica e hidrógeno.

Y hay que cambiar los hábitos de vida: gastar menor energía “sucia”, usar menos el coche y pasear más a pie o en bicicleta, mejorar el servicio público de transporte para que los buses no sean chimeneas móviles por nuestras ciudades, donde la lluvia ácida empieza a convertir en polvo las paredes de viejas edificaciones, como ya está pasando en Barranquilla (Colombia).

¡Mucho cuidado con la lluvia ácida!

Esta publicación es un extracto del texto original disponible en i-ambiente.

Jorge Emilio Sierra

(*) Director de la Revista “Desarrollo Indoamericano”,

Universidad Simón Bolívar (Barranquilla, Colombia) – jesierram@gmail.com

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